No hace falta estar dotado de unas pituitarias muy afinadas para constatar un olor a cloaca profundo cuando paseas por el edificio que confluye entre la calle Alcañiz y la dedicada a Fidel Pagés Miravé en Huesca. La hediondez acompaña la inspección visual de una construcción que revela a primera vista que se han caído las baldosas de la juntura con el suelo y que su nivel, respecto a unos metros más hacia la carretera, es más bajo. En cierta medida, la impresión de hundimiento es evidente. Ir a la parte trasera de la manzana ofrece una sensación todavía más apocalíptica, y es que el desnivel es exagerado, con certeza no menos de cincuenta centímetros. El paseo por Fidel Pagés aporta otra versión, con la acera afectada por el mismo fenómeno y con otro imponente descenso de altura.
Aunque pudiera pensarse en "La casa de los horrores", no hay ambiente de 'thriller'. Pero bien podría aparecer Tom Hanks con "Esta casa es una ruina" porque los vecinos, desde 2014, vienen demandando una solución al apreciar estos desperfectos de una edificación en la que entraron a vivir en 2008. En todo caso, no hay nada de comedia. No les hace maldita gracia. A la espera de una respuesta consistorial, se les pasaron los diez años del Seguro Decenal de Construcción y, consecuentemente, los defectos estructurales quedaron fuera de la responsabilidad práctica del constructor.
Nada menos que ocho años desde que empezaron a sospechar de un reventón del agua que se hace evidente en todos los sentidos, desde el olfato hasta la vista. El gusto constata que no es residual, sino de boca, y los efectos varían según las circunstancias. Si hay subida o bajada de la presión del abastecimiento, las juntas sufren (todo el garaje está lleno de desconchones y de humedades). El bochorno alimenta insoportable olor que impregna no sólo el exterior, sino también los ascensores o el garaje.
Este cronista lleva mascarilla y no es por coronavirus. Es difícilmente soportable, aunque Sebas, o Jesús, o Ramón están más acostumbrados y hoy es un día "suave" respecto a la fetidez de otros. Recientemente, el Ayuntamiento ha hecho pruebas para ver si todas las afecciones llegaban desde las conducciones de agua de la comunidad de riego de Arguis porque la acequia es cercana. Negativo.
Junto a la fachada, se aprecia un transformador de Eléctricas (Endesa). Los fosos se les llenan y también la compañía ha pedido una solución. Bajamos por el garaje. El aspecto de dejadez niega el hecho de que hay coches aparcados. Bajamos por unas calles en curva estrechas (muy raspadas, la trayectoria no da para mucha holgura). Todo el recorrido está lleno de filtraciones, fruto de las subidas de presión. Incluso de un desconchón brota permanentemente agua. Al llegar al -3, nos encontramos con un charco de muchos metros de agua. Accedemos a los trasteros gracias a dos tableros apoyados sobre el fondo encharcado. Otra vez el olor, que se hace insoportable en el cuarto del sistema de prevención de incendios. Jesús ha estado en la playa y se ha encontrado con un montón de libros inservibles. Les guardaba mucho cariño.
La empresa de ascensores ha tenido que actuar enérgicamente muchas veces porque el foso se les llena. Y Arizón y Gracia es casi "un fijo" en estos garajes. "Nos gastamos un dineral entre unas cosas y otros. Pero lo advertimos hace años. Lo que no ha pagado el constructor, lo pagaremos todos los ciudadanos".
Están en conversaciones con el Ayuntamiento. Ocho desesperantes años. Aduce el consistorio que dispondrá un presupuesto de 100.000 euros para la solución. "No les llega ni para empezar", replica Sebas. El concejo esgrime, dice el propio presidente de la comunidad, que se hará en tres fases. Pero los residentes insisten en que los técnicos vinieron y señalaron un lugar que, según la apreciación de los vecinos ("sabe más el loco en la casa propia que el cuerdo en la ajena"), no corresponde con el lugar del reventón. Ellos hicieron con tiza una marca a unos dos o tres metros. Les hicieron caso omiso.
Quieren soluciones, no sólo interlocución, que la han tenido pero con irregularidad. Menos de lo que les gustaría. Hace tres años, cuando el diario en el que yo trabajaba lo denunció, inmediatamente anunció la administración local que tenía prevista una partida ("¡qué casualidad!"). Ya por fuera de nuevo, el paseo por la abandonada calle Fidel Pagés Miravé (el descampado de enfrente parece un vertedero) descubre otra inquietud: la conducción de gas. No quieren alarmar, pero están prevenidos porque desde una reunión el 11 de enero de 2020 hasta la llegada de una excavadora y técnicos hace unos días no han visto ninguna acción de búsqueda de una resolución.
A la vuelta de fiestas, los vecinos tornarán a la carga. La incertidumbre les asalta. Quieren que el alcalde, además de la concejala de Urbanismo, les escuche y ponga manos a la obra. Porque esa casa es una ruina, el hedor es insufrible y la seguridad está en entredicho.