Fernando Mompradé y su pareja, Elena Medvedeva, viven este domingo de ilusión (deportiva) en toda España la decepción y el enfado monumental de una práctica de Iberia que es tan legal, por lo que reconoce el comerciante oscense, como desquiciante. Una de esas incongruencias en un país en el que se presuponen derechos del consumidor, y a la que se bautiza con un anglicismo, overbooking (ya castellanizado por la Real Academia de la Lengua Española), esto es, la sobreventa de plazas fundamentalmente hoteles o aviones.
Fernando, que ha tenido un año de una enorme actividad tanto por el cambio de imagen del negocio iniciado por sus padres Ángel y Lourdes como por su innovadora campaña en toda España de promoción de las pescaderías tradicionales por lo que representa de consumo responsable y salud, había programado un viaje soñado. Y, sin embargo, ha vivido en un uso de una ética empresarial más que discutible una mañana en la que Murphy se ha apoderado del Aeropuerto de Barajas, en concreto de la zona de Iberia donde la pareja tenía que tomar la senda del embarque. Ahí el sueño se reconvertía en pesadilla.
Lamentaba ante este firmante Fernando, en conversación wasapera, que no podría ver el España-Inglaterra porque estaría volando hacia San José de Costa Rica. Eran las 9:29 y poco más de una hora después expresaba sus dudas. "Estoy pendiente de Iberia, que yo pensaba que era una compañía seria, pero tiene la costumbre, como todas, de vender más billetes de los que caben en un avión para asegurarse de que se llena, aunque con eso jueguen con la ilusión de las vacaciones de las personas. Estamos en lista de espera a pesar de haber comprado billete hace seis meses porque no hice el check in anticipado, no pensaba que fuera necesario, nunca lo había hecho, por lo que me puedo quedar en tierra".
La práctica, legal como insiste, implica que el mismo servicio se vende dos veces a personas distintas. Ni siquiera se plantea, más allá de ese trámite informático, realizar una llamada comprobante en el caso de que no se haya remitido, a pesar, insiste el comerciante, de que hace seis meses abonó los 2.800 euros por los dos pasajes. "Tenemos que esperar a ver si fallan seis personas de las diez de exceso del pasaje".
Como un reloj de arena, la desesperación se ha ido nutriendo con el retraso. Primero una hora que, de no haberse producido, hubiera propiciado su embarque porque no llegaban unos turistas italianos que tenían que enlazar. Luego, 90 minutos (eran las 12:47). A las 14:11, la confirmación fatal: "Nos quedamos en tierra. Cero disculpas. Cero ayuda a desandar el camino y recuperar maletas. Cero empatía. Trato deshumanizado".
Telegráficamente, Fernando expresa su desánimo, al que se suma otra inquietud. El equipaje (con medicamentos que necesitan continuamente) ya está camino de Costa Rica y él ha de tener la esperanza de encontrarlo cuando el lunes consiga alcanzar San José junto con el resto de viajeros. Ya se sabe, afirma, que los lunes hay menos demanda y lo que hace la compañía con el "overbooking" es incrementar la facturación al costa del sacrificio de algunos. "Aquí hay gente muy desesperada, una chica que tenía que enlazar para ir a Nicaragua y todo se le complica".
También a Fernando y Elena, que ven truncado el programa previsto. Pierden un día, justo en el que tenían planificado ir a esa maravilla que es Tortuguero, y luego han de recomponer el plan para acudir a Limón, a volcanes y cataratas en parques nacionales, a otros destinos del Pacífico. Todo en el aire porque todo va enlazado en los desplazamientos.
De esta manera, con profunda decepción, tendrán la oportunidad de ver el España-Inglaterra, que no era el mejor de sus planes, desde un hotel en las afueras de Madrid y mascullando el gran enfado con la compañía aérea y su práctica de overbooking: "Gracias, Iberia". Es ironía, claro.