Juan, un niño de Huesca que cursa tercero de Primaria en el colegio Sancho Ramírez, afronta serias dificultades en su proceso educativo debido a su trastorno de apego y a un diagnóstico de trastorno negativista desafiante. Su padre, Raúl Castillejo, se encuentra muy preocupado por la difícil situación que atraviesa su hijo y los constantes escollos para recibir el apoyo necesario en el centro.
El chico fue adoptado cuando tenía solo dos años, después de haber pasado su corta vida con una familia de acogida. A día de hoy, aún es incapaz de dormir fuera de casa, si no tiene cerca a sus padres.
El trastorno de apego mantiene a Juan en un estado de alerta permanente, ya que vive con el temor constante de que las personas que se encuentran a su alrededor puedan desaparecer en cualquier momento. Esta sensación de inseguridad afecta su capacidad para concentrarse y aprovechar los estímulos del entorno escolar.
La etapa escolar de Juan ha sido complicada desde el principio. En segundo de Infantil, se detectaron problemas de conducta que llevaron al colegio a realizar una evaluación psicosocial. El diagnóstico concluyó que padecía un "trastorno grave de conducta" y que necesitaba apoyo adicional para afrontar su proceso educativo.
Sin embargo, su padre asegura que este apoyo nunca ha sido constante. Según Castillejo, las horas que ha recibido han sido siempre esporádicas e inadecuadas a sus necesidades, ya que han tenido que ser varios los profesores que se hacen cargo de él a lo largo del día, sin poder ofrecerle la estabilidad emocional que tanto necesita y que le podría proporcionar un único referente.

La situación llegó a su punto crítico el 5 de diciembre, cuando, debido al estrés acumulado, Juan sufrió una crisis en la escuela. Durante el incidente, el niño provocó un episodio caótico y se mostró agresivo con el profesor. "Mis compañeros me vieron pegar, y ahora piensan que soy malo", les dijo a sus padres.
Cuando Juan entra en crisis, pierde el control de sus reacciones. Se observan señales de nerviosismo, aprieta los puños y su cuerpo se tensa, signos que anticipan lo que podría suceder y que se evitarían con la intervención inmediata de un especialista.
Al no contar con ese apoyo, se le ha sugerido que, en cuanto empiece a experimentar estrés, abandone el aula hasta que consiga calmarse.
Cuando su padre acudió al colegio, tras recibir una llamada en la que se le explicó lo sucedido, el chico se encontraba tan alterado que ni siquiera le reconoció.
En Urgencias, les informaron de que Juan estaba disociando, es decir, experimentaba una especie de desconexión temporal de la realidad debido al estrés que estaba experimentando y les recomendaron que no regresara a la escuela durante los 15 días restantes del trimestre.
A su regreso, se había valorado la opción de una escolarización parcial -como la opción más adecuada para su bienestar, mientras se espera una medida definitiva-, que comenzaron a aplicar desde el 8 de enero.
A raíz de este incidente, la familia solicitó una reunión urgente con la Inspección de Educación, que les dio cita para el 15 de enero.
Actualmente, Juan asiste a la escuela solo hasta las 12 del mediodía, gracias a que Raúl ha pedido una reducción de jornada laboral. Esta medida ha representado una mejora significativa en el comportamiento del chico, que ya no muestra agresividad ni comportamientos problemáticos, pero el padre se siente frustrado porque, a medida que pasa el tiempo, su hijo no puede seguir el ritmo de sus compañeros, lo que le genera un importante retraso académico.

Raúl afirma que los especialistas sanitarios creen que un profesor de Pedagogía Terapéutica (PT) que acompañara a Juan en todo momento, ayudaría al niño a concentrarse y reducir su ansiedad. Su padre hace hincapié en que, debido a su hiperactividad y dificultades para trabajar en grupo, Juan necesita atención individualizada para poder centrarse y avanzar en su aprendizaje.
El colegio, aunque tiene la disposición de ayudar, sigue basando sus estrategias en el diagnóstico de "trastorno grave de conducta", lo que no ha permitido aplicar los métodos adecuados para tratar a Juan. Según Castillejo, las pautas de actuación del centro están diseñadas para un niño que simplemente "se porta mal por falta de límites", lo cual no refleja la realidad del caso.
Raúl piensa que la comunidad educativa no entiende la gravedad del trastorno de su hijo, que los médicos creen que es también compatible con el síndrome alcohólico fetal.
No obstante, el director general de Personal, Formación e Innovación de la Consejería de Educación, José María Cabello, ha asegurado a este periódico que se está estudiando la posibilidad de procurar al escolar el profesional más adecuado que sea posible.