Jerónimo López llama en Huesca a defender las montañas y tomar "decisiones basadas en la información científica"

El geólogo y alpinista impartió una conferencia dentro de un curso de la UIMP-Pirineos en la que abordó los cambios en la montaña a través de sus experiencias

Periodista
07 de Octubre de 2024
Jerónimo López durante su charla dentro del curso de la UIMP en Huesca.

El alpinista y geólogo Jerónimo Rodríguez (La Coruña, 1951) hizo un llamamiento en Huesca a defender las montañas de amenazas desarrollistas aprendiendo de enseñanzas que han dejado pasados proyectos llevados a cabo con una visión cortoplacista y sin tener en cuenta las evidencias científicas del cambio climático.

Jerónimo López, profesor emérito de Universidad Autónoma de Madrid, ha participado una treintena de expediciones a las principales cordilleras, es autor de unas 250 publicaciones científicas y realiza investigaciones geológicas en la Antártida desde 1989, donde ha sido responsable de numerosos proyectos. Aseveró que la Antártida es ejemplo de esa importancia de "mantener decisiones basadas en la información científica" y también de la cooperación internacional.

En Huesca pronunció la conferencia Cambios observados a lo largo de una vida en la montaña, un acto abierto al público, celebrado en el Centro Ibercaja Huesca, dentro del curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, bajo el título Cambio global en zonas de montaña, codirigido por María Estela Nadal y Juan Ignacio López Moreno, que participó en la presentación junto a Alfredo Serreta, director de la UIMP-Pirineos.

Juan Ignacio López y Alfredo Serreta.

En su interesante charla compartió con los asistentes no solo sus experiencias en el ámbito del montañismo y la geología, sino también reflexiones personales sobre el impacto del cambio climático y la relación de la humanidad con la naturaleza. López mostró su gratitud por haber sido invitado a un lugar con el que se siente muy ligado, también a Peña Guara, con quien participó en la expedición al Karakórum que se realizó por el 50 aniversario del club. En la foto para ilustrarla, la que le hizo a Javier Escartín durante esta ascensión, un momento para recordar a este “buen amigo”, que falleció años después en el K-2.

“Varias suertes he tenido, una de ellas es haber encontrado las montañas, porque entre sus valores, al margen de aspectos más científicos, está la faceta de motivación y de encontrar objetivos, de mantenerlos y de fraguar amistades en el ambiente que aporta”, señaló.

Empezó a hacer excusiones a los 10 años y a escalar a los 13, la primera vez en la cordillera cantábrica y a lo largo de ese tiempo ha visto muchos cambios, que analizó en su conferencia. “La naturaleza me llevó a la montaña y la montaña, a interesarme por ese sitio que me gustaba tanto y visitaba con mucha frecuencia. Quería entender cómo se habían formado esos relieves, esos pliegues inverosímiles. Esa actividad, ese dinamismo me llevó a estudiar Geología”. Los estudios lo introdujeron en las cuevas, donde sigue yendo, aunque, como dijo, "me gusta más el espacio abierto de las montañas y la vista desde las cumbres, y también a las zonas polares, en las que he estado bastante implicado los últimos 35 años”.

Durante su tesis, estuvo viviendo dos meses en el refugio de Belagua, en el Pirineo navarro, ahora remodelado tras años cerrado y deteriorándose. “En aquella época, surgió un movimiento inicial de defensa de la montaña. “Salvemos Belagua” se oponía al proyecto de crear en este fantástico valle hoteles para 300 personas, piscina cubierta y abierta, frontones, campo de golf, varios telecabinas, telesillas, telearrastres... Naturalmente llevaba detrás un proyecto de urbanismo de venta de chalés y demás”, rememoró.

Asistentes a la charla de Jerónimo López en Huesca.

 

Se refirió a la constatación del cambio climático y a la “urgencia de tomar medidas” porque “todos los escenarios nos indican que va a hacer más calor, que el hielo va a ir retrocediendo en las montañas”, como ocurre desde que él comenzó con su pasión. Así, puso de manifiesto que los datos muestran que los polos, de manera muy importante, son lugares críticos; Alaska, Siberia, la península Antártida y también las montañas.

