El director del Museo Pedagógico de Aragón, Víctor Juan, ha proclamado este miércoles que “todas las víctimas son igualmente importantes” y que “no había ninguna razón para que nadie pagara con su vida por tener ideas o ser distinta”.
Juan ha intervenido en el acto organizado por el Colectivo Ciudadano en el cementerio civil de Huesca, donde se ha recordado a los 95 hombres y mujeres que fueron fusilados el 23 de agosto de 1936 y a todas las víctimas de la guerra civil, y ha reclamado una sociedad "más decente".
Según ha indicado, con su aportación pretendía una sociedad “un poco más decente, que buena falta le hace”, convencido de que actos como el celebrado contribuyen a construir un mundo “un poco más habitable”.
Ha confesado que lo que más le impresiona de aquel 23 de agosto, además de que se matase en Huesca a 95 personas en un solo día, es que se trataba de gente “como nosotros, exactamente igual que nosotros”.
“Tenían sueños, a veces estaban tristes, tenían amigos que estaban enamorados, que querían a sus hijos, que tenían madres… y por la sublevación, por la injusticia, por la sinrazón, por el odio por aquellas personas se convirtieron en bestias”, ha lamentado.
Reconoció que, como patrono de la Fundación Ramón y Katia Acín, le conmueve especialmente la historia de Concha Monrás, pero ha subrayado que “todas las víctimas son igualmente importantes, aunque las conozcamos menos, aunque no hubieran estudiado, aunque no tocaran el piano, aunque no fueran deportistas, aunque no tuvieran un grupo de teatro, aunque no estuvieran casadas con un señor que se llamaba Ramón”.
“Todas son igualmente dignas”, ha enfatizado y ha leído un párrafo de una carta que la esposa de Ramón Acín escribió a un primo suyo, Francisco Casanovas, en 1924, tras el nacimiento de su hija Katia, como una muestra más de, como el resto de víctimas, era una persona “normal con preocupaciones normales”.
“Bueno, primero de nada, les presentó a mi chiqueta, es la preciosidad más maja de Huesca. Ella, por sí sola, se lo dice todo. Ahora les diré sus gracias: no llora nunca, siempre placentera o riéndose a carcajadas, y ya dice papá, mamá, tata y otro montón de cosas que ella solamente entiende. Y es lista como una ardilla. No le encuentro yo sola tantos encantos, todos lo que la conocen, la quieren”.
Víctor Juan ha señalado que ella encuentra en este fragmento “a la madre, la compañera, la ciudadana, la amiga y la hija, y a todas las víctimas de este día terrible para Huesca. Y a todas las víctimas, las 500 y pico que nos ha contado Víctor en ese libro que es un Monumento a la paz (Todos los nombres. Víctimas y victimarios (Huesca, 1936-1945). Y a las víctimas de todas partes, porque todas fueron igualmente injustas y no había ninguna razón para que nadie pagara con su vida tener ideas o ser distinta”.