Este domingo, ha sido el fin de fiesta de la Feria de Andalucía. En la Casa, que es la de todos en ese Pasaje Jilgueros donde resuenan tantas y tantas notas hermosas de esta edición, se ha escuchado este día el flamenco que han protagonizado un grupo de profesionales amigos de este Bien Inmaterial de la Humanidad. Y con ellos la escuela de flamenco de la socia Sandra Nogarol. Rebujitos y aperitivo característico han servido para brindar después de unas jornadas fascinantes.
Todavía se intuían los sones de la Jota de San Lorenzo que dejaban el sábado el pavimento lleno de vibración y las almas de los asistentes henchidas de gozo. Había actuado Estirpe de Aragonia, la casa hermana de la Casa de Andalucía. La asociación que un buen día, hace tres décadas, decidió compartir vecindad bien avenida con la morada andaluza, que en realidad es la de todos los oscenses. Así lo acredita la nómina de socios de la entidad que preside Paz Carrero Sesé tras tomar el relevo de su padre, Juan Carrero Jiménez. El canto, la rondalla y el baile de Estirpe acarició el orgullo de todos los asistentes, que fueron muchos, como en toda la programación de esta Feria.
Terminada esta estupenda edición, todavía se escuchan las palabras sabias de Antonio Turmo sobre el Castillo de Montearagón en su reivindicación de la dignidad del Castillo, y las subsecuentes notas de la coral Osca Melódica. Aún se pone la piel de gallina al remembrar el No te vayas de Navarra o el Granada del gran Ramón Flores, homenajeado como corresponde a un genio de la canción a sus 80 años de edad, que lleva con una voz portentosa. Aún se paladean esos aceites, aceitunas y elaboraciones que han trasladado a las audiencias siempre importantes a Andalucía. Ahora toca preparar la próxima, porque en esta Casa nunca se para de organizar ni de acoger.