A las 16:35 horas, ha caído el último vestigio de los dos edificios de las plazas de San Félix y San Voto, y lo ha hecho con su simbología. Los operarios de Hormigones Grañén, que han tardado aproximadamente hora y media en derribar el más grande de los dos amenazados por ruina, se han preocupado de cesar en sus trabajos momentáneamente para recoger la placa que reza Plaza de San Voto, pieza de coleccionismo por su significado.
Desde que comenzara la demolición esta mañana de miércoles, los trabajos no se han detenido y apenas siete horas después todo ha quedado reducido a escombros. El trabajo de los empleados de Hormigones Grañén no sólo es admirable, sino que es admirado. Los dos conductores de las retroexcavadoras (una en la tarea de ir minando las resistencias con certeras paladas para ir abatiendo uno por uno suelos y paredes, el otro en la recogida de los restos para depositarlo en camiones) han sembrado la habilidad en su experiencia, y es que ambos están próximos a la edad de jubilación, según nos explica un compañero que no esconde su asombro por la pericia en el manejo de la maquinaria en un escenario hostil, similar al de una guerra en cuanto a la inestabilidad. Se pregunta cómo será el relevo.
Con todas las medidas de seguridad, se agolpan en la distancia prudencial unas jóvenes que aseguran haber vivido en su infancia en la casa en demolición. Identifican muebles y cuartos. Llegan unos estudiantes de la ESO del Lucas Mallada y sus expresiones denotan la frescura y el estupor, mientras los dientes del cazo de la retroexcavadora avanza con exactitud. Un vecino, que fuera concejal con Enrique Sánchez Carrasco, está expectante porque afirma que se abre un horizonte urbanístico para este espacio deteriorado. Otro, un reconocido profesor, sostiene que también hay vías de oportunidad.
Son las 16:20 horas, tras haber asentado la posición de su oruga, cuando la retroexcavadora avanza hacia la fachada que, con un lateral, permanecen en pie con una sensación de fragilidad que pronto se despeja cuando, de un certero golpe, cae prácticamente media fachada. Y en dos bocados precipita todo menos la esquina. Cumple con su tarea en el lateral cuidando un árbol que está muy próximo. Todo es coser y cantar. Advierte uno de los trabajadores: aquí queda mucha faena todavía. La primera, el derribo del resto en el que se mantiene firme la placa Plaza de San Voto. El otro, el desescombro que demandará muchos camiones y mucha seguridad.
Atrás quedan los últimos episodios, ese incendio que pudo acabar en tragedia, y ese último okupa que en la noche de ayer se coló en uno de los edificios, por lo que ha sido precisa la llegada de la Policía ante la que ha huido. En medio, la excelente labor de desamiantado de Arizón & Gracia. Y, en el horizonte, la pregunta de cómo quedará este generoso espacio urbano en el futuro. La Junta de Compensación tendrá que establecer los planes, pero estos dos viejos edificios ya son historia.