En las localidades golpeadas por la última DANA (Para los pocos que aún no lo sepan ‘Depresión Aislada en Niveles Altos’), la emergencia inicial ya ha pasado, pero las consecuencias persisten, especialmente en el ámbito de la seguridad alimentaria. Las aguas retenidas en campos y calles no solo han sido un problema de evacuación, sino que se han convertido en una auténtica ‘sopa microbiológica’ donde proliferan bacterias y otros microorganismos, creando una amenaza sanitaria para los habitantes de la zona y voluntarios.
LOS PELIGROS INVISIBLES EN LAS AGUAS ESTANCADAS
Uno de los riesgos más preocupantes que dejan las inundaciones son las bacterias, virus y parásitos que encuentran en las aguas estancadas su caldo de cultivo ideal. Patógenos como la Escherichia coli, Salmonella y otros microorganismos dañinos pueden llegar a reproducirse rápidamente, contaminando cualquier superficie o alimento con el que entren en contacto. Estos agentes invisibles representan un riesgo para la salud humana, causando enfermedades gastrointestinales graves y, en casos extremos, infecciones potencialmente mortales sobre todo en los conocidos como ‘grupos de riesgo’: niños, ancianos, embarazadas y personas con el sistema inmune comprometido.
A ello se suma el problema de los cultivos contaminados que han sobrevivido a la fuerza del agua. Aunque algunos vegetales siguen en pie, han quedado contaminados por sustancias químicas arrastradas por el agua y el lodo. Desde pesticidas y fertilizantes hasta residuos industriales, un cóctel de compuestos químicos tóxicos se ha asentado en los cultivos, haciéndolos, en muchos casos, inviables para el consumo humano.
LA AMENAZA DE RESIDUOS Y MATERIA ORGÁNICA EN DESCOMPOSICIÓN
El desastre también ha traído consigo un aumento en la acumulación de basura y residuos orgánicos en descomposición, que pueden volverse rápidamente un foco infeccioso. En medio del caos, se apilan restos vegetales y animales, provocando la aparición de roedores, que son vectores de transmisión de enfermedades alimentarias. Junto a estos pequeños ‘visitantes’, también pueden proliferar insectos, como mosquitos y moscas, teniendo en cuenta que el tiempo está loco, que agravan el riesgo de transmisión de enfermedades.
Recomendaciones de seguridad alimentaria para los habitantes de las zonas afectadas y voluntarios
Ante esta situación, los especialistas han emitido recomendaciones precisas para reducir al máximo los riesgos sanitarios derivados del consumo de alimentos y agua en las zonas afectadas:
1.- Agua solo embotellada: Ante la duda, la recomendación número uno es sencilla: nunca consumir agua cuya procedencia no sea 100% segura. Esto implica evitar beber agua de pozo, fuentes naturales o, peor aún, de aguas retenidas. La única alternativa completamente segura es el agua embotellada. Ni siquiera hervir el agua es seguro, ya que numerosos contaminantes químicos que puedan estar disuelta en ella, se eliminarán con este tratamiento.
En las localidades golpeadas por la última DANA (Para los pocos que aún no lo sepan ‘Depresión Aislada en Niveles Altos’), la emergencia inicial ya ha pasado, pero las consecuencias persisten, especialmente en el ámbito de la seguridad alimentaria. Las aguas retenidas en campos y calles no solo han sido un problema de evacuación, sino que se han convertido en una auténtica ‘sopa microbiológica’ donde proliferan bacterias y otros microorganismos, creando una amenaza sanitaria para los habitantes de la zona y voluntarios.
LOS PELIGROS INVISIBLES EN LAS AGUAS ESTANCADAS
Uno de los riesgos más preocupantes que dejan las inundaciones son las bacterias, virus y parásitos que encuentran en las aguas estancadas su caldo de cultivo ideal. Patógenos como la Escherichia coli, Salmonella y otros microorganismos dañinos pueden llegar a reproducirse rápidamente, contaminando cualquier superficie o alimento con el que entren en contacto. Estos agentes invisibles representan un riesgo para la salud humana, causando enfermedades gastrointestinales graves y, en casos extremos, infecciones potencialmente mortales sobre todo en los conocidos como ‘grupos de riesgo’: niños, ancianos, embarazadas y personas con el sistema inmune comprometido.
