Ucrania, la vida se abre paso en el hilo del peligro gracias al auxilio del grupo de Torla

Generadores ante la falta de luz, mucho frío y la voluntad que supera todos los obstáculos naturales y humanos

25 de Noviembre de 2022
Grupo Pirineo-Ucrania: hacer el bien en medio de la adversidad Javier Martín

Una residencia de la tercera edad y un colegio, comicilios, orfanatos,... La necesidad es la única verdad universal en Ucrania. Y, muy frecuentemente, la dificultad. La vida se abre hueco para avanzar en medio de los ruidos de los bombardeos, de las sirenas, de un frío muy húmedo, de la nieve y, sobre todo, de las carencias generalizadas. El equipo emanado desde el agreste Pirineo, de Torla, está preparado para la complejidad, aunque en muchas ocasiones la visión de la crueldad descarnada abra el chorro de la fuente del lacrimal. Nada puede detener la fuerza de la compasión, de compartir el sufrimiento por más que los ucranianos reciben a sus héroes con una entrañable sonrisa.

Javier, Jesús, Pepe, Irina, Valentín, Luis, Javier el conductor y Just no se arredran ante el dolor ni ante la pobreza. Cada mañana, toman los vehículos y se dirigen a los destinos marcados en su planificación. Son conscientes de que necesitan cargarse de valor para sopotar las escenas que les va a deparar el día. Acuden a un colegio. Hacen los deberes con velas, porque el generador está ubicado en la cocina, donde se cuecen los alimentos que lleva el grupo sobrarbense. Es curioso, ni siquiera las tinieblas apagan la sonrisa con la que acogen a estos visitantes que van a prolongar su supervivencia. No se sabe cuánto tiempo. Ni en qué condiciones. pero aferrarse día a día a la subsistencia es, hoy, su primera función. Y, en la medida de lo posible, no dejarse abstraer por su atmósfera de destrucción y tristeza para concentrarse en los libros y los cuadernos. Javier, el cabo primero de la Guardia Civil, les pregunta: Dobra? Esto es, ¿bien? Unos le contestan very good y otros "da". Entre el muy bien y el sí. Personas asertivas que se agarran a las solapas de la esperanza.

En una residencia de la tercera edad, los ancianos se concentran en el alimento que abastece su mesa. Apenas pueden responder a los visitantes, aunque saben que son benefactores. Que vienen de España. Que les traen alimentos. Y que su vida, aunque larga en la mochila del pasado, está más comprometida si cabe por la guerra de ese maldito Putin y de sus secuaces. Todos cargan las cajas de alimentos, sin dejar un resquicio a la fatiga. Como se dice en Huesca, sin reblar.

Hace frío, mucho frío. Los copos parecen pelotas de ping pong. Aquí es la ley de la selva, incluso se pueden acomodar (si se puede emplear con idoneidad el término) en el maletero del coche de Irina, que ríe abiertamente. El humor es un bálsamo frente al dolor que produce ver la injusticia y la destrucción. Alcanzan ya el hotel. La nieve hiela sólo de verla. Una gelidez del carajo. Los generadores, insuficientes, al menos ofrecen corriente para no estar absolutamente a oscuras. Bastantes tinieblas hay en el exterior. Día 5. Ya ha pasado el ecuador. Todavía tienen mucho bien que hacer en medio del peligro. Eso sí, recuerdan la encomienda del padre Macario Olivera en Huesca: volved sanos y salvos. Y la respuesta de Javier Martín: le haremos caso, padre.