Javier Martín y Just Antolín han pasado la jornada en Kiev conociendo la realidad de la capital ucraniana asediada por las tropas soviéticas, mientras su mayor preocupación es tener noticias de Lida, la joven con embarazo de riesgo a la que quieren traer hasta Zaragoza para garantizar su supervivencia y la del bebé, a la que acompaña también su hija de doce años Sofía.
La inquietud crece porque no hay comunicación de Lida, que tiene que llegar en tren desde Mariúpol. No es que sea algo sorpresivo. El funcionamiento de las comunicaciones en Ucrania es extremadamente irregular. Este miércoles, lo intentarán con una red social ucraniana.
Mientras tanto, la jornada les ha servido al agente del orden y al médico para descubrir algunas vicisitudes de la realidad en Kiev. Les ha recibido el director del hospital más grande de Ucrania, con una amabilidad extrema. Les ha enseñado cómo trabajan en condiciones de guerra y les ha explicado sus grandes necesidades. La precariedad abunda en el país invadido por Rusia. Una nación extraordinariamente afanosa: un centro hospitalario derruido por completo por las bombas ya está en pie. Otra cuestión es la situación en la que trabajan para las operaciones. En Kiev, Just y Javier han compartido un tiempo y un café también con combatientes amputados, asistidos por las hermanas de St. Joseph, que les dan "esperanza espiritual". Y hasta han tenido tiempo de ver en directo al primer ministro japonés depositando un ramo de flores en señal de respeto y luto por los caídos.
Este miércoles, la espera continúa. Tienen ganas de retornar con Lida y Sofía. La misión es difícil, que no imposible. Y, si no lo es, lo conseguirán.