Víctor González y Federico Valencia son dos de los cocineros en centros escolares de la provincia. Ambos trabajan en Huesca, el primero en el San Vicente y el segundo en el Juan XIII, con cientos de niños en sus comedores, y ambos estarán este jueves, a las 18 horas, ante el Pignatelli manifestándose "por un trabajo digno" con el resto de sus compañeros de Jaca, Sabiñánigo, Sallent, Aínsa, Broto, Binéfar, Fraga, Monzón, Barbastro, Sariñena…
“Por lo menos que nos oigan, a ver si logramos que nos hagan caso porque así no podemos seguir”, dice Valencia, que cocina, junto con un solo ayudante, para cerca de 300 niños cada día un menú con sus variantes por intolerancias, alergias, tradiciones religiosas…
Según explican, se rigen por un convenio de hace más de 30 años, y llevan desde hace cinco planteado sin resultado sus reivindicaciones.
Una de sus quejas es que son el único colectivo de educación que no tiene ratios. “Lo mismo puede estar un cocinero para 90 alumnos que para 400. Eso no puede ser”, apunta González. A ello se suma que “no nos sustituyen. Si no es una baja de más de diez días no nos mandan a nadie. Si uno se pone malo, el otro se queda solo y es un papelón”, apunta Valencia.
Son personal laboral fijos-discontinuos, con una oposición aprobada, y cada julio y agosto se van al paro; además este año, “por un problema de la Administración”, Víctor González y otros compañeros no han cobrado esa prestación.
“Hacemos muchas horas extras que no nos pagan, las vacaciones y los días libres no los elegimos, nos los impone la Administración. Si el colegio empieza el día 8 nos dan vacaciones del 1 al 7, como si no tuviéramos que poner las cocinas en marcha, comprar género, pedidos… Estamos presionados por todos los lados”, agrega Víctor González.
La Plataforma por unos Comedores Escolares Públicos de Calidad apoya sus reivindicaciones. “Valoran nuestro trabajo. La mayoría no conoce lo que es la línea fría que se utiliza en muchos centros, que debería estar prohibida. Es comida que traen incluso de otras comunidades autónomas. Se cocina el fin de semana, se lleva a los colegios para toda la semana, y lo que se hace es recalentar”, explica González.
“Nosotros -dice Valencia- ofrecemos todo recién hecho. Saco las bandejas 5 minutos antes de que hagan falta, no como se hace en otros comedores sin cocina, que se guarda en mesas calientes y se sirve como esté, y suele ser como la suela de un zapato”, expresa. Para ver la aceptación de su cocina no hay más que fijarse en la cantidad de familias que deciden usar este servicio en el colegio.
Apuntan que en vez de potenciar las cocinas de los centros escolares el servicio se externaliza; “es más barato… todo es una cuestión económica”, lamenta Valencia. “Van a por nosotros, somos los últimos mohicanos. Ojalá se valorara lo importante que es dar de comer bien a los niños”, culmina Víctor González.