¿Os habéis emocionado alguna vez al escuchar la palabra "gracias"?
Después de haber descargado una pequeña ayuda que llevamos a un orfanato, el director expresó su agradecimiento: "Gracias españoles..."
MARTES 23 DE NOVIEMBRE
El día comenzó como se había previsto. Yan, un practicante ortodoxo ucraniano residenciado en Alemania, ha venido con su furgoneta a buscar parte de los alimentos que faltan por entregar a la asociación en donde Irina, nuestro contacto ucraniano, es voluntaria. Él nos llevará hasta la ciudad que tenemos previsto visitar. Es la segunda vez que vamos a entrar en territorio ucraniano, pero esta noche no regresaremos a dormir en Rumanía.
“Tenemos que partir cuanto antes –nos dice nuestra traductora-, hay cola en la frontera”. El equipo se divide: Javi, el chófer, se va con Miguel, nuestro amigo rumano, a pasar la ITV de una furgoneta que necesitan para pasar más alimentos. Pepe, Valentín y Luis se quedan en la Nave, tienen la misión de introducir el resto de alimentos cuando se pueda a una ciudad ucraniana. Los demás (Natalia, Just, Javi (el cabo) y Jesús) nos montamos en la furgoneta con destino: Ucrania.
Por el camino Yan y Natalia entablan una amena conversación. Según nos cuenta nuestra traductora, desde que inició la guerra, Yan se ha dedicado a llevar ayuda humanitaria a sus compatriotas. La esposa de Yan y otras 50 personas más recogen alimentos, medicamentos y ropa en la ciudad alemana en la que viven. Luego, Yan hace un viaje semanal a Ucrania para introducir lo que se ha recolectado.
Como bien sabéis, en los momentos de desgracias muchos aprovechan para enriquecer sus bolsillos. No es la excepción en Ucrania, de esta guerra muchos sacan partido. Una de las formas es cobrando elevadas cantidades de dinero a las personas que quieren salir del país, pero no cuentan ni coches ni con contactos en el exterior. No es el caso de Yan, que cada semana entra con ayuda humanitaria y retorna con pasajeros, en su mayoría ancianos y niños, víctimas de la guerra. Según nos confirman en Ucrania, Yan paga casi todo de su billetera. De su propio bolsillo ha salido la compra de un coche que necesitaba el frente ucraniano en Kiev; hasta allí se desplazó para entregarlo personalmente.
Cuando entramos a Ucrania pudimos observar unos 50 kilómetros de cola de camiones con cereales que esperan pacientemente para atravesar la frontera. Normalmente pueden durar de entre 5 a 6 días en la cola.
Llegamos al destino previsto sin inconvenientes. Irina nos esperaba junto a unos seis voluntarios para bajar los alimentos. En menos de una hora todo estaba descargado.
MIERCOLES 24 DE NOVIEMBRE
09:00 horas. Irina nos espera en las afueras del hotel para llevarnos al orfanato. 09:02 h., han cortado la luz en la ciudad. Hoy no estará Natalia con nosotros, así que nos apañaremos como sea para entendernos.
"We will go buy things for the children". Comenta Irina. El cabo responde: Perfect. Al llegar nos recibió el director del orfanato, la médico del centro y otras personas más...
Descargamos lo que llevábamos (productos de limpieza, galletas, zumos, huevos…). El director expresa su agradecimiento en castellano: “Gracias, españoles”. Las lágrimas corrieron por mis mejillas. Son las gracias más sentidas y expresivas que una persona puede dar en nombre de todo un pueblo. Sólo es el comienzo. Lo que vimos adentro es la expresión más sensible de dolor que os voy a contar.
Según mis cuentas había unos 37 niños. Todos ellos discapacitados. Las condiciones del centro son infrahumanas, punto, pero la labor de los trabajadores (desconozco si perciben un salario, pero me temo que no) hacen de ese lugar un ambiente acogedor, humano... Desde las chicas que estaban en la cocina, las encargadas de las habitaciones, la médico, el director… todos están dándolo todo.
Estoy grabando lo que puedo. Quiero que muchos vean lo que nosotros vimos… y en medio de la grabación alguien me dice: “Ya me explicarás por qué permite esto Dios...”. Corto la grabación. Me quedo mirando a una de las trabajadoras que toma a un niño en sus brazos y lo lleva al baño para limpiarlo y cambiarle el pañal. No tengo respuestas, le dije.
"Para que no pierdas la sensibilidad, para que no te sientas superior, para que no te creas invencible, para sigas dándolo todo, para que seas sus manos, para que con tu vida expreses lo qué ya nadie quiere escuchar: su Palabra de Salvación"
El médico trata de ayudar, pero no hay forma: “Esto es la torre de babel, no hay manera de entendernos”. Sacamos los móviles y comenzamos a escribir en el traductor… Just da algunas recomendaciones: “Hay que aumentar las dosis en algunos niños”, “tenéis que curar está herida de esta manera…”, Just hace lo que puede.
- La mayoría de estos niños –expresa Just- aparte de las parálisis cerebrales, son epilépticos, hay un niño con un tumor hipofisario…
- ¿Se puede hacer algo, doctor? –Le pregunto-.
- En estas condiciones muy poco… Es imposible trabajar así, las condiciones higiénicas, la falta de medicamentos…
- ¿Qué les espera?
- La muerte…
- ¿Cuánto tiempo de vida?
- Muchos no pasarán de diez años…
Silencio.
Recibimos un mensaje en nuestro grupo interno de WhatsApp: “Ya en Rumanía, hemos cumplido nuestra parte”. Javi (el taxista), Valentín, Pepe, Luis y Miguel, nuestro amigo rumano, ya han introducido el resto de alimentos a Ucrania.
“YA ME EXPLICARAS POR QUÉ PERMITE ESTO DIOS...”
Salimos de aquel lugar con los rostros desconcertados. Son seres humanos, personas como tú y como yo… con derecho a vivir… Me monto en el coche y me voy pensando… Una alerta trastoca mi reflexión… se escucha una alarma en un móvil, Irina abre la ventanilla de la puerta del copiloto.
- Están bombardeando… -dice Irina-.
- ¿Qué hacemos? –Pregunta el cabo-.
Irina no entiende la pregunta… los coches siguen su marcha, la gente está caminando, pero no habla. Respondo para mis adentros: rezar… Hoy han vuelto a atacar Jersón 12 días después de recuperarla, también han atacado Kiev, Donetsk y otras ciudades más. Nosotros estamos bien. 14:48 h., “No hay la luz en toda Ucrania…”.
Quisiera dar una explicación ante el sufrimiento humano, pero no la tengo. Las obras de misericordia podrían ser la respuesta. Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, al preso… Cuando te sientas esclavo, visita a un preso, ya te darás cuenta de lo libre que eres, cuando te sientas enfermo, visita a un enfermo, ya verás cómo tu enfermedad es insignificante… es aquí, en estos lugares, donde tu sufrimiento se ve opacado... aquí se acaban tus problemas para dar paso a los del otro. ¿Por qué Dios permite esto? Para que no pierdas la sensibilidad, para que no te sientas superior, para que no te creas invencible, para sigas dándolo todo, para que seas sus manos, para que con tu vida expreses lo qué ya nadie quiere escuchar: su Palabra de Salvación.
Hasta la próxima.