Enchegar es el principio de todo. El vocablo aragonés que significa arrancar el motor sirve para los chistes y para las desesperaciones. Cuando no se enchega una moto, algo malo apunta. Cuando no lo hace un coche, cambio de batería. ¿Y cuando es un tren el que no enchega? Puede ser la señal de que Murphy, el de la ley malhadada, se haya montado y, desde ese mismo instante, todo lo que puede salir mal, sale peor.
JM me notifica a las 9:24 que lleva media hora de retraso el tren Huesca-Zaragoza de las 8:35. Se supone que a esa hora tendría que estar entrando triunfal en alguna de las estaciones zaragozanas. Sin embargo, "estamos parados en Tardienta porque no arranca". Y he aquí la clave que explica el cúmulo de contrariedades: "En Huesca le ha costado 10 minutos arrancar, pero nadie dice nada. otro culebrón de Renfe". Inmediatamente, júbilo eclesiástico, ahora que vamos a entrar en pascua: "¡Aleluya!, arrancamos".
Doce minutos después, a las 9:36, JM agrega que "ahora hace 8 minutos que deberíamos estar en Zaragoza y estamos parados en el apeadero de San Jorge. Bendita Renfe". Esto va escalando, del culebrón a la bendición".
Entiendo que los maquinistas de Renfe tienen su orgullo y quieren recuperar terreno. A este cronista le sucedió recientemente con Ouigo. Hace unos minutos, en el ferrocarril Huesca-Zaragoza ha sucedido algo similar. JM me comunica "Ya hemos arrancado y vamos a toda hostia". Reincide en que esta unidad ya había tenido problemas al partir, cuando no enchegaba. Ahora a toda pastilla, no da mucha confianza. No aporta mucha seguridad. En fin, un padrenuestro y tres avemarías.
9:51. "En un viaje de 55 minutos, ya llevamos 22 minutos de retraso y estamos en Villanueva". Las desgracias no vienen nunca solas. Tienen consecuencias. "Hay gente que ha perdido el enlace del AVE". En medio de este desbarajuste, ¿qué irregularidad más podría haber? "Ni el revisor ha pasado a picar el bono/billete". Quiere decir que en la estación habrán de pedir que se les contabilice, porque quienes lo tienen han depositado una fianza de veinte euros que recuperan, tan sólo, si hacen dieciséis viajes mensuales. O algo así, que las normas para su beneficio son lo único que lleva estricto la compañía pública que tan mal dota a los territorios sin población.
110 minutos después, alcanzan el destino. Es la paridad perfecta. Un viaje de 55 minutos ha concluido con una demora de 55 minutos. ¿Fin de la narración? No, la posdata: "Los tornos de Goya no pican los billetes. La gente protestando y reclamando porque los bonos no los validan los tornos". ¿Algo puede salir peor? Murphy preside Renfe.