Miguel Ángel Lahoz Quílez ha donado a la ciudad de Fraga las planchas con las que estampaba desde su taller El Bancal de Zaragoza telas para la creación de faldetas de percal del traje fragatino. Lahoz Quílez comenzó en 1978 la recuperación de la indumentaria aragonesa, y sobre esa pasión de su vida ofreció una charla este pasado jueves en la capital del Bajo Cinca, en el acto de entrega de esas planchas.
El alcalde de Fraga, Santiago Burgos, agradeció a Lahoz en nombre de la alcaldesa Carmen Costa, recientemente fallecida, el "detalle ha tenido con esta cesión al Ayuntamiento".
Lahoz recordó que la historia de estas planchas de estampación viene del año 1998, por la necesidad sus clientas que le demandaban estas telas para hacer sus faldetas. “Tuve que poner en marcha una nueva estampación que desde principios del siglo XX no se hacía. Arranqué todo este conglomerado que son estas planchas. Tuvieron muchísima aceptación, porque contaban con todo lujo de detalle de peso, de tramas, de algodón… para que fuera exactamente igual a como era en su día”. Tras jubilarse, “qué menos de devolver a Fraga estas piezas que tienen su origen aquí. Fue lo primero que me pasó por la cabeza: esto tiene que volver a su sitio”.
Su vinculación con Fraga se remonta a cuando Lahoz tenía 21 años y en un concurso –“de lo que entonces llamábamos traje regional”- conoció a Mari Zapater, que era miembro del jurado. Recordó que presentó una pareja de fragatinos, él con zaragüell blanco, que había conseguido en Alcolea de Cinca. Pasados 9 años, llegó la idea de montar el taller El Bancal, la primera tienda de indumentaria tradicional aragonesa, que como explica Lahoz, surgió dado que “cuando necesitaba una tela y una confección no sabía dónde ir. Si tenía que buscar un sastre, debía estar encima para darle todos los detalles, y lo mismo con las modistas”.
Se inauguró la tienda con una exposición sobre la capital bajocinqueña, con el título “Fraga en sus momentos”, que recogía indumentaria “desde el nacimiento hasta la muerte pasando por todas las situaciones de la vida”.
“Venía mucha gente a pedir ropa para las faldetas y no había, y entonces tuve que poner en marcha la estampación. Pedí que fuera exacto a lo que había sido, con lo cual la forma de estampación más próxima a aquellas faldetas fueron estas planchas”, que ya están en Fraga. “Se estampa en mesa. Cada una de las planchas forma un dibujo y hay que pasarla tres veces, porque tres veces hay que ponerle el colorido a cada plancha”, explica sobre este trabajo que ha evolucionado mucho.
Encargó 400 metros por dibujo, un total de 2.000 metros de tela. “Por supuesto, el gramaje se pesó y se volvió a pesar la tela una vez teñida para que todo fuera exactamente igual a lo que había sido en su día. Evidentemente, la aceptación fue tremenda, se vendieron todos esos metros a pesar de que eran una barbaridad”, recordó.
En Fraga, “como han mantenido tanto el traje, la evolución no ha sido tan notable”, señaló Miguel Ángel Lahoz. “Han guardado mucho la ropa. Han conservado la tradición y hasta primeros años del siglo XX han ido vestidas con su traje tradicional, incluso para bodas, como vemos en los cuadros de Viladrich”.
LA PUREZA DEL TRAJE
Para Lahoz, que se define como un purista, la indumentaria tradicional tiene que formar un conjunto que va de la cabeza a los pies de quien la porta..
“En Fraga, ha habido unas personas que se han preocupado de que la gente se vistiera con orden y concierto, que no se pusiera cualquier cosa que encontrara por casa. Si llevas una falda de seda, tienes que llevar el pañuelo de seda, el picaporte…, y sobre todo el peinado lo mantienen. Eso no pasa en Zaragoza, que aparece la gente con unos pelos que te puedes morir”. Por eso las múltiples recomendaciones que Lahoz siempre ha dado para conservar la tradición. “A mi clientela, cuando recoge un traje, le digo: tienes que peinarte así, fuera relojes, el pelo tirante, los pendientes que corresponden son estos… Les das todo en la mano, pero en muchas ocasiones hacen lo que quieren”, lamentó.
Opina que las imágenes de televisión durante la ofrenda “no juegan una buena pasada” dado que “paran a personas porque la imagen les parece curiosa. Por ejemplo, un señor que viene con un pantalón largo, una camisa de tergal y una gayata, les hace gracia por ese bastón, pero es que no se viste con indumentaria tradicional. Se debería entrevistar a gente que esté mínimamente informada de lo que es la indumentaria tradicional”. En este sentido, Lahoz considera que todavía hay mucho trabajo por hacer, porque ve bien vestido a “un 10 por ciento, más no”.
“El s. XVIII -continuó Lahoz- no se conocía, estaba perdido, y yo recuperé la forma de vestir de entonces, con los justillos, colores llamativos, manteletas -porque no habían llegado los mantones-. Y ahora la gente coge el XVIII, el XIX, lo que en cada momento les puede interesar o les apetece, y lo mezclan todo, a pesar de que ya hay mucha información. En mi tiempo, El Bancal fue la primera tienda de indumentaria, pero ahora hay muchísimas”, señaló como puntos a los que acudir para acertar en la elección.
Por eso agradeció el trabajo que se hace en Fraga por mantener la indumentaria. "Es un gozo llegar el Día de la Faldeta y ver cómo están vestidas, peinadas, a total detalle. Y si no, ahí están las comisarias por si alguien mete un poco la pata. Ha de ser así para que se mantenga el traje en total pureza".
El Día de la Faldeta tiene para Miguel Ángel Lahoz “una connotación muy entrañable”. Recuerda que esta fiesta comenzó como “un homenaje a las señoras que todavía lo vestían el traje y en la primera edición eran 96”. Rememora que, cuando era pequeño, en alguna ocasión paraban a comer en el Casanova, y subía al Segoñé. “Ahí me encontraba a estas señoras charlando y me quedaba a hablar con ellas. Tengo una sensación de mucho cariño. Aquello fue desapareciendo conforme ellas se nos fueron, pero ahora las hijas están ahí han tomado el testigo”, concluye.