¿Cómo luchar contra la despoblación del campo?

04 de Diciembre de 2022
Guardar
Cartas gabachas: Un plato para compartir
Cartas gabachas: Un plato para compartir

Organizar un territorio no es lo mismo que transformar el campo en un Disneyland para urbanitas de vacaciones. Más bien se trata de mantener en actividad un espacio rural para que sea económicamente atractivo. Y esta responsabilidad incumbe a los políticos.

Lo que los diputados y senadores deberían hacer es construir una red inteligente desarrollando las ciudades pequeñas y medianas. Ese fue exactamente el proyecto que inició en 1939 el Instituto nacional de colonización, que buscaba convertir vastos territorios áridos en productivas zonas de regadío. Para hacer esto, se construyeron canales y pantanos para constituir reservas de agua que transformaron el aspecto inicial de las regiones alrededor de los ríos principales (Duero, Tajo, Ebro, Guadiana, Guadalquivir).

Pero no habría tenido sentido disponer de tierras agrícolas de nuevo productivas sin mano de obra para explotarlas, así que, entre los años 1945 y 1970, se crearon más de 300 colonias agrícolas que permitieron a 55.000 familias instalarse en buenas condiciones y trabajarlas. He visitado todos los pueblos de colonización oscenses (El Temple, Artasona del Llano, Frula, Montesusín, San Jorge, Valsalada, La Cartuja de Monegros, Corbaz, San Juan y San Lorenzo del Flumen, Sodeto, Cantalobos, Valfonda de Santa Ana, Vencillón y Orillena) y siempre me ha llamado la atención la calidad de construcción de sus casas, que, con un poco de trabajo de renovación y aislamiento, podrían convertirse en preciosas residencias principales para pijipis contagiados por el virus del neorruralismo.

Tuve ocasión de observar el mismo modelo de gentrificación en Nueva York y particularmente en Harlem, barrio de la comunidad negra del que huían los yuppies hasta que algunos agentes inmobiliarios encontraron en él un filón. Las casas de esta barriada, que datan de finales del siglo XIX, tenían la ventaja de ser individuales y construidas con materiales tradicionales. En pocos años, el distrito se transformó gracias a las obras de rehabilitación, la demanda subió como una flecha, se dispararon los precios y como consecuencia se instaló la diversidad racial.

Los pueblos de colonización, coquetos y llenos de flores, protegidos a menudo del viento del oeste por las pinedas, podrían fácilmente abandonar su vocación inicial.  A mí personalmente me daría pena que esta red de pueblos agrícolas dejara de dedicarse a la producción de frutas y verduras que se venden en comercios de proximidad en las tiendas de Huesca. No pasa un día sin que los medios de comunicación nos cuenten las virtudes de la ecología y del consumo local más que lejano (mejor El Temple que El Ejido). La política voluntarista de organización del territorio que imaginó el estado español de después de la guerra, y que comparte un poco el espíritu de los kibutz israelíes, conserva todo su interés e incluso en estos últimos años se puede decir que ha recuperado una cierta modernidad.

En el lado francés, donde el hábitat es más disperso, no existen zonas áridas que hubiesen podido merecer la implantación de este tipo de pueblos. Pero el éxodo rural que se inició a mediados del siglo XIX se aceleró durante los treinta años que van de 1945 a 1975 (les 30 glorieuses), aunque en 1985 los trabajadores agrícolas no representaban más que un 8,2% del total de la población activa. Desde entonces, la cosa no ha mejorado. Los pueblos, a menudo, no cuentan más que con algunas residencias secundarias que se abren tres o cuatro semanas al año y con algunos viudos o viudas que sobreviven aislados. Su situación es muy complicada. Y menos mal que algunos tenderos ambulantes siguen llevándoles víveres para avituallarlos. O que algunos jóvenes solidarios hacen la compra para los más viejos.

Hay una situación aún más grave que es consecuencia de un sistema de numerus clausus que se instauró en las universidades francesas en 1972 para limitar el acceso de los estudiantes a la carrera de medicina. Cincuenta años más tarde, cuando las primeras generaciones de médicos que sufrieron aquella barrera han llegado a la edad de la jubilación, en Francia no tenemos médicos. Desde hace veinte años, muchos estudiantes que no podían continuar sus estudios en Francia han estado yendo a formarse en Rumanía para luego volver y convalidar sus diplomas rumanos. Durante años, la gente los ha criticado y se ha burlado de ellos, pero hoy, cuando nos toca hacer frente a lo que se ha dado en llamar los “desiertos médicos”, les damos las gracias por haberse saltado las reglas.

Las mentalidades han cambiado, el cuerpo médico en formación está compuesto en un 60% de mujeres, y ellas quieren poder conciliar su oficio y su vida familiar. ¡Los médicos ya no son misioneros! Y como es mucho más fácil ganarse bien la vida visitando en una consulta donde los pacientes entran y salen cada veinte minutos, que en la Lozère donde te toca hacer 30 kilómetros entre un enfermo y otro, las cuentas se hacen deprisa. A más tiempo de trayecto, menos dinero. Así que la pregunta es: ¿cómo convencer a los médicos para que se instalen en lugares poco atractivos donde no hay escuela, ni cine, ni trabajo para el consorte? Es uno de los problemas más graves a los que se enfrentan los políticos franchutes.

Aquí se da uno cuenta de que las consecuencias de una decisión tomada por dirigentes, actualmente fallecidos, a los que no se puede atacar por falta de anticipación -e incluso incompetencia-, siguen complicándoles la vida a mis compatriotas. ¡Y no solo a ellos! Hace poco, quise hacerme en Francia un examen cardiológico y la cardióloga que me visitó es española. Busqué un dentista en Tarbes para colocarme un implante y me aconsejaron una madrileña que, esto es lo más gracioso, tiene la consulta en la avenida de Huesca.

La falta de médicos en Francia anima a un montón de profesionales sanitarios españoles  (médicos, dentistas, fisioterapeutas, kinesiólogos) a emigrar al norte de los Pirineos y eso, lógicamente, impacta sobre el sistema de salud de las autonomías españolas, también cada vez más necesitadas.

El gabacho oscense

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante