El coronel Jesús Albert Salueña ha pronunciado en Huesca la conferencia El desembarco de Alhucemas, el principio de la pacificación del Protectorado Español con motivo del centenario de este acontecimiento bélico, que ha expuesto con detalle dentro del XII Ciclo de Conferencias de la Subdelegación de Defensa en Huesca, en colaboración con la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil y la Asociación Española de Soldados Veteranos de Montaña, con la finalidad de difundir la Cultura de Defensa en Huesca, ha programado el XII Ciclo de Conferencias, que tienen lugar en el Centro Cultural Fundación Ibercaja.
El coronel Rafael Matilla, subdelegado de Defensa en Huesca, presentaba al conferenciante recordando sus muchos méritos castrenses concurrentes en una larga trayectoria que incluía, entre sus destinos, el batallón de Artillería de Huesca.

Jesús Albert Salueña, con espíritu didáctico, desplegaba todo el contenido de la conferencia en un índice en el que comenzaba por la explicación de Alhucemas, la bahía de treinta kilómetros en el norte de África que fue Protectorado Español, además de las peculiaridades de quien se convertiría en azote de nuestro país, Abd el-Krim, quien llegaría a ser considerado presidente de la República del Rif. Nacido en la cabila de Beni-Urriaguel, estudió el Bachillerato español y llegó a trabajar de traductor para la administración española. Era un bereber "hispanizado". Ha expuesto las diferencias entre bereberes y árabes, así como los intereses económicos como las minas de hierro.
Explicaba el coronel Albert Salueña que hubo nada menos que seis planes de desembarco previos al de 1925. El primero, de octubre de 1911 cuya autoría correspondía al general Luque. El de junio de 1913, del general Gómez Jordana. Ocho años más tarde, en otoño, el del Comandante Díaz del Río. El de febrero de 1922, del presidente del Gobierno Maura. El de agosto de 1922, del general Burguete. Y el del general Martínez Anido en julio de 1923. Del optimismo del primero se pasó al escepticismo después, y en medio complicaba todo la sucesión de gobiernos, de Maura a Sánchez Guerra. Fue determinante la llegada al poder de Miguel Primo de Rivera, por un golpe de estado bien visto por la población e incluso por Alfonso XIII. El propio Joaquín Costa había defendido que hacía falta "un cirujano de hierro" y con Primo de Rivera estaban los generales Sanjurjo, Berenguer, Saro y Dabán.

Primo de Rivera había dejado claras sus ideas sobre Marruecos: "Estimo, desde un punto de vista estratégico, que un soldado más allá del Estrecho es perjudicial para España". Esta idea de 1921 venía de una evolución que en 1917 pretendía abandonar Marruecos y cambiar Ceuta por Gibraltar. Ya en la jefatura del Gobierno, seguía creyendo que "ni somos imperialistas ni creemos pendiente de un terco empeño en Marruecos el honor del Ejército. Buscaremos al problema de Marruecos una solución pronta, digna y sensata".
Redujo el contingente a reclutar en 1924 de 90.000 a 78.000 reclutas y restringió de tres a dos años el servicio en filas, además de paralizar las operaciones para iniciar negociaciones con Raissuni y Abd el-Krim.
CAMBIANDO DE OPINIÓN
Sin embargo, una cuestión era la concepción del dictador y otra las consideraciones de los africanistas como el teniente coronel Francisco Franco, que aseguraba que existía un problema militar "que solucionar, una guerra en que vencer, y en ella la inacción y la pasividad conducen irremisiblemente a ser vencidos". Estas palabras de Franco Bahamonde eran de abril de 1924.
Miguel Primo de Rivera cambiaba su posicionamiento y el 27 de enero de 1925 ya se ponía en perspectiva bélica para afirmar que, si había que ir a Alhucemas, sería con "seguridad de éxito, bastanto para ello los elementos normales en personal y material, en técnica, en producción y organización, estimando que España tiene potencialidad y espíritu para más arduas empresas".

El coronel Albert Salueña desgranaba a continuación la situación militar del protectorado en agosto de 1925, con intereses como las explotaciones mineras y el ferrocarril de Tánger a Fez. Primo de Rivera volvía a reconocer que nunca fue "partidario de que se removiera el avispero de Marruecos, y aun después de comenzada la labor, la juzgué, por su extensión y momento, poco compatible con el interés genuinamente español, y propuse una rectificación de política". Varió su modo de ver el problema para "sofocar el incendio, que por su desarrollo y sus llamas inflamadas por el bolchevismo podría prender en nuestra propia casa".
AL DESEMBARCO
Jesús Albert Salueña explicitaba el plan de operaciones y ejecución desde el propósito del mando, la organización operativa, la logística, la asistencia sanitaria, la previsión de la ejecución y las fases finales de la operación en tierra.
Bajo las órdenes del general en jefe de la operación, el general Primo de Rivera, cuya implicación directa era defendida por el conferenciante, se distribuían las fuerzas en tres líneas. La División de Desembarco bajo el mando del general Sanjurjo con brigadas comandadas por Saro y Pérez y columnas a cargo de Franco, Goded, Marín, Vera y Campins; la Aeronáutica con el general Soriano y escuadras dirigidas por Barbero, Bayo, Kindelán y Ugarte; y las fuerzas navales. Veinte mil hombres para incurrir en los 8 kilómetros de la bahía y más de cien buques, a los que se sumaban 107 aeronaves que llegaron a lanzar 11.176 bombas con 147.808 kilos de explosivo. Ocho aviones fueron destruidos y siete dañados.
Se acumularon recursos para tres meses, los soldados iban sobrecargados de equipo y material, hubo que transportar ganado y acumular recursos alimenticios. El 8 de septiembre, la munición consumida fue de 365 granadas de artillería, 198.877 cartuchos, 200 granadas de mortero y 313 de mano. Se registraron 124 bajas ese día y 490 hasta el 22. En el conjunto, entre jefes y oficiales, tropa europea e indígena, 2.336 caídos.

El coronel Albert enumeró las evoluciones de las tropas de las brigadas de Saro de Ceuta y Fernández Pérez de Melilla entre el 5 y el 8 de septiembre, con desembarcos en distintas playas y una fase última -la quinta- que permitía consolidar las operaciones el 23 de septiembre con irregular resistencia de los rifeños. El 1 y 2 de octubre, asaltaron la casa de Abd el-Krim en Axdir, y se entregó, por lo que la última resistencia fue de El Jeriro con unos cuatro mil guerreros y piezas de artillería. El combatiente cayó en la contienda y España salvó la posición de Kudia-Tahar cuya defensa costó muchas bajas.