El capitán Carlos García Galindo, de la Escuela Militar de Montaña de Operaciones Especiales de Jaca, considera que el autorrescate es un pilar fundamental para la seguridad en la alta montaña, ya que "es nuestra última baza" cuando se produce una avalancha. Una planificación adecuada y una ejecución precisa ayudarían a reducir el peligro en un 90-95 por ciento de los casos, aunque éste nunca desaparece por completo.
Destaca la relevancia de la formación y la concienciación, factores que han disminuido el número de víctimas en los últimos años, aunque insiste en que el riesgo persiste y que la clave para sobrevivir es saber reaccionar correctamente. Además, ha compartido su experiencia personal tras quedar sepultado por una avalancha en 2014, un episodio que consiguió superar gracias al entrenamiento y a la exposición controlada al entorno.
García Galindo ha sido uno de los ponentes del V Foro de Especialistas en Aludes, que se ha celebrado este sábado en la sede de la Diputación de Huesca. Este encuentro se enmarca dentro de la Cátedra de Montaña del Campus de Huesca, una iniciativa impulsada por la Universidad de Zaragoza, el Ayuntamiento de Huesca y la institución provincial anfitriona.
El capitán, que es también profesor del Departamento de Montaña de la EMMOE, ha analizado varios casos de avalanchas y ha destacado la importancia del autorrescate. "Al final, es nuestra última baza", ha señalado, porque el riesgo nunca desaparece por completo.
"Podemos planear y planificar muy bien el movimiento; podemos hacer una excelente ejecución, gestionando bien el terreno y usando todos los recursos a nuestro alcance para movernos con seguridad; pero la montaña, al final, no entiende de expertos y a veces las avalanchas ocurren y nos afectan", advierte.
Si esto sucede, subraya la importancia de aplicar un correcto autorrescate y brindar atención a los afectados para salir airosos de cualquier situación. Además, insiste en la necesidad de reflexionar tras cada actividad en la montaña: "Nos tenemos que plantear si lo hemos hecho bien, o si hemos tenido suerte".

También señala que los montañistas pueden haber atravesado zonas peligrosas sin que una avalancha se haya desencadenado en ese momento, pero en otro punto la situación podría haber sido distinta. "Es importante tener una formación básica", enfatiza.
"Yo, en un grupo con mis dos amigos, tres o cuatro compañeros, debo asegurarme de que todos sepamos cómo reaccionar en caso de que haya un accidente y aplicar esas técnicas de rescate y de primeros auxilios", explica.
"El mundo de las avalanchas no está muerto, aunque a veces parezca. Debemos seguir apostando por la formación, la innovación y la actualización en el estudio de la nieve y en los procedimientos de rescate", añade.
Asimismo, recalca que es vital realizar la actividad siempre acompañados. "No debemos salir nunca solos a la montaña. Incluso en terreno normal, debemos contar con al menos un compañero que pueda rescatarnos o salvarnos el uno al otro", advierte.
PROCEDIMIENTOS
En cuanto al procedimiento ante una avalancha, explica que lo primero es pensar dónde fue visto por última vez el compañero. Sé que tengo que buscar desde ese punto hacia abajo, porque el flujo de la avalancha siempre arrastra en esa dirección. Desde el último punto de avistamiento de la víctima, pensar y buscar en esa dirección. También intentar localizar indicios en superficie, como un bastón o una mochila arrancada, que puedan dar pistas sobre la dirección en la que la avalancha ha arrastrado a mi compañero o compañera".
Después, detalla el proceso de localización: activar el detector de víctimas de avalanchas, usar la sonda en el lugar que indique la señal para determinar el punto exacto de la víctima y, sin retirar la sonda, emplear la pala para liberar a la persona atrapada. "Lo primero que busco al sacarla es la cabeza y el pecho para analizar signos vitales, terminar de extraerla y aplicar los primeros auxilios. Si la persona sepultada ha tenido suerte, quizás cuente con una pequeña bolsa de aire y permanezca consciente. Sin embargo, en muchos accidentes, debido al tipo de nieve y cómo cae, es difícil que esto ocurra". En caso de inconsciencia o signos vitales débiles, la persona atrapada "debe mantener la calma y confiar en que su compañero llegará para auxiliarle y le va a sacar".