En ese ascenso de temperaturas hubo un parón de varias décadas. “Por eso he visto negar tanto el cambio climático. Cuando íbamos a Gredos en los años 60 y 70, a veces nos teníamos que quedar el domingo porque el autobús no podía volver. La prensa refleja las grandes nevadas, olas de frío, pueblos incomunicados. En esos años en que había mucha nieve surgió el desarrollismo, la euforia de crear estaciones de esquí, pensando que eso iba a poder seguir para siempre. Son los años 50, 60, 70 y eso nos lleva a lo relativo que son estas cuestiones y al cuidado que hay que tener de dejarse llevar por las percepciones y no por los datos científicos, como mirar solo nuestro pueblo y su entorno y pensar que, como este año hace más fresco, ha acabado el cambio climático, o mirar periodos breves de tiempo. Se pierde lo importante”, remarcó.

Citó como ejemplo la Sierra norte de Guadalajara, el pico del Lobo, donde en los años 60, “en ese desarrollismo y años de frío, montaron una estación de esquí y un telecabina. En la estación superior construyeron una cafetería de dos pisos con terraza, que ahora está destartalada. Quitar esto es costoso y hasta es un peligro, porque vuelan placas de hierro. Los remontes que han mantenido se han reciclado para subir con la bici y bajar por lo que fueron pistas de esquí”.

“Estaciones que ya no funcionan son enseñanzas de esas etapas con proyectos de los que algunos no llegaron a hacerse y otros se han desmantelado, como la estación de Valcotos, 30 años después de que se montara, pero no fue fácil, hubo que presionar mucho”, recordó. También citó un proyecto que hubo en Gredos de crear una gran estación “que afortunadamente no se hizo porque ahora estaría sin uso", y que se ha aprobado desmantelar "esas cicatrices del puerto de Navacerrada, aunque aún se retrasa”, comentó. Jerónimo López no quiso centrarse en el Pirineo, pero sí mostró imágenes de la lucha por mantener virgen Canal Roya. “Son hechos ante los que conviene estar muy atento y beber de las experiencias que se han tenido”, indicó.

El geólogo abordó también el retroceso del hielo. Como citó, la Antártida reúne más del 90 %, le sigue Groenlandia y luego los glaciares de montaña. “Estos glaciares no polares son aproximadamente 200.000 -una cifra que varía-, pero ocupan una vez y media la superficie de España, y aunque todos equivaldrían a menos de medio metro de subida del nivel del mar, que ya parece una cifra considerable, es menos del 1 % de lo que representaría la Antártida más Groenlandia”, llamó la atención.

De los muchos trabajos que existen, López se fija un estudio del matrimonio Thompson, “que da una idea global de los glaciares. Se puede ver cómo en Asia, desde el año 75 hasta 2020 se ha perdido el 9 % de superficie de hielo y el 46 % en los Andes centrales en 45 años. El caso más extremo está en Nueva Guinea, con una pérdida del 93 % en 39 años; están a punto de desaparecer". Y se detuvo en el Kilimanjaro, "con el 71 % en 32 años. De 1912 a 2011, se ha pasado de 11,40 kilómetros cuadrados de hielo a 1,76. En el Kilimanjaro, que significa montaña que brilla, va a desaparecer este hielo penitente en la cumbre. Los modelos marcan que en el lado sur será antes de 2040 y que es altamente probable que no quede nada en el 2060”.

Otro lugar extremo en la pérdida de hielo es Alaska y también los Andes. “La Cordillera Blanca de Perú es un lugar de enorme pérdida de hielo”, constató. En este recorrido por los cambios observados, Jerónimo López aprovechó para comentar sus expediciones, como en 1977 cuando se produjo “un gran momento de cambio en las tendencias y estilo de ir a las montañas. Empezaba el intentar hacer expediciones ligeras y más rápidas, de hecho, fuimos solo tres”, Jerónimo López, Carlos Soria y Salvador Rivas. "El año anterior, una expedición española con ocho montañeros estuvo un mes para subir al Alpamallo. Nosotros subimos en un día hasta al glaciar, montamos una tienda y en el día, sin cuerdas fijas, subimos y bajamos, y naturalmente sin coincidir con nadie”, recordó.

La pérdida de hielo también es muy llamativa en la cara sur del Aconcagua. “Cuando subimos estábamos solos -contó-, llegamos a la cumbre muy temprano, y ahí estaba muy sorprendido de vernos Fernando Garrido, que había subido e instaló la tienda para pasar tres meses”. La masificación en la montaña ha llevado a que “en 2023 asecendieron a la cumbre 1.000 personas de unas 3.500 que lo intentaron, es una montaña enormemente peligrosa para estas cifras. La gente se confía y por eso hay tantos accidentes”, alertó.

