El transporte fluvial de la madera ha quedado inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tras el informe favorable del Comité de Patrimonio Inmaterial de la Unesco, que se ha reunido este jueves en Rabat.
Las asociaciones del Alto Aragón que han participado en la candidatura internacional se han reunido con el consejero de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, quien ha destacado la importancia de la coordinación que se ha dado para desarrollar la candidatura no solo entre las comunidades de Aragón, Navarra, Cataluña, Castilla la Mancha y Valencia, sino también con el resto de países implicados: Austria, Chequia, Alemania, Letonia y Polonia.
A la reunión, en la que también ha participado la directora general de Patrimonio Cultural, Marisancho Menjón, han asistido la Asociación de Nabateros de Sobrarbe, la Asociación de Nabateros de la Val d´Hecho, la Asociación de Nabateros da Galliguera y Severino Pallaruelo.
Pallaruelo ha valorado que ha habido “una colaboración muy intensa de las tres asociaciones de Aragón”, y ha destacado que se han unido con otras del país, “con quienes se ha trabajado de manera muy amistosa”. Además, se ha contado con la colaboración de todas las instituciones, como ayuntamientos, diputaciones y el Gobierno de Aragón, “con un papel muy destacado”. Ha añadido Pallaruelo que “lo mismo ha sucedido en otros países europeos que también han colaborado mucho”.
“Precisamente, lo que han destacado quienes han hecho este reconocimiento en el Comité de la Unesco -ha explicado Pallaruelo- ha sido, por un lado, el excelente trabajo de presentación de la candidatura, que ha sido puesta como ejemplo, y por otro, la colaboración y coordinación entre entidades muy diversas de diferentes países”.
Por su parte, Faci ha señalado que desde el Gobierno de Aragón se ha “apoyado en todo lo que se necesitaba para que saliera adelante, pero el protagonismo es de las asociaciones que han trabajado y han creído en esta candidatura sobre algo que ha contribuido al desarrollo económico de Aragón”. Así, ha trasladado su “enhorabuena, agradecimiento y reconocimiento a las asociaciones y personas que ha creído y trabajado esta candidatura”.
ASPECTOS VALORADOS
A la hora de incluir esta práctica en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la Unesco ha tenido en cuenta el hecho de que la tradición del transporte fluvial de la madera hace referencia al conocimiento y las habilidades relacionadas con la construcción de navatas, transporte de troncos y conocimiento de la naturaleza.
Ha considerado, además, la función social del transporte fluvial de la madera que reside en la cooperación y la cohesión social, ayudando a reforzar el sentido de comunidad y realzar la importancia del trabajo en equipo.
Asimismo, esta costumbre se basa, según ha reconocido la Unesco, en la relación entre las personas y la naturaleza, poniendo de manifiesto la importancia de la madera y su desarrollo sostenible.
En el ámbito local, la Unesco sostiene que la declaración de la candidatura supondrá un mayor conocimiento de estas técnicas y la reafirmación de que la herencia cultural intangible está estrechamente ligada a un uso sostenible de los recursos naturales.
LA TRADICIÓN DEL TRANSPORTE FLUVIAL
El Gobierno de Aragón declaró como Bien de Interés Cultural Inmaterial la Cultura del transporte fluvial de la madera en Aragón en el año 2013. Tal y como recoge el Decreto de declaración de BIC, la cultura de la madera generó históricamente, y transmitió de generación en generación, un patrimonio inmaterial referido a actividades, oficios, utensilios, herramientas y, especialmente, una manera propia de vivir, que implicaba a las poblaciones dedicadas a la explotación, transporte y manufactura de la madera.
La necesidad de aprovisionamiento de esta materia prima, imprescindible para la construcción de inmuebles, así como para la construcción de las flotas reales en los astilleros, hizo necesario el desarrollo de un sistema de transporte desde los lugares de obtención hasta los centros de comercio y manufactura que la disponibilidad de vías fluviales facilitaba en gran manera. Los troncos cortados en la montaña se lanzaban por los ríos hasta desembocar en el principal, allí se ataban y formaba lo que se denomina navata o nabata, rais en Cataluña o almadía en Navarra y Castilla principalmente.
En Aragón han sido los ríos pirenaicos los cauces por donde discurrían las rutas navateras o almadieras por donde bajaban los troncos aprovechando el deshielo en la primavera y formando las navatas al llegar al río Ebro.
En Aragón, las rutas fluviales de la madera han sido la del río Aragón desde Ansó (río Veral) y Hecho (río Aragón Subordán); del río Gállego, formándose las navatas en Murillo y Santolaria; y del río Cinca desde Laspuña o Escalona, para entrar en el Ebro hasta Tortosa. Los puntos en los que se ataba y desembarcaban eran Santa Cilia, Murillo de Gállego, Laspuña, Monzón y Fraga.
Las navatas podían ser de uno, dos o tres tramos. Se formaban entrelazando los maderos con sarga y los remos dirigían la navata por el cauce hasta la desembocadura del río Ebro, donde acudían los madereros para su compra. El viaje de descenso de los navateros no estaba exento de peligros y dificultades, no sólo físicos, sino también económicos debido a las exigencias de pago por parte de señores y autoridades a su paso por las diferentes localidades.
En Aragón, únicamente los almadieros de Hecho estaban exentos de pago, pues desde el siglo XIV disponían de un Privilegio que los liberaba de cualquier tributo y que les permitió controlar este medio de transporte durante siglos.
Las últimas navatas llegaron a Tortosa en 1949. En 1983 la Asociación de Navateros de Sobrarbe tomo la iniciativa de recuperar la actividad y organizó una celebración donde se construyó una navata que descendió entre Laspuña y Aínsa. Pronto se unieron más iniciativas en Hecho y la Galliguera. Desde entonces se han seguido celebrando anualmente estos descensos iniciando una tradición de gran aceptación popular.
En la década de los años 80 distintos investigadores, como Ángel Gari, Severino Pallaruelo y Eugenio Monesma, iniciaron el estudio de este fenómeno en Aragón, recogiendo los testimonios orales de los últimos navateros vivos Los resultados de estas investigaciones y su difusión permitieron no sólo que no se perdiera la memoria de esta cultura navatera en la persona de sus últimos practicantes, quedando plasmada en varios registros, sino que este legado se transmitiera a las jóvenes generaciones que hasta el día de hoy lo mantienen vivo y lo recrean anualmente.