El capitán vivió su propia experiencia. En 2014, sufrió un accidente en el que quedó enterrado junto a otro compañero; él, que se encontraba a mayor profundidad, fue el último en ser rescatado. Permaneció seis minutos sepultado, perdió la consciencia y necesitó primeros auxilios. Posteriormente, tuvieron que evacuarle a pie debido a la falta de visibilidad para el rescate aéreo.
Tras este episodio, observa que experimentó estrés postraumático, pero lo superó al llevar a cabo una actividad similar, justo a la semana siguiente, sumado a la formación. "Nuestra cabeza vuelve a resetearse y volvemos a ser capaces de convivir en el medio, y de gestionar el peligro", comenta. El suceso ocurrió en el Valle de Escarra, entre el embalse del mismo nombre y el Valle de Izas.
El capitán indica que hay puntos donde el flujo de avalanchas es habitual y, de hecho, están estudiados e identifiacdos en la cartografía específica ATES, pero no siempre se registran víctimas cuando caen. "La variabilidad del manto nivoso es muy amplia, tanto en el tiempo como en el espacio, y debemos tener precaución, pues aunque haya zonas de recorrido de avalanchas recurrente, esa variabilidad espacial y temporal hace que tengamos que ir atentos todo el tiempo por donde transitamos. Puede que haya una zona probable donde no se produzca la avalancha y debido a la variabilidad espacial y temporal ocurra en una ladera contigua a la que normalmente da problemas. Depende mucho de los patrones de carga, de la meteorología especifica en la zona y de otros factores".
MENOS VÍCTIMAS
En la actualidad, el número de avalanchas con víctimas ha disminuido gracias a una mayor concienciación. Hasta 1991 no había demasiada evolución en cuanto al estudio de la nieve, pero a partir de 1992, avanzaron significativamente. Ahora, los usuarios recreativos tienen más acceso a formación, y los equipos de rescate están mejor preparados, lo que ha reducido significativamente la cifra de afectados.
Sin embargo, que haya menos víctimas no significa que se produzcan menos aludes. "Esto depende en gran medida de la temporada". Si se acumula más nieve y hay variaciones climáticas constantes, el número de avalanchas puede aumentar. Es decir, los desprendimientos están sujetos a las condiciones del invierno, la transformación de la nieve y los cambios meteorológicos.
Sobre la posibilidad de evitarlas, García Galindo lo tiene también muy claro: los datos indican que el 90-95 % de los casos de aludes con víctimas se debe a fallos en la planificación o en la ejecución.

TODA LA JORNADA
La jornada de este sábado da continuidad a encuentros previos desde 2010, busca compartir avances en la predicción y gestión de aludes, abordando retos actuales como el cambio climático y el aumento de la actividad en la montaña invernal. Coordinado por José Luis Villarroel, profesor del Máster en Medicina y Rescate de Montaña, cuenta con la colaboración de la Guardia Civil y la Escuela Militar de Montaña, entre otras entidades.
Además del capitán García Galindo, el foro ha reunido a expertos de diversas instituciones, como la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), la Federación Aragonesa de Montañismo, el Sistema de Emergencias Médicas de Cataluña y el Centro de Aludes del Valle de Arán. Entre los ponentes destacan Marta Ferrer, que ha presentado la cartografía ATES en Aragón, Arcadio Blasco de Aemet, Jordi Gavaldà del Centro de Aludes del Arán e Íñigo Soteras del Hospital de Cerdanya. También han participado Jesús Aznárez, del Servicio de Montaña de la Guardia Civil, y Alejandro Madrid, director de la estación de Astún.
Además del foro, el Campus de Huesca y la Universidad de Zaragoza han organziado actividades en la montaña, como una salida con raquetas al ibón de Escalar dentro del programa Sport and Climate, que promueve la reflexión sobre el cambio climático, y una ruta senderista Sigüés-Salvatierra de Esca dirigida a mayores de 55 años, con paradas interpretativas sobre naturaleza y patrimonio cultural. Estas iniciativas complementan el evento, fomentando la conciencia ambiental y el disfrute responsable de la montaña.