En esos cambios en el montañismo fue “muy significado” el valle de Yosemite, en California, donde en los años 70 empezaron nuevas tendencias de escalada libre. “Muy pocas cordadas europeas habían escalado El Capitán y Miguel Ángel Gallego y yo fuimos con el gran objetivo de The Nose, y lo hicimos sin coincidir con ninguna cordada en la vía, algo imposible desde hace años. Estuvimos casi un mes e hicimos muchas vías”, abundó Jerónimo López.

Recordó que en la vía del Half Dome “los americanos instalaron unos hierros clavados y una barandilla. Cuando iba poca gente, no había ningún control, pero últimamente han tenido que regularlo. No se puede acercar nadie ahí si no tiene permiso, y están colapsados. Se han planteado la posibilidad de quitarlo. Estas son lecciones que conviene estudiar, porque eso no lo harían hoy en día”, hizo hincapié.  

Jerónimo López.

Jerónimo López saltó después al Himalaya, donde participó en la primera expedición española que intentó un 8.000. “Fuimos al Manaslu, fue muy dura, nevó mucho, no conseguimos subir, no he vuelto a ver nevar de esa manera ni la magnitud que tenían las avalanchas. En 1975 volvimos, y subí con Gerardo Blázquez”, a quien he aprovechado para visitar de camino a Huesca.

López vivió tres años en Zaragoza y coincidió con la época en la que se planteó una primera expedición aragonesa al Himalaya. “Me adoptaron como aragonés y siempre he estado muy ligado a Aragón”, dijo. Pepe Díaz era el jefe expedición y le planteó qué objetivo podrían abordar. “Entonces se acababa de abrir el Baruntse tras más de veinte años, y solo tenía una ascensión de una expedición neozelandesa con Hillary como jefe. Conseguimos el permiso para 1986”. Contó que estaban solos en la ruta los seis alpinistas de la expedición, sin sherpa ni oxígeno, en esa tendencia de entonces. “Planteamos ir del tirón a la cumbre, a 7.800 metros, pero hizo tan mal tiempo que no subimos, aunque sí hicimos una película que se programó muchas veces en TVE, un libro que editó la Universidad, un mapa geomorfológico por Eduardo Martínez de Pisón y cogimos muchas muestras”, citó.

Dos años después le invitaron a una expedición catalana al Everest por el lado de Nepal a la arista oeste, para repetir la vía por primera vez desde de que la abriera una expedición yugoslava. Les acompañó también Martínez de Pisón y realizaron “cartografías y publicaciones de la otra vertiente muy distinta a la del Tíbet”.

“En esta expedición pasaron más cosas que en todas las demás que he hecho en toda mi vida juntas”, la primera noche, el 20 de agosto, un terremoto considerable. “En el campamento, en unaavalancha de placa, murió un sherpa, y otro y un compañero tuvieron congelaciones muy serias. El mal tiempo nos bloqueó varios días, fue una evacuación complicada”, rememoró.

Entre las peripecias de aquella expedición en la que solo estaban los seis montañeros en la antecima del Everest, relató que uno de sus compañeros, Sergi Martín, comenzó a encontrarse mal. “Llevábamos una botella de oxígeno cada uno y como estaba bien aclimatado, le di la mía y le dije que fuera bajando. Por eso subí sin oxígeno con otro sherpa que tampoco llevaba. Llegamos a la cumbre y estuvimos tres cuartos de hora”.

Parte del público asistente a la charla.

Frente a esa soledad en la inmensidad, mostró las fotos actuales con cientos de personas ascendiendo el Everest. “En 2019 se batió el récord de ascensos y las filas de gente, como en la cascada del Khumbu, son impresionantes. Son muchas expediciones montadas por agencias y, como hoy en día la predicción meteorológica es muy buena, todos se ponen en marcha a la vez, cuando les dan la ventana de buen tiempo. En un contexto de 2.000 personas que llegan al campamento base, más del 90 % no son alpinistas. Les dan un cursillo de hacer nudos, ponerse crampones, usar el piolet, se enganchan a una cuerda fija desde el principio y no dejan de tomar oxígeno”, expuso.  

En 1988, Jerónimo López fue la persona 220 en haber subido al Everest, 35 años después de Hillary, “y hoy en día, 36 años después, han ascendido más de 9.000 personas. En el año 2019 hubo 877 personas que subieron a la cumbre, 661 por Nepal y el resto por el Tíbet. Hay un sherpa que ha llegado 30 veces a la cumbre. Y este año lo han hecho 600 personas en primavera, y de ellas solo cuatro sin oxígeno”, comentó López.

