Level, la filial de IAG que opera con aviones de Iberia, promete que te lleva lejos porque vuela alto. Que conectan Barcelona con América, ora Buenos Aires, ora Santiago de Chile, ora Nueva York o Boston, Miami o Buenos Aires. En su página web comprometen "precios asesibles incluso en temporada alta" y su concepto de que "tú debes tener el control y decidir cómo quieres que sea tu viaje, por que servicios decides pagar y de qué quieres prescindir" De ahí que fluctúen sus tarifas y servicios: "Tú escoges: tu vuelo, tus normas".
El denominado márquetin experiencial todo lo resiste. Máxime si lo rodeas del inglés: "Fly your way". Vuela a tu modo. Otra cuestión es la realidad, y ahí es donde la modularidad, los precios y los vuelos directos topan con las limitaciones y los incumplimientos. Es lo que ha sucedido a tres oscenses, Beatriz y sus hijos Marina y Erik (bueno, estos dos últimos un poco estadounidenses de nacimiento y vida), que han disfrutado de unas semanas en la tierra de origen de la madre como punto de partida para vivencias en esta provincia y en la península, naturalmente con San Lorenzo como epicentro de las vacaciones. Todo ha transcurrido con la fluidez acostumbrada que impone Beatriz, puro espíritu organizativo prusiano al estilo Sampietro Brosed, pero la peripecia de partida, con la misma nostalgia habitual desde 2001 en que aterrizó en Estados Unidos para dar clases de español y formar familia, ha sido distinta. Como si Murphy hubiera depositado la mirada sobre el núcleo familiar.
El cúmulo de vaivenes del capricho se inició cuando su marido partió hacia Boston, el lugar de residencia, un par de semanas antes para empezar a trabajar. En el viaje a Barcelona para tomar el vuelo -también de Level-, fue objeto del extravío del equipaje de cuyo resarcimiento se hará cargo la compañía de autobuses, aunque todavía no ha cumplido con su compromiso.
Sin deparar en que los infortunios no llegan solos, el destino deparó una ingrata sorpresa a Beatriz, Marina y Erik. El 20 de agosto, estaba marcado su vuelo de retorno con Level, operada por Iberia, fijado para las 18:45 desde el Aeropuerto de El Prat. Tras esa hermosa experiencia que es la espera en la puerta de embarque durante 45 minutos, en los que el pasaje siempre anhela sentarse en los asientos del avión para que pase cuanto antes el cáliz de las turbulencias, los viajeros recibieron la noticia de que se cancelaba el viaje por problemas técnicos en la aeronave.
Sin entender muy bien eso de que el "Fly your way" incorporaba esta inconveniencia del destino, se vieron obligados a recoger el equipaje facturado para dirigirse posteriormente al mostrador de Level con objeto de recabar información. Allí, con la sonrisa que acompaña las malas noticias, Beatriz, Marina y Erik tiraron de resignación cuando les dieron la dirección de un hotel en Sabadell, la fabril ciudad cuyos encantos no están sometidos precisamente al yugo turístico. Allí fueron alojados durante la noche -después de abonar Beatriz el taxi que ha reclamado con dudoso éxito, tirando a nulo-, con el anuncio de que recibirían un correo electrónico con la reubicación en otro vuelo para Boston. Por cierto, el viaje en taxi no fue un capricho sino la respuesta a la advertencia de que el autobús tardaría una hora en partir. No estaba el ambiente para bromas.
Ninguna queja del hotel de Sabadell, todo amabilidad. La ciudad no está mal con su Torre del Agua, el Museo del Arte, el Mercado Central o el Parque de la Concordia, pero no es el destino que en ese momento deseaba la familia, a la que el miércoles 21 Level le comunicaba que el nuevo vuelo era el viernes 23 de agosto a las 21:20 horas con un vuelo de British Airways (la otra integrante de IAG con Iberia) con escala en Londres y salida el 24 de agosto desde la capital británica a las 9:20 para arribar en Boston a als 12:15 del mediodía. Pues nada, espera y en la gran ciudad nuevo abono de taxi y de hotel cerca del aeropuerto, todo a cuenta de los clientes.
Finalmente, cuatro días después de lo previsto, Beatriz, Marina y Erik aterrizaron en Boston, donde no le esperaba la icónica cervecería Cheers ni el equipo de los Celtics, sino la preparación apresurada de sus clases de español para norteamericanos, y es que todo tiene su consecuencia y su perjuicio.
A estas alturas, esta oscense afincada desde hace casi un cuarto de siglo en Boston ha comenzado el proceso de reclamación de sus derechos como consumidora con el reembolso de toda la extorsión ocasionada por Level. Presumiblemente, les abonarán 600 euros por pasajero, como dictan las normas de Iberia, pero la extorsión y el estrés causado no han encontrado todavía un peritaje que explique el perjuicio y la incertidumbre ocasionados. "Low cost, Low Level". Ahí va una propuesta para la próxima campaña de márquetin salvo que sepan responder al resarcimiento que el consumo responsable de Beatriz, Marina y Erik demandan.