A ello se suma el problema de los cultivos contaminados que han sobrevivido a la fuerza del agua. Aunque algunos vegetales siguen en pie, han quedado contaminados por sustancias químicas arrastradas por el agua y el lodo. Desde pesticidas y fertilizantes hasta residuos industriales, un cóctel de compuestos químicos tóxicos se ha asentado en los cultivos, haciéndolos, en muchos casos, inviables para el consumo humano.
LA AMENAZA DE RESIDUOS Y MATERIA ORGÁNICA EN DESCOMPOSICIÓN
El desastre también ha traído consigo un aumento en la acumulación de basura y residuos orgánicos en descomposición, que pueden volverse rápidamente un foco infeccioso. En medio del caos, se apilan restos vegetales y animales, provocando la aparición de roedores, que son vectores de transmisión de enfermedades alimentarias. Junto a estos pequeños ‘visitantes’, también pueden proliferar insectos, como mosquitos y moscas, teniendo en cuenta que el tiempo está loco, que agravan el riesgo de transmisión de enfermedades.
RECOMENDACIONES DE SEGURIDAD ALIMENTARIA PARA LOS HABITANTES DE LAS ZONAS AFECTADAS Y VOLUNTARIOS
Ante esta situación, los especialistas han emitido recomendaciones precisas para reducir al máximo los riesgos sanitarios derivados del consumo de alimentos y agua en las zonas afectadas:
1.- Agua solo embotellada: Ante la duda, la recomendación número uno es sencilla: nunca consumir agua cuya procedencia no sea 100% segura. Esto implica evitar beber agua de pozo, fuentes naturales o, peor aún, de aguas retenidas. La única alternativa completamente segura es el agua embotellada. Ni siquiera hervir el agua es seguro, ya que numerosos contaminantes químicos que puedan estar disuelta en ella, se eliminarán con este tratamiento.
2.- Cuidado con la cadena de frío: Aquellos alimentos que requieran refrigeración o congelación y hayan sufrido una rotura de la cadena de frío son peligrosos y deben ser descartados sin excepción. La pérdida de frío es el entorno ideal para el desarrollo de bacterias que podrían provocar intoxicaciones alimentarias.
3.- Nada de alimentos que hayan tocado lodo o aguas residuales: Aunque pueda dar pena, cualquier alimento que haya estado en contacto con agua o lodo de las inundaciones debe ser desechado. Solo los alimentos envasados en vidrio (si han sobrevivido a los golpes) o en lata pueden salvarse, siempre que se laven y desinfecten adecuadamente antes de abrirlos.
4.- La higiene, más importante que nunca: En un contexto de alto riesgo sanitario, la higiene en la preparación de alimentos es esencial. Un lavado exhaustivo de manos antes de cocinar o comer es una de las medidas más efectivas para evitar contaminaciones. En caso de no poder acceder a agua y jabón, pueden usarse toallitas desinfectantes o gel hidroalcohólico. Además, es fundamental lavar bien los utensilios de cocina y cualquier superficie de trabajo con desinfectantes adecuados.
5.- Mantener las superficies limpias y desinfectadas: Tanto dentro como fuera del hogar, las superficies deben limpiarse a fondo, especialmente si estuvieron expuestas a lodo o aguas de inundación. La desinfección regular es una medida clave para evitar la propagación de microorganismos patógenos.
El escenario que enfrentan estos municipios es desafiante y exige responsabilidad y precaución. La seguridad alimentaria es uno de los pilares para que los habitantes puedan empezar a normalizar sus vidas. Aunque las medidas recomendadas puedan parecer un tanto extremas, la prevención es la mejor herramienta para evitar males mayores en un entorno donde los riesgos invisibles están al acecho.