En las últimas horas ha visto las luces, pie en estribo sobre el suelo, Guillermo Fernández Cervera, durante lustros uno de los ángeles que haciendo piruetas imposibles en el helicóptero de la Guardia Civil salvó a centenares, seguramente miles de montañeros, barranquistas, senderistas, ciclistas y aventureros en el cara a cara con el Pirineo en el que se acaba necesitando la asistencia de la Benemérita para asegurar la integridad.
El teniente coronel Fernández Cervera ha sido historia en la Unidad de Helicópteros fundada en mayo de 1986 con tres valerosos predecesores: quienes acabarían siendo generales Laurentino Ceña y Juan Arribas y César Villafranca, siempre acompañados por eficaces mecánicos como Alastrué y Larrosa.
La nueva UHEL sucedía al servicio desde Jaca y pronto adquiriría reconocimiento. Fue de los primeros de la plantilla épica el entonces cabo Fernández Cervera, un valenciano que se hacía querer por su audacia, por su valentía, su pericia como piloto y su inteligencia. Como refiere Juan Miguel Arribas, no hacía más que una mirada en el peor de los escenarios para entenderse: ahí había compromiso. Y, cuando se demandaba compromiso, como el honor en la Guardia Civil, Guillermo era el primero de la partida.
Guillermo Fernández Cervera fue ascendiendo en los oficios de la Benemérita, acompañado de su inseparable Paqui y de sus hijos. Nunca perdía el foco cuando de salvar vidas o minimizar daños se trataba, reacio al temor al riesgo que sorteaba con perspicacia. Acabó de responsable del equipo, acumuló las condecoraciones justificadas y recibió un bonito homenaje en nombre de toda la unidad el 6 de mayo de 2010 de manos del subdelegado del Gobierno, Ramón Zapatero (presente el jefe de la Comandancia, Carlos Crespo), "en atención a la brillante y eficaz actuación demostrada durante los 23 años" de la UHEL. Zapatero recalcó la vocación de servicio, el espíritu de sacrificio y valor de estos efectivos. En catorce años, ya acumulaba la unidad de helicópteros 4.100 intervenciones, 5.400 personas atendidas y 3.200 recuperados con heridos. En otros casos, no le quedaba otro remedio que orar por aquellos que hoy oficialmente se denominan rescatados con signos incompatibles con la vida.
El teniente coronel Fernández Cervera, después de la movilidad geográfica y funcional propia de la vida de la institución que acumula 180 años de trayectoria auténtica y heroica, acabó en su Valencia natal, donde este jueves vio las últimas luces. Las que alumbraron a una persona cabal, un servidor admirable, un hombre humilde, un valedor de los desamparados ante el poder infinito de la naturaleza, un vocacional Guardia Civil que desde ya es embajador celestial de este Pirineo y de esta tierra en la que se sintió como uno más. Porque fue uno más, nada menos, y no uno cualquiera, sino un salvador de seres humanos. Descanse en paz.