Manuel Pimentel (Sevilla, 1961) augura un cambio de ciclo que llega con la desglobalización y que va a suponer “la venganza del campo”. Es el título de su libro publicado recientemente y de la ponencia que impartió en Huesca el pasado jueves, en la 26 Jornada Informativa de Riegos del Alto Aragón.
Pimentel, ingeniero agrónomo, licenciado y doctor en Derecho, ha publicado numerosos ensayos, relatos y novelas, fundó su propia editorial, ha ejercido como abogado y consultor, ha presentado en La 2 de Televisión Española un programa sobre historia y arqueología y fue ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en el Gobierno de España presidido por José María Aznar.
En su charla en Huesca ya dejó claro que iba a exponer su propia conclusión. “No voy a contar una historia de buenos y malos. Voy a contar nuestra historia, la que configuró nuestra sociedad europea, lo que hemos vivido en nuestras casas, nuestra mente, esa misma transformación que nos ha configurado hasta llegar al absurdo. Por eso me puse a escribir el libro”, expuso. Es el camino que llevó al cambio del prestigio social de los agricultores a ocultarlos, no valorarlos y “a considerarnos directamente como enemigos del medioambiente y maltratadores de animales”, y que ahora parece dar la vuelta.
El ciclo que ahora termina empezó en 1989, tras el desarrollismo, con la caída del muro de Berlín y la victoria de la guerra fría de Occidente contra la Unión Soviética. “Occidente crea la globalización, con Estados Unidos a la cabeza, que significaba cero aduanas y aranceles, puertas abiertas y libertad de movimiento para mercancías, productos, bienes, servicios y finanzas. Nos pusimos a ello con tal eficacia -señaló Pimentel-, que en muy pocos años todos los países del mundo, salvo algunos como Corea del Norte, empezamos a mercadear en libertad. Jamás en la historia de la humanidad tuvimos un mundo franco, abierto, sin trabas”.
En agricultura, la consecuencia fue que entraron muchos operadores nuevos y “siempre alguien lo va a ofertar más barato”. Los precios iban a bajar. “Fronteras abiertas y un euro fuerte significa que compras barato y tus productos salen caros fuera, por lo que podíamos crecer sin que la inflación repuntara”, recordó el experto agrario.
Además de estas fuerzas dinámicas, "pasó algo que ha sido profundamente transformador y eso nos ha afectado sociológica, cultural y económicamente, la modificación de la cadena de distribución", citó el autor. Tras el primer hipermercado en los 70, "se precipita una carrera rapidísima" que hace que en poco tiempo aparezcan las grandes cadenas de supermercados, los centros comerciales y las grandes superficies. Esas cadenas de distribución hiceron que el poder de compra se concentra en muy pocas manos. “El jefe de compras te atiende, parece que se crea una extraña complicidad, pero al final te dice muy cariñoso: me ha encantado tu producto y estaría encantado de comprártelo, pero fulanito me lo da a este precio así que o lo tomas o lo dejas, ¿Y qué hacemos? Pues lo tomamos, porque es lo que hay, y ese tomar significaba apretón tras apretón”, puso de manifiesto el autor de La venganza del campo.
La "competencia feroz" hizo que los precios empezaran "a bajar, a bajar y a bajar, al punto de llegar de 2000 a 2020 al momento de tener la alimentación más barata de la historia de la humanidad. Jamás fue tan barato comer para una familia occidental como en ese periodo". Puso como ejemplo que a principios de los años 60 la alimentación para una familia suponía un 50 % de su renta y llegó a caer por debajo del 15 %. "Y eso conlleva cambios en una sociedad que además se había hecho urbana. En los 80, la sociedad se desliga mental, cultural y sociológicamente del campo. Ve que come bien, bonito y muy barato. Y viene un cambio sociológico muy importante. En las encuestas desaparece por completo la alimentación, a nadie le preocupa, nadie contempla ni la posibilidad de que un día el supermercado esté vacío, que haya posibilidad de falta de alimentos. El mundo está abierto y siempre alguien nos lo servirá”, se piensa.
“A partir de ahí fuimos empezando a diluirnos -apuntó Pimentel-. Encima llegó la PAC, que que vino a compensar dificultades, pero es verdad que, sobre todo la primera, se enfocaba en que sobran alimentos, por tanto, te pago por no producir. Y a la sociedad urbana le va llegando el discursito de que encima esta gente, que no sabemos muy bien para qué sirve. cobra por no producir. Son unos parásitos. Eso fue una primera devaluación natural”, aseveró.
Siguió explicando el autor que en las sociedades fueron apareciendo "con rapidez y consistencia" nuevos valores, los de sostenibilidad, medioambiente y naturaleza. "Preocupaba mucho. Eso me hizo escribir La venganza del campo, porque veía lo que iba a pasar, no tenía ninguna duda", explicó. Para Pimentel, el clímax llegó el 2008, "cuando el ministerio que tradicionalmente se llamaba de Agricultura, Pesca y Alimentación -ahora, afortunadamente, también se llama así- cambió. Los gobernantes entendieron que esto era caña de España, antiguo, y le cambiaron el nombre por algo más molón, a Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino”, recordó.
Eso seguiría la mirada de la sociedad, que "no valoraba lo que producimos y sí valoraba mucho el medioambiente, medio rural y marino, una realidad sociológica urbana que iba a condicionar las leyes. Y pasó que, en todos los países europeos, con gobiernos bien distintos entre sí, todas y cada una de las normas que se han ido aprobando desde entonces recogen esa sensación y han limitado, restringido y siempre encarecido la producción agraria, sin excepción”, enfatizó el experto agrario.
La situación ya despertó alarmas. “Empezamos a pedir atención, que esto significa que vamos a producir menos y más caro, pero no le llegaba a la sociedad, porque en el supermercado seguía habiendo alimentación buena, bonita y barata”, constató.
"En eso estábamos, cuando Europa, simplificando mucho, vino a decir que el campo de los europeos es para pasear -agregó-. ¿Y los alimentos? Eso que lo produzcan otros, que no les vamos a preguntar mucho. Y aparece eso tan irritante en la norma, la desconfianza. No es que los burócratas en Bruselas sean unos tipos pervertidos, es que recoge la mirada de la sociedad. En el fondo, creen que somos enemigos del medioambiente, que estamos deseando cargarnos las aves, contaminar los suelos, dilapidar, y tienen que protegerse de nuestra maldad intrínseca. Y ves que en la norma los únicos ejes que pueden prosperar son los vinculados a sostenibilidad, etcétera. Desapareció todo el interés en producir alimentos, no existe”, insistió Pimentel.
Como explicó el autor, todo eso ocurrió en el ciclo anterior y terminó con "los agricultores humillados en nuestra dignidad -aseveró- porque se nos ha considerado algo que no somos. Ni somos enemigos del medioambiente ni maltratadores de animales, cumplimos con mucha dignidad un deber sagrado que es alimentar a la sociedad, y lo hacemos lo mejor que podemos y además tenemos ambición de mejorar en todas estas materias. Pero percibíamos cómo íbamos a la ruina y encima siendo mal vistos y criticados”.
EXPLOTÓ Y SURGIÓ LA TRACTORADA
"Tenía que explotar", y surgió la tractorada, "bendita tractorada", a juicio de Pimentel. "Fue un momento muy importante, que golpeó la neurona, fue muy oportuno. Y como no podía ser de otra forma -y lo íbamos diciendo-, esa dinámica de abaratamiento de alimentos iba a tener fin, y ese fin llegó por primera vez en 2018, empezaron a pasar cosas que significaban el cambio de ciclo en el que vamos a entrar”.
El primer paso fue cuando Estados Unidos, "de un día para otro, comienza a poner aranceles, entre otros, a los europeos. Detrás había todo un aparato intelectual que había llegado a una conclusión diciendo: hemos creado la globalización, hemos abierto las fronteras, nuestra armada protege el tráfico comercial mundial, ¿y quién se lo está llevando calentito?, ¿quién está ganando la dinámica de globalización? China se había convertido en una superpotencia porque jugó muy bien sus cartas. Hasta aquí hemos llegado, dijeron, y cambiaron las reglas de juegos en mitad del partido. Comenzaron los aranceles”, expuso.
La desglobalización significaba, mencionó Pimentel, "aduana por aquí, arancel por allá, echar arenita en un engranaje perfecto. De la noche a la mañana, vemos cómo un contenedor que iba a China por 1000 dólares se pone a 8000 a 10000…, que las fábricas de coches tienen que parar porque no tiene microchip y los alimentos comienzan a subir y a subir. Tenían que hacerlo y todavía van a subir”.
Aludió Pimentel a que llegaron los desajustes. "Ya ese mundo no va a ser ni tan transparente, ni tan cómodo, ni tan abierto, ni tan franco. Por tanto, estamos en un proceso de desglobalización, matizada, va a quedar mucho más abierto que antes, pero de perfil todavía incierto. En todo caso, el mundo que conocimos de la globalización ya no existe".
La consecuencia ha sido que, al igual que cuando globalizas la dinámica del precio medio de la cesta de la compra es a la baja, "crece cuando empiezas a poner dificultades" al mercado global. "El primer escenario que nos vamos a encontrar en este cambio de ciclo -explicó- es que se acabó esa mirada europea de no querer producir aquí porque ya lo compraré fuera más barato cada vez. Era un sueño de verano, porque no hay nada que dure, y comenzaron a subir los precios y los desajustes".
Puso el ejemplo de que el tendero que había erradicado de su vocabulario el “te pago un poquito más”, ahora, si obtiene garantía de suministro, está dispuesto a hacerlo. “Esa es una revolución. Empieza una preocupación por el suministro que hasta entonces no teníamos y que ha llegado para quedarse. No ha hecho más que comenzar”, remarcó.
“Esa sociedad urbana que no valoraba los alimentos, de repente ve cómo empiezan a subir. Ya tenemos capacidad de lanzar los mensajes porque empezamos a ser algo más relevante -consideró el exministro-. Y a efectos prácticos, lo que la sociedad urbana entiende de verdad es lo que vale el carro de la compra. Hace tres años estaba a 125 euros la media, hoy está a 200 y eso le duele. Y si seguimos no produciendo, encareciendo, castigando al productor -en la dinámica del ciclo anterior-, la cesta de la compra va a seguir subiendo y costará 300, 400, 500 euros”.
“La sociedad ha querido castigar de una forma u otra la producción y recoge lo que ha sembrado, menos oferta y subida de precios. Y ese es el cambio que estamos empezando a experimentar”, resumió.
"Tardará un poquito más, un poquito menos, pero va a volver a haber un foco en la producción agraria -consideró-. Al final lo vamos a necesitar, porque en caso contrario va a subir la cesta de la compra tremendamente. El final está escrito, veremos lo que tarda en llegar. Hay un cambio de mirada que ya se está notando en los discursos en la Comisión Europea, en los distintos partidos, ya hay quien dice que nos hemos pasado de rosca”.
En este cambio de ciclo hay una constante. Pimentel explicó que "el mundo sigue creciendo en población, no al ritmo que creíamos, y -esto es matemática, no es opinable- cada año necesita más comida. A ello se suma que disminuye superficie fértil agraria. Eso significa algo que todavía no nos atrevemos ni a decir porque la sociedad no está preparada: tenemos que producir más por hectárea. Es un shock, pero esto es lo que viene. La matemática funciona. Cualquier gobierno de cualquier signo va a ir cambiando el discurso. Todavía nos queda aguantar que nos den sustos, que quieran quitar los regadíos enteros, pero olvidaros, os digo -trasladó a los regantes- que habrá voces de ampliar incluso la superficie de riego”, aseveró.
TRES ASPECTOS FUNDAMENTALES PARA EL FUTURO
Con este cambio de ciclo "evidente", Manuel Pimentel apuntó tres aspectos fundamentales "en este mundo exigente, de más precio, pero más costes: una economía de escala, integración vertical e innovación y mecanización".
En integración dijo que "se está produciendo delante de nuestras narices y es de arriba a abajo. El factor de producción se convierte en más importante, valemos más. Irá llegando a la sociedad, a la que todavía no le duele mucho la cartera, pero le dolerá".
Sobre el eje de la economía de escala explicó que la unidad de explotación, no de propiedad, tiene que ser mayor. "No da. Hay que diluir gastos generales, inversiones y aquí hay muchísimas formulas: inversiones, arrendamientos, explotaciones en común, cooperativas... Que cada uno escoja la que mejor le venga y bendita libertad para que cada uno determine su propio futuro, pero no tengáis duda de que la economía de escala viene, hay que ir trabajando para todo esto", aconsejó.
Finalmente el "gran reto de la innovación. Vamos a necesitar agua, pero no solamente es agua. En todos los ámbitos, la innovación agraria va a ser muy determinante. Tenemos que producir más con menos y ese es un gran reto tecnológico. Vamos a tener que mecanizar todo aquello que sea mecanizable y más allá", lanzó.
Como la alimentación va a tomar prestigio, los estudiantes acuden a las universidades y se va a tener cubierta la parte de ingenieros agrónomos, veterinarios, biólogos, bioquímicos, hidráulicos…. "Lo que va a desaparecer por completo -añadió Pimentel- es la mano de obra y los operarios, no hay esperanza. Dentro de dos años habrá menos que ahora y dentro de cinco, menos. Ni la inmigración lo podrá paliar. Por tanto, apostó por construir un futuro "con inversiones en aquello que sea mecanizable. Porque realmente el factor limitante, a parte de recursos y agua, va a ser la mano de obra de primera línea. Un gran reto por delante que tenemos que cubrir”, alertó el autor.
Para terminar, Manuel Pimentel ensalzó el trabajo de los agricultores, desarrollado "a veces con grandes incomprensiones". "Habéis aguantado años de malos números y encima no reconocido y encima acusados -dijo a los regantes-. Y eso ha tenido mucho mucho mérito. Es importante que os sintáis muy orgullosos, muy satisfechos, porque con vuestro esfuerzo, a pesar de las incomprensiones, no solamente estáis luchando por llevar el pan a la casa de vuestro hijos, estáis luchando para llevar el pan a la casa de los hijos de todos los demás”, finalizó.