Criar a los hijos no es fácil. Por lo general, madres y padres intentan hacerlo lo mejor posible, pero no siempre tienen la sensación de haberlo conseguido. A veces, ni siquiera saben cómo afrontar las situaciones.
El doctor Álvaro Bilbao, doctor en Psicología y neuropsicólogo, recomienda que se mantenga la "calma" como mejor punto de partida. Después, recuerda que las cosas son "más sencillas" de lo que parecen. "Hay tropecientos libros que hablan de educación, de crianza, del sueño, la alimentación, de rabietas y límites, quizá es mucha información. Los hijos necesitan que nos pongamos un poco en su lugar y que tengamos una buena conexión".
Este experto en plasticidad cerebral es autor de Cuida tu cerebro (2013), El cerebro del niño explicado a los padres (2015) y Todos a la cama (2017), y este jueves presentó en la librería Santos Ochoa de Huesca su última publicación, ¡Hola, familia!, el primer diccionario bebé-mamá, bebé-papá (Plataforma Editorial)
La idea de este libro es "traducir lo que sienten y piensan los niños a una idea y una imagen, para que los padres puedan entenderles y se despierte ya desde su nacimiento la conexión y la ternura".
Sueño, rabietas, malcriar son palabras que a los padres les suelen interesar. "No se trata de un libro de consulta -advierte el autor-, porque no va a tener todas las respuestas. La idea es que los padres tengan una sensación de conectar con sus propias necesidades cuando eran niños".
Con ilustraciones de Susana Soto, se tocan algunos asuntos como el sueño. El autor recuerda que los ritmos de los niños y de los adultos son diferentes, pero inciden en la idea de que "lo más importante es acompañarlos cuando se despiertan, darles mucha ternura y, sobre todo, atenderlos".
A pesar de todos los temores, Álvaro Bilbao considera que "ahora se entienden mejor que antes las necesidades del bebé y las cosas que puede hacer y las que no. "En nuestra generación era muy frecuente que a los niños se les dejase llorar y, hoy en día, la mayoría de los padres entiende que no es la mejor opción. No quiere decir que quienes lo han hecho no sean unos maravillosos padres o que no se deba hacer nunca, pero por lo que sabemos de neurociencia y desarrollo infantil hay que atender al bebé por la noche".
Añade que antes nos dejábamos guiar más por el instinto y ahora acudimos a los libros. El problema es que hay tanta información "que nos cortocircuitamos".
"Los padres nos cuentan en la consulta que han hecho todo de manual y están desquiciados, porque se han esforzado demasiado, no han tenido tiempo para ellos, se han exigido mucho o no han integrado bien todos los mensajes", explica.
En relación a esto, pone sobre la mesa una palabra, "cuidado", porque "cuidarse a uno mismo" puede ser también una manera de cuidar al niño. "No es necesario llevarle todo el rato de paseo o al parque, también hay que descansar".
El doctor considera razonable que nos preocupemos por una cuestión que sí se está produciendo y que no beneficia a los hijos, la sobreprotección. "No es tanto eso que veces dicen los abuelos, de que los cogemos demasiado en brazos, por ejemplo, porque eso está bien, a los niños hay que darles cariño, o preocuparse por lo que les pasa cuando se caen y se hacen daño. Los estudios científicos se refieren más a que no les dejamos trepar, arreglárselas por sí mismos en algunas situaciones, saltar, ensuciarse, o jugar en el parque. Antes, si no te acordabas de los deberes, al día siguiente te regañaba el profesor. Ahora, el padre escribe en el wasap de la clase y le solucionan la papeleta".
La sobreprotección va muy ligada a la autonomía. El autor señala que ha tres etapas importantes que se tienen que desarrollar. La primera comienza a los 3 años. "Los hijos comienzan a no tener tanta necesidad de estar a nuestro lado. Podemos permanecer en la cocina y ellos en el cuarto de juegos, empiezan a hacer su vida".
A los 6, pueden jugar en el parque algo más alejados de nosotros, estar con otros niños, despreocuparse un poco más de sus progenitores.
A los 12, psicológicamente empiezan a tener una conexión más fuerte con otros niños, a salir a la calle a comprar alguna chuche, a quedar con algún amigo.-
Le causa inquietud también el materialismo que impera en esta sociedad y que se ha introducido en las casas, donde hay muchas más cosas de las que se necesitan. "A los niños les puede influir en su capacidad de prestar atención. Si en su cuarto hay tres juguetes, saben que la calidad del juego va a ser mayor, porque va a ser capaz de exprimir el juguete al máximo y también su imaginación para que haga más cosas. En cambio, si tiene muchos, cuando se aburre de uno pasa al siguiente y eso hace que la calidad del juego sea menor. Es mejor que se guarden en un armario y los vaya rotando".
El libro no aborda el caso de las pantallas, porque Álvaro Bilbao considera que el niño no debería jugar con dispositivos electrónicos antes de los seis años y el libro se centra, sobre todo, en los tres primeros años de vida. El cerebro del niño explicado a los padres (2015) contiene un capítulo dedicado a las aplicaciones, donde se explica que antes de esa edad los niños deben experimentar con el juego, hacer la voltereta, saltar, agarrar una cuerda, o tirar de un cochecito, "porque esas cosas son las que conectan con su necesidades a nivel de desarrollo físico, psicomotriz, y de integración de los reflejos corporales".
Advierte, por otro lado, que solemos pensar con frecuencia que los hijos sienten celos, "cuando a lo mejor lo que te está diciendo es que te echa un poco de menos", y una palabra que le gusta mucho al doctor es "calma", la considera importante. "Los que mejor van a entender que puedas perderla son los hijos, siempre y cuando lo reconozcas y les pidas perdón".
En las últimas palabras del libro aparece otro término muy significativo, elección. "Los niños, por encima de Tom Cruise, Rosalía o cualquier persona del mundo, si les dieran a elegir qué padres quieren, siempre se quedarían con los suyos. Así que, seamos lo mejor para ellos y valorémoslos, porque a veces sólo resaltamos su comportamiento negativo. Y sin embargo, aunque otros sean más tranquilos, corran más o saquen 10 en matemáticas, si tuvieras que elegir también agarrarías la mano del tuyo, que es con el que tienes el vínculo".