El revanchismo español

18 de Diciembre de 2022
Guardar
Cartas gabachas: Un plato para compartir
Cartas gabachas: Un plato para compartir

Como ya se lo dije a ustedes en una carta anterior, los franceses somos los campeones del mundo de los cascarrabias, pero en cambio no somos revanchistas. Incluso somos capaces de aceptar nuestras derrotas y a algunos de mis compatriotas, concretamente los alsacianos y los loreneses, les divierte ser los peores combatientes de la historia. Juzguen ustedes mismos : Alsacia y Lorena, provincias francesas, estaban en el campo de los vencidos después de la guerra franco prusiana entre 1870 y 1871.  Los vencedores alemanes se anexionaron la región, para ser a su vez derrotados en 1918.

Alsacia y Lorena volvieron a ser francesas y otra vez vencidas en 1939 cuando las tropas nazis invadieron mi país. Numerosos habitantes de dichos territorios fueron entonces enrolados en la Wehrmacht. Se les envió contra su voluntad al frente del este donde perdieron de nuevo frente al ejército rojo. Otra vez convertidos en franceses tras el armisticio de 1945, alsacianos y loreneses acompañaron a las tropas francas en sus dos últimos fracasos bélicos en Indochina y en Argelia. A pesar de todos estos avatares, todavía hoy son ellos los primeros en reírse del curioso destino que durante más de un siglo los ha colocado siempre en el campo de los perdedores.

Para continuar respaldando mi demostración, me voy a interesar ahora por uno de los personajes más célebres de la historia de mi país, Napoleón Bonaparte. Cojamos la cronología de sus guerras de conquista. En primer lugar, la campaña de Italia (cuando solo se llamaba Bonaparte), que le propulsó al primer plano de la escena política. Después, su expedición a Egipto que le elevó al rango de héroe nacional por su carácter exótico. Más tarde, en tanto que general en jefe y jefe del estado, Napoleón intentó romper las coaliciones que, financiadas por Gran Bretaña, reunieron a partir de 1792 a las monarquías europeas hostiles a un régimen nacido de la revolución. Su victoria en Austerlitz y los sufrimientos soportados por sus soldados en la retirada de Rusia, que encontraron buena acogida en la imaginería popular, marcaron profundamente los espíritus de sus compatriotas. 

Por el contrario, los manuales escolares han tratado de manera mucho más ligera su expedición ibérica... sin duda porque terminó en derrota. Solo nos acordamos de que durante el primer imperio, practicando el nepotismo, Napoleón I fue colocando a sus parientes en diferentes tronos europeos. Su hermano Joseph se trasladó a Madrid, su hermano Louis se exilió en Holanda, Jérôme se encontró en Westfalia y Élisa se instaló en la Toscana. Personalmente, tengo que reconocer que la magistral obra Fusilamientos del 3 de mayo de Goya siempre me ha impresionado, pero, por extraño que parezca, no la relacionaba con un episodio de la época napoleónica. De hecho, Napoleón mismo reconoció que había cometido un gran error al lanzarse a la campaña de España: “Esta desgraciada guerra me ha perdido; todas las circunstancias de mis desastres se unen en este nudo fatal. Ha complicado mis molestias, dividido mis fuerzas, destruido mi moralidad en Europa”. De su hermano José, que era incapaz de ser un verdadero jefe de estado y de mantener el orden, diría: “Era el hombre más incapaz y justo lo contrario de lo que yo necesitaba”.

Todo eso para contarles que, en cuanto me instalé en Huesca, mis primeros compañeros de cañas de La Estrella me empezaron a atacar sobre las batallas de la guerra de la Independencia y yo no entendí qué me reprochaban. De primeras, asocié la guerra de la Independencia a la guerra civil y cuando por fin comprendí que se estaban retrotrayendo a hechos de principios del XIX, confieso que me sorprendí un montón. Para mis amigos españoles, el trauma seguía siendo profundo, mientras que yo había asimilado la expedición española de nuestro emperador a un paseo turístico. Pero la culpa de mi incultura en este aspecto no la tienen necesariamente los autores de los manuales de historia, en realidad todo se podría explicar por las siestas que me echaba de vez en cuando en el fondo de la clase.

Por si aún hiciera falta una última prueba de que tengo razón cuando afirmo que ustedes no olvidan nada, les contaré otra anécdota. Durante uno de sus escasos viajes más allá de las fronteras, una de mis primas quiso visitar Andalucía y se encontró con una acogida poco amistosa en Córdoba, donde un camarero no quiso servirle reprochándole otra vez acciones de guerra del ejército del imperio francés, sucedidas dos siglos atrás. ¡Igual no hay que exagerar!

Al hablar con otros europeos instalados en España me he dado cuenta de que el revanchismo español nos sorprende mucho. Les cuesta a ustedes borrar los hechos desgraciados de la historia y las derrotas difícilmente caen en el olvido. Seguramente es un efecto secundario del orgullo nacional. Pero el rechazo a aceptar con elegancia un revés tiene muchas caras en la sociedad española. Entre el Real Madrid y el Barça es permanente la pelea con las botas (de fútbol) puestas. Ocurre lo mismo entre el poder central y las autonomías fuertemente independentistas. Incluso tengo la impresión a menudo de que la guerra civil ganada por Franco hace 83 años no se ha terminado todavía. El propio hecho de escribir “guerra civil ganada por Franco” me parece profundamente subversivo cuando no es ni más ni menos que la verdad histórica.

El gabacho oscense

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante