Lida, 4.000 kilómetros después, ya está en manos de la sanidad aragonesa

Javier Martín y Just Antolín han protagonizado otra heroicidad y la joven ucraniana embarazada de riesgo ha superado su odisea y está en casa de su hermano

30 de Marzo de 2023
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Lida, Sofía, Just y Javier reponen fuerzas en el viaje.
Lida, Sofía, Just y Javier reponen fuerzas en el viaje.

Ocho mil kilómetros después de que partieran desde Torla hacia Kiev, Javier Martín Hernández y Just Antolín han completado otra heroicidad. Ya participaron en la primera, recién iniciada la invasión de Putin a Ucrania, y lograron traer población civil, fundamentalmente mujeres y niños. Y en la segunda, cuando suministraron 25.500 kilos de alimentos para que cientos de ucranianos pudieran superar los rigores de la guerra y del frío. La tercera era, si cabe, igual de compleja pero requería, además de coordinación y precisión, mucha paciencia.

Todo comenzó cuando Sergei, hermano de Lida, empleado en una auxiliar del automóvil de Zaragoza, cuidador de perros y triatleta, pidió ayuda a Javier Martín por el riesgo vital de su hermana, embarazada con pronóstico inquietante de la precaria sanidad ucraniana. Con una simplicidad diagnóstica inquietante, le atribuían la posibilidad de algún tipo de malformación. "La realidad, afirma Javier, es que ahora mismo toda la prioridad en los hospitales se centra en atender a los soldados". La estadística es apabullante. En el Hospital Central de Kiev, que han visitado los dos expedicionarios afincados en Torla, había 597 ingresados y de ellos 498 sufrían algún tipo de amputación. La totalidad habían sido heridos por metralla.

La combinación de esfuerzos y generosidades ha contribuido a que el viaje que arrancó el 17 de marzo haya sido un éxito, no sin sus aristas y grandes dificultades. Diversas ONGs, el grupo ucraniano del Bajo Cinca, los bomberos de Zaragoza y un buen samaritano oscense que aportó mil euros (el mismo que donó 4.000 en la anterior expedición alimentaria) han sido los vehículos para que los enormes sacrificios de Javier y Just tuvieran premio. Este miércoles, con la ayuda de la ONG Zaragoza Ayuda, Lida, su bebé en las entrañas y la pequeña Sofía (doce añitos) ya están con Sergei.

En medio, se han sucedido las escenas de terror que han contemplado Javier y Just. La visita a la Congregación de St. Joseph y a la de las hermanas de Santa Teresa de Calcuta que han sido soporte y guía, gracias al conocimiento y el contacto de la hermana de Javier. Han allanado muchos caminos para el éxito de la misión. En Kiev, en Bucha y en Irpin, los dos españoles han visitado a soldados amputados, han recorrido los precarios hospitales ucanianos, visto una pared llena de nombres de abatidos en el conflicto, pisado los cráteres de los misiles, abrazado a esa madre que es Nadia desolada por la muerte de sus hijos, contemplado al primer ministro japonés depositando flores en homenaje a los caídos... Y, mientras tanto, esperaban noticias de Lida insistentemente. 

Lida, desempleada, sin casa ni alimentos, embarazada de casi siete meses, se encontraba en Odessa. Hubo de coger un tren a Mariúpol, que iba a ser su origen en principio, y de ahí a Cracovia. El domingo, en la frontera con Polonia, país que realmente está volcado con Ucrania, en la ciudad de Premcyl, un obstáculo en el camino. Siete polizones se habían colado en el tren para huir de la guerra y la deserción está prohibida en el estado invadido. Tras la comprobación de papeles y la detención, pudieron pasar el límite entre las dos naciones y se fueron a Cracovia.

La espera en la cuna de Juan Pablo II iba acompañada por los nervios. Hubo que improvisar nuevos billetes de tren, enlaces distintos... Pero, finalmente, la ayuda polaca y de la congregación de Santa Teresa de Calcuta surtieron efecto. A Javier y Just, ver a Lida y Sofía les pareció un milagro. Ahí estaban frente a ellos, demacradas, delgadísimas, con ropas que no eran suyas, sin calcetines. Si llegaron a las dos de la madrugada del domingo, descansaron cuatro horas y partieron hacia su destino, hacia Zaragoza, eso sí, previo reconocimiento médico de Just a Lida y a la pequeña.

Paradojas de la climatología, de los 16 grados de Ucrania pasaron a atravesar Polonia, Alemania y Francia entre nieves, con unos larguísimos recorridos. Hicieron escala en Estrasburgo, casi 1.200 kilómetros después desde Cracovia. Tras la noche, llegaron hasta Figueras. Y este miércoles, a Zaragoza, a la casa de Sergei, y tras el abrazo final Javier y Just fueron a sus hogares de Torla. En el trayecto, les compraron ropa básica, pararon a que Lida y Sofía comieran (con la ansiedad propia del hambriento) y les cuidadon con un esmero muy especial.

Atrás ha quedado una semana de ayuda humanitaria de Javier y Just, en la que han visitado el hospital general, los refugios, han llevado alimentos a Bucha e Irpin, han ayudado en las curas a soldados con las monjas de Santa Teresa de Calcuta, han salvado a tres personas de los bombardeos continuos... Tras descansar del duro viaje, le esperan ahora las revisiones médicas y los diagnósticos sobre su estado con tecnologías del siglo XXI, junto con los papeleos en su condición de refugiada con ayuda de Cruz Roja y oitras ONG. Al ucraniano, ruso y turco que habla, le habrá de suceder el español. Han dejado atrás otra pesadilla y se le abre un futuro de esperanza. Mientras tanto, Javier y Just descansan de su gesta. Ha sido duro, muy duro. "Pero por ver sonreír a Sofía, todo ha merecido la pena".

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