Pero volviendo a la expedición, lo que más ha quedado grabado en Jerónimo López fue bajar del Everest ese año, no subir. “Encontramos al compañero que se había quedado en el mismo sitio, ciego y sin poder hablar; tenía un edema cerebral y decía que le dejáramos morir ahí. Otro miembro de la expedición, con mucho frío, bajó con los dos sherpas al collado sur. Nos quedamos con Sergi Martín otro compañero y yo -relató-, y desde la antecima sur, que se baja en hora y media, tardamos 9 o 10 horas, pasamos ahí la tercera noche (dos a la subida) pensando que se moría. No había ninguna otra expedición. Al día siguiente bajamos algo más, llegó el grupo del campamento base y pasamos otra noche. Luego ya descendimos al campamento base y le recogió un helicóptero”.

Salvar la vida de su compañero “es lo que más ha quedado grabado en mí y de lo que me siento más contento de haber contribuido, más que de subir al Everest”, remarcó y lo comparó con el reciente caso de un porteador pakistaní que estaba agonizante muy cerca de la cumbre “y pasaron 130 personas por encima de él. Nadie le ayudó y murió ahí. Unos porque eran clientes y no tenían capacidad técnica y no sabían, y otros porque eran los guías de las compañías, los sherpas, que estaban contratados era subir a los demás. Solo tres personas de los centenares se preocuparon y fueron al pueblo a ver a la mujer del fallecido”, relató.

CON PEÑA GUARA AL KARAKÓRUM

Jerónimo López recordó también la expedición de Peña Guara en el 83 al Karakórum, junto con Lorenzo Ortas, Toño Ubieto -presente en la charla-, Javier Escartín, Victor Arnal e Ignacio Cinto, un proyecto “muy destacado para la época con un objetivo muy valioso como corresponde a alpinistas aragoneses y de muy buena calidad -dijo-. Planteamos subir dos 8.000, el Hidden Peak (que no había sido ascendido por españoles) y el Gasherbrum II, y abrir una nueva vía al Hiddant Peak. Subimos al Hidden Peak y la vía que abrimos fue muy difícil, y cuatro lo intentamos al Gasherbrum II, pero no fue posible”.

Ni sherpas ni porteadores de altitud ni oxígeno, y utilizando en algunos momentos esquís de travesía. Aquellas sensaciones no se olvidan, las cumbres del Karakórum, solos en aquella montaña y las de alrededor, son unas sensaciones que hoy en día con la masificación en los 8000 son difíciles”, reiteró.

COOPERACIÓN INTERNACIONAL

Una cosa que ha cambiado en la montaña en general son los suelos helados. “En el Ártico, en la Antártida, pero también en las montañas se está calentando y eso está haciendo que aumenten los desprendimientos, situaciones que van a ser cada vez más frecuentes en la montaña”, alertó el geólogo.

López puso de relieve la importancia de defender lugares que están tan amenazados. “Situaciones que hay que entender de regulaciones, a veces de prohibiciones de escalar en ciertas zonas, porque hay nidificaciones o demasiada gente y afecta a animales o a la flora, y que no siempre entienden bien los escaladores. Y, por otro lado, no siempre las autoridades lo afrontan bien, contando con la opinión de todos y después de una discusión. Es una necesidad”, enfatizó.

También se refirió en su relato a sus expediciones a la Antártida, y expuso que el hielo encierra una información extraordinaria, de tipo climático y geológico, y da oportunidad de tener vivencias y sensaciones muy especiales. “Y es ejemplo -destacó- de la importancia de la investigación científica y de mantener decisiones basadas en la información científica y, por otro lado, de la cooperación internacional entre grupos. Eso es algo que hoy en día existe en este caso, que es muy extraordinario”,

"Aunque la periferia de la Antártida está a 13.000 kilómetros de Huesca, lo que hacemos llega a esos lugares: los microplásticos, los contaminantes de los fármacos… se ha detectado de todo”, dentro de una sociedad con una "población en aumento, con escenarios de crecimiento y actividades que impactan en el medio", alertó. "Es urgente tomar decisiones, no esperar a tener más evidencias, que ya indican hacia dónde van a ir las cosas y eso es algo importante”, enfatizó.

Para finalizar, señaló que “ahora ya no se puede ir al Himalaya como antes, pero hay miles de sitios donde no hay nadie, puedes ir a una montaña que no tenga nombre ni 8000 metros. Y tampoco el alpinismo está en crisis, sigue habiendo gente que hace cosas extraordinarias”, afirmó.