Alfonso Marco y sus "50 Estaciones europeas, Catedrales de la modernidad", ¡viajeros al tren del arte!

El divulgador y ferroviario presenta en un atestado salón del IEA su nuevo libro en el que detalla ejemplos de monumentalidad, arquitectura e integración en las ciudades

13 de Septiembre de 2024
50 Estaciones Europeas. Catedrales de la Modernidad de Alfonso Marco

Es obligado, como hizo este miércoles un sabio ferroviario como Jaime Larruga (investigador y gran divulgador), referirse a Alfonso Marco en torno a sus peripecias vitales dentro de un tren, habitando estaciones de tren, marcando el hilo conductor de generación en generación hasta cuatro de ferroviarios y recordando dos circunstancias: que nació en la estación de Canfranc y que actualmente su destino en Adif en Zaragoza fue morada familiar e incluso la vieja cocina es hoy su despacho.

A rebosar estaba el salón del Instituto de Estudios Altoaragoneses con curiosos, amantes de la cultura y ferroviarios a los que Alfonso Marco temió defraudar porque el libro 50 Estaciones Europeas. Catedrales de la Modernidad no se ha circunscrito al tenor divulgativo de sus amplísimos conocimientos de convoyes, unidades y cuestiones relacionadas con un oficio pasional para quien lo ha ejercido. Esta presentación, conducida por Jaime Larruga, permitió recordar su larga producción bibliográfica entre la que los presentes siempre tendrán en el corazón el "Canfranc, historia de un tren de leyenda"

Larruga lo definió, por nacimiento y las cuatro generaciones, como un "ferroviario con pedigrí" como lo es su hija que desempeña su oficio en el Orient Express. Se inició en el servicio militar dentro del Regimiento de Ferrocarriles que ofrecía una formación técnica que se refrendaba en la práctica en las estaciones, y ya su desempeño profesional no cedió en su vocación. Combina su febrilidad comunicativa de los trenes y las estaciones con su otra gran fascinación, Bosnia y los Balcanes. Tanto que ha sido observador de la Osce para este país.

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El ferroviario arraigado en Huesca recordaba que es licenciado en Historia Contemporánea y entre sus obras destacaba  su participación en el libro "Ni contigo ni sin ti" sobre la historia del ferrocarril en nuestra tierra y coordinado por Julio Alvira, presente por cierto en la sala del IEA. Con gran protagonismo en congresos y cursos, algunos incluso que dirige como en la Uned de Calatayud, ha publicado más de 300 artículos en medios escritos. Firma el blog Viajando en tren.

Alfonso Marco no se cansa de repetir su vicisitud de nacimiento, más una casualidad que algo programado, porque entonces ya se alumbraba en hospitales. Pero un temprano enero, con nieves abundantes, motivó que la escena de sus primeras luces estuviera recubierta de un cierto paralelismo con las películas del Oeste, la abuela y el practicante corriendo de un lado a otro a por toallas mojadas y agua caliente.

EL SENTIDO CATEDRALICIO

Ante una audiencia entregada a un silencio reverencial, Alfonso Marco afirmaba que había sentido siempre la necesidad de "rendir tributo a las estaciones, porque el ferrocarril es un protagonista de la revolución industrial en la edad contemporánea. Y una parte fundamental son las estaciones, porque se detectó la necesidad de habilitar instalaciones para acoger los trenes y los viajeros. Y lo que era la necesidad funcional pronto se convirtió en un motivo para construir grandes obras que fueran referencia urbana y motivo también de presunción de las compañías ferroviarias que construían, incluso de las propias ciudades. Eso es algo que comenzó en el siglo XIX y sigue ahora, porque las grandes obras de autor fueron de arquitectos muy prestigiosos. Lo fueron entonces y lo son ahora". Y enumeraba a Zaha Hadid, Calatrava, Norman Foster...

Dentro del gran número de estaciones meritorias, Alfonso Marco puso el límite en los países de la antigua Unión Soviética. Fue un proceso de selección que "ha sido un verdadero dolor para llegar solo a 50. Empecé con 180, y la gran mayoría podrían estar aquí". Por eso, confía en que el libro "funcione muy bien" y pueda haber otro porque se siente "en deuda con al menos otros cincuenta".

Asumía Alfonso Marco que le parecía irreverente la utilización de la palabra "catedrales" para las estaciones, "pero bien mirado, después de estudiar muchos libros y ver mucha bibliografía, me sorprendió esa analogía con las catedrales, o los templos del paraíso o las iglesias se ha usado muchísimo desde el siglo XIX. Entonces, ya no me pareció irreverente, sino que lo utilizo como un elogio para esos grandes templos que son las catedrales de verdad".

