Martín Pinos Quílez, doctor en Ciencias de la Educación, considera que debemos replantearnos el sentido de la finalidad de la evaluación y entender que, aunque los números son importantes para el registro personal del docente y pueden facilitar el proceso de calificación, no contribuyen por sí solos a la mejora del aprendizaje del alumnado.
Según él, es crucial comprender que "los números, siendo importantes, lo son para los registros personales que hace el docente en sus cuadernos, de cara a que finalmente tiene que calificar".
Pinos enfatiza que la retroalimentación es clave para el aprendizaje y que las notas numéricas, incluso acompañadas de comentarios, no generan mejoras en los estudiantes, según lo demuestran diversos estudios.
El verdadero cambio en el aprendizaje se produce cuando los estudiantes reciben comentarios sin una calificación numérica. "Eso sí incide en la mejora del aprendizaje porque el alumnado, cuando no tiene nota, tiene que adivinar cuál ha sido el resultado, y la única manera es leerse detenidamente la información que está proporcionando el docente".
Esta afirmación está respaldada por investigaciones que se lleva rnealizando en las últimas dos décadas y a las que cree que es hora de hacer caso. Según estima, la evaluación debe transformarse en un proceso que fomente el aprendizaje y no simplemente en un mecanismo de clasificación. "Las notas numéricas estorban, enturbian la mirada del alumnado y también la del docente".
El doctor en Ciencias de la Educación participó este viernes en Huesca en la jornada de reflexión y debate "Una evaluación más allá de los números", organizada en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner por la Plataforma en Defensa de la Escuela Pública.
El objetivo de esta jornada ha sido reflexionar sobre las diversas formas de entenderla y sus consecuencias en la labor docente, la calidad pedagógica y aspectos clave como la desmotivación, despersonalización y la confusión que puede generar la evaluación en la comunidad educativa.
Junto a Martín Pinos, intervino también Juan Antonio Rodríguez Bueno, diplomado en Magisterio y licenciado en Psicopedagogía.
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En representación de la entidad organizadora, Charo Ochoa le dijo que, aunque la evaluación es una tarea inherente a la labor docente, se ha transformado en una labor compleja. Esta situación preocupa a la Plataforma en Defensa de la Enseñanza Pública, ya que considera que está afectando negativamente la calidad educativa. "El profesorado no se siente respaldado ni satisfecho, y percibe que no está brindando la atención adecuada al alumnado".
Ochoa agregó que, aunque es fundamental cumplir con la normativa vigente, en ocasiones es necesario el debate y la reflexión cuando se considera que se está produciendo una aplicación excesiva de ciertos aspectos.
En una entrevista previa con este periódico, Pinos destaca la importancia de comprender la finalidad de la evaluación en cualquier contexto, ya sea educativo o empresarial. "Lo importante cuando hablamos de la finalidad de la evaluación es entender que lo que persigue en el contexto que sea es mejorar la realidad que estamos evaluando".
Pinos enfatiza que la evaluación debe centrarse también en la mejora de la enseñanza por parte del profesorado, ya que repercutirá directamente en el aprendizaje del alumnado.
Pinos destaca que la normativa educativa ha evolucionado para fomentar un proceso evaluativo con un enfoque formativo. "Tenemos una normativa que ha recogido también lo que en normativas anteriores, como la LOE, se planteaban para insistir en un proceso de evaluación con un carácter marcadamente formativo".
Esta normativa establece criterios de evaluación que definen lo que el alumnado debe alcanzar o aprender, y a partir de estos criterios, se propone "crear situaciones de aula y de aprendizaje coherentes y potentes que permitan al estudiante alcanzar las capacidades necesarias".
"Estas situaciones deben, si es posible, conectar con la vida y con las inquietudes, intereses y motivaciones del propio alumno", añade.
Utilizar buenos instrumentos de evaluación es clave para que el alumnado sepa cómo mejorar en lo que debe aprender. "Por ejemplo, si queremos que los estudiantes sean capaces de expresarse oralmente, de exponer ideas de manera clara y correcta, o de escribir con claridad, debemos proporcionarles herramientas que les permita saber cómo mejorar tanto en la escritura como en la exposición oral".
Estas herramientas les permitirán comprobar si lo que están haciendo realmente se ajusta a lo que se les va a evaluar. Además, estos instrumentos les servirán para realizar autoevaluaciones o evaluaciones entre compañeros. "Sabemos que en este proceso de autorregulación y colaboración, el aprendizaje se refuerza de forma importante".
Una buena evaluación, estima el especialista, es aquella que parte de criterios claros y utiliza herramientas que fomentan la autogestión del aprendizaje. Además, es fundamental que incorpore la metacognición, es decir, aquellos procesos que permiten que los alumnos reflexionen sobre cómo están aprendiendo.
LAS LEYES
Martín Pinos recuerda que la evaluación educativa no solo se refiere a las pruebas o exámenes que se les aplican a los estudiantes, sino a un proceso completo que incluye diversas acciones. Este proceso permite a los docentes obtener información sobre el aprendizaje de los alumnos, con el fin de tomar decisiones que mejoren su rendimiento.
Aunque los instrumentos de evaluación pueden llevar a una calificación final, es importante entender que ésta no es el objetivo principal. Pinos indica que es sólo "una consecuencia" y "una necesidad legal que permite conocer el resultado del aprendizaje, pero la evaluación tiene otras funciones importantes, como la mejora continua".
Cada centro educativo tiene su propio enfoque de evaluación, establecido en el proyecto educativo del centro y en los proyectos curriculares de cada etapa. Estos principios guían la evaluación que se realiza en el aula, aunque siempre debe ajustarse a la normativa vigente.
Actualmente, la evaluación formativa está regulada por las órdenes del currículum de la LOMLOE. A diferencia de las normativas anteriores, que tenían órdenes específicas para la evaluación, esta ley ha integrado estas consignas dentro de las órdenes de currículum para cada nivel educativo, estableciendo criterios de evaluación, objetivos y contenidos para cada etapa educativa.
Una de las principales ventajas de la LOMLOE es que ha flexibilizado los criterios establecidos para la evaluación, a diferencia de la normativa anterior, la LOMCE, que era muy rígida y detallada. Antes, los docentes debían asumir una carga considerable de estándares de aprendizaje evaluables. Por ejemplo, explica Pinos, "en primero de Primaria, en asignaturas como inglés, se debía evaluar un gran número de estándares para cada alumno, lo que generaba una carga administrativa y de evaluación excesiva, ya que para cada estándar había que realizar registros múltiples a lo largo del curso". Este enfoque resultaba muy laborioso para los docentes, especialmente cuando se tenían que evaluar a grandes grupos de estudiantes en varias materias.
La LOMLOE ha reducido la cantidad de estos estándares, permitiendo una evaluación más centrada en criterios generales. Además, da más libertad a los centros educativos para adaptar los criterios de evaluación a sus necesidades, lo que facilita una evaluación más coherente con las características de cada grupo. Así, cada centro puede ajustar los criterios a su realidad, por ejemplo, en función de las características de su alumnado o el contexto socioeconómico de la localidad.
Esta flexibilidad también puede propiciar disparidad en la aplicación entre diferentes centros o incluso entre distintos ciclos o clases dentro de un mismo centro, pero Pinos estima que, en cualquier caso, el marco normativo asegura que los criterios fundamentales y los objetivos de aprendizaje se respeten.
LOS EXÁMENES
La normativa insiste en la necesidad de diversificar los instrumentos de evaluación para ofrecer una visión más completa del aprendizaje del alumno. De hecho, se subraya la importancia de que estos instrumentos sean adaptados al contexto y las características del alumnado para poder realizar una evaluación más objetiva.
El examen, por su naturaleza, no debe ser el único medio de evaluación. Se ha demostrado que un examen puede no reflejar fielmente el conocimiento de un alumno, debido a factores como la ansiedad, que afecta el rendimiento cognitivo.
En particular, los estudiantes con ansiedad pueden sufrir problemas de memoria durante un examen debido a los efectos del cortisol, la hormona del estrés.
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ASPECTOS MEJORABLES
En cuanto a posibles mejoras de la ley, uno de los aspectos que Martín Pinos menciona es la necesidad de mayor orientación por parte del Ministerio de Educación. Aunque la normativa ha dado un margen de libertad a los centros para concretar los criterios de evaluación, Pinos considera que hubiera sido útil que el Ministerio y las comunidades autónomas hubieran proporcionado una propuesta orientativa de concreción de estos criterios.
"Esto habría ahorrado tiempo y esfuerzo a los docentes, que actualmente deben realizar este trabajo de forma independiente, lo que implica una considerable dedicación de horas para definir cómo aplicar los criterios en cada centro educativo".
"Si hubiera una base común proporcionada por equipos especializados de docentes, los centros podrían contextualizar esos criterios a su propia realidad, pero sin tener que empezar desde cero", añade.
Otro aspecto crítico que destaca Pinos es la premura con la que se aplicó la nueva ley. Debido a la proximidad de las elecciones, la ley fue implementada rápidamente, lo que implicó que muchos cambios, especialmente en las programaciones curriculares y los diseños de aula, fueron aplicados sin los procesos adecuados de formación previos para los docentes.
La falta de formación inicial obligó a los docentes a afrontar la ley sin una comprensión total de cómo implementarla correctamente. Según Pinos, si se hubieran dado más tiempo y recursos para la formación del profesorado antes de la aplicación, los cambios habrían sido más efectivos.
La realidad es que la carga burocrática abruma a buena parte del profesorado. Se trata de una cuestión que afecta no solo a la evaluación, sino a otros aspectos administrativos que exigen un sinfín de registros y documentación. Si bien en algunas zonas de Aragón, como en Zaragoza, la situación parece más relajada, otras áreas del territorio experimentan un enfoque más rígido respecto a los registros de calificación.
Pinos insiste en la importancia de que los centros puedan centrarse en lo que realmente importa: la enseñanza. Para él, el objetivo de la evaluación debe ser siempre la mejora del aprendizaje, y los registros deben limitarse a lo estrictamente necesario para retroalimentar a los alumnos y valorar su progreso. Demasiada burocracia puede restar tiempo valioso que podría invertirse en el aula, diseñando actividades y propuestas que mejoren la educación de los estudiantes.