El periodista grausino Rafael Bardají Pérez (1957) ha fallecido este 8 de abril y ha dejado ayunos de curiosidad a los que deseaban conocer todas las vicisitudes de El Ribagorzano o la profundidad de la figura de Joaquín Costa, después de décadas dedicadas al periodismo y a la historia.
El nombre de Rafael Bardají Pérez, que actualmente regentaba la Casa Mur de Aluján cuya rehabilitación fue durante años su ojito derecho vital, está asociado a un periodismo de "oficio", como a él le gustaba definir. Un caballero extraordinariamente observador, amable y, cuando la ocasión lo requería -aunque este es un aspecto subjetivo-, afilado en sus apreciaciones.
Rafa Bardají estudió Humanidades y Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. En abril de 1982 se incorporó a la redacción de aquel Heraldo de Aragón de Antonio Bruned, de la que destacaba en sus conversaciones la libertad que vivió en aquellos momentos de la Transición. También fue el delegado de la redacción del mismo periódico en Huesca.
Su carácter incisivo le permitió anticiparse en no pocas informaciones relacionadas con asuntos cruciales para Aragón y para Zaragoza. Llegada la edad del júbilo de manera anticipada de su ejecutoria en el rotativo regional, su personalidad inquieta le encaminó por sendas diversas. Además de ser tertuliano en Aragón Radio y Aragón Televisión (antes lo fue en Localia Huesca), se incorporó como profesor asociado de Periodismo a la Universidad de Zaragoza en la que impartió la asignatura Géneros y Redacción Periodística.
Se fue cuando "el periodismo está muy mal, los periódicos de papel venden muy poco y no entra la publicidad", cuando ya el terreno no era "el barro" que le gustaba. Decía siempre que vivió un tiempo en que podía defender la información en una discusión con el director. "No es como ahora, porque por 600 euros discutir con el director no es nada seguro", como decía en una entrevista a Zgrados.
Lo mismo coordinaba la revista Es Posible que formaba en competencias básicas para el empleo en Cruz Roja. Pero, dentro de toda su actividad profesional, hubo un rinconcito para su gran obra de un gran museo de la imprenta que, en tiempos del alcalde Elboj, pretendió para Huesca. Husmeaba y registraba, con permiso, todas las litografías, rotoplanas, huecograbados o rotativas. Disfrutaba comparando los tipos de plomo y las composiciones. Le fascinaba ese aroma que trató de reflejar en la Exposición "De Gutenberg a Twitter" en el Centro de Historias de Zaragoza.
Comisarió también la Exposición Joaquín Costa por encargo de la Diputación General de Aragón durante año y medio desde 2010.
Su arraigo al territorio y al periodismo quedó reflejado en su libro "El Ribagorzano, un siglo interrumpido de actividad periodística" y, coralmente, como coordinador de "Joaquín Costa, el sueño de un país imposible" para Heraldo, con especialistas en la figura del polígrafo.
Entregado a la causa rural con la Casa Mur de Aluján (de la que daba todo tipo de detalles durante sus trabajos los fines de semana para recuperar lo que para él era mucho más que una vivienda) y con Casa Purroy de Artasona, dinamizador turístico con su facilidad de manejo del inglés y francés, padre de una briosa concejala en La Fueva, Rafa Bardají disfrutaba de esta época dorada en la que su amor por la libertad le guiaba por derroteros variados y apasionantes. Demasiado joven, se va a compartir predios con su hermano José Mari, y deja a este mundo sin un periodista de oficio. De buenos oficios, de los de colmillo de profundidad y seda de trato. "La puta calle", que es donde decía que se hace el periodismo, queda huérfana.
La ceremonia civil, con presencia de su mujer, Paz, y de sus hijas, Cecilia y Teresa, se celebrará en el Cementerio de Torrero, en Zaragoza, este martes a las 12:15 horas y posteriormente se procederá a la incineración de sus restos. Descanse en paz Rafa Bardají.