Expuso el autor del libro la dialéctica que concurre entre ingeniero y arquitecto. "No deja de ser una obra de ingeniería, pero también de arquitectura. Muchas veces existe esa figura que en realidad lo comparte. A veces son diferentes. Muchas veces en los orígenes los ingenieros se ocupan de los aspectos más funcionales, los andenes, las cubiertas, las partes más ferroviarias; y los arquitectos más de las partes más decorativas. Pero con el tiempo se acaba convirtiendo en norma la intervención conjunta de esas dos partes".

Alfonso Marco, en tono jocoso al apreciar entre el público a muchos representantes de este viejo y bonito oficio, admitía que podía decepcionar a los ferroviarios porque no es un libro explícitamente pensado en ellos. "Bueno, no es solo para ellos, porque también lo es porque las estaciones son protagonistas principales, pero es un libro deliberadamente pensado, escrito y proyectado para todos los públicos". De hecho, se enorgullece de que en las grandes librerías está en los estantes de arte o cultura. "Pero tampoco es solo de arte, porque habla mucho de historia, de cultura, de geografía... Me gusta mucho la idea de las estaciones de la geografía y la historia cambiante del periodo contemporáneo. Cómo ha cambiado".

"VIAJEROS AL TREN"

Como los viejos jefes de estación, Alfonso Marco ha llamado a todos a su explicación con un imaginario "¡viajeros al tren!". Ha afirmado que hay 20 países que contienen esas 50, de las que en España hay siete. "Mi objetivo es que cuando vayáis a partir de ahora a cualquier estación le dediquéis un ratito a verla. Si va a París, alguno llega con el TGV de Barcelona-París y alguno ha podido salir sin darse cuenta de dónde estaba, y La Gare de Lyon es una maravilla llena de iconografía, un verdadero museo de bellas artes. Os pido que cuando vayáis a Berlín o Viena o a Milán, que le dediquéis un rato porque hay verdaderas obras de arte". No son explicaciones prolijas y, de hecho, es muy visual, con siete fotos por cada una.

En España, la selección ha sido difícil. Citaba la de Toledo por su valor artístico y de integración en la ciudad.Ha detallado muchas virtudes de la Estación de Madrid Atocha, su monumentalidad y elementos como el jardín tropical o el bosque de columnas. También la Estación de Francia en Barcelona, o la de Valencia en el centro de la urbe y con decoración prolija. La preciosidad catedralicia de La Puebla de Sanabria. La peculiaridad de Almería, que, como Canfranc, no tienen uso ferroviario por el momento.

En su alocución, ha fascinado a la concurrencia desde la portada con la estación de Amberes, imagen elegida porque le parece que tiene un aspecto eminentemente catedralicio. Sin necesidad de orden y apoyado por multitud de imágenes a su espalda, ha manifestado su admiración por otras como las de Lisboa (la de Oriente de Santiago Calatrava), el neogótico victoriano imperial británico de la de Londres, dos gloriosas de Budapest (junto a otra "horrible"), la ecléctica de Dansk con influencias de sus vicisitudes históricas entre polacos, lituanos y teutones, la muy llamativa de Wroclaw, la de Zurich, el modelo de integración urbana de Birminghan o de Edimburgo, el clasicismo de Zagreb, los motivos romanos de Milán, la monumentalidad de Limoges que en el imaginario popular sin embargo ha sido a veces vituperada con sobrenombres como el "dromedario o el bloque de manteca". Seos también de la modernidad como la erigida en Viena en 2012 y Nápoles en 2017 con el sello de Zaha Hadid.

En algunas de ellas, el pragmatismo contribuye a su funcionalidad y a su vez a su encanto. Otra vez ingeniería y arte. Ese McDonalds en Hungría donde una jugarreta del idioma le dejó con el pan y el tomate a secas, sin hamburguesa pero con seducción por lo que veía. O el Starbucks en Wroclaw. Y la integración de la hostelería en la de Francia o Término de Barcelona. Incluso, el juego entre el ferrocarril y el valle virgen de Canfranc con ese edificio emblemático de inspiración centroeuropea.

Catedrales que confirman, como selaba en su intervención Alfonso Marco, aquella predicción de la tardía centuria pasada que presagiaba que "el ferrocarril sería el medio de transporte del siglo XXI si lograba acabar el XX". Y así ha sido, y con esa vitalidad revela el autor los misterios y grandezas de "50 Estaciones Europeas. Catedrales de la modernidad". De Ediciones Pregunta, que también ha hecho un excelente trabajo editorial.