"La observación es suficiente para descubrir mundos nuevos", ha afirmado este miércoles en Huesca Carlos López-Otín en la presentación de su última obra, La levedad de las libélulas (Paidós). En este libro, el investigador reflexiona sobre la salud como "una forma de cultura y respeto a nuestra vida y a la de los demás", y nos invita a entender la existencia como "una espiral de complejidades".
Con estas ideas, el científico ha ofrecido un recorrido intelectual y vital que trasciende la biología y la medicina para proponer una visión más profunda del bienestar humano, recordando que "hay que abrazar la salud y la vida mientras se pueda" y proponiendo con energía: "Enseñemos a las máquinas, pero no nos olvidemos de seguir educando a las personas".
El reconocido bioquímico ha presentado su nueva obra en un evento organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo-Sede Pirineos, celebrado en la Fundación Ibercaja Huesca, coincidiendo con el vigésimo aniversario del centro cultural.
La charla de Carlos López Otín ha estado precedida por la intervención del responsable de la UIMP en Huesca, Alfredo Serreta, quien ha destacado la importancia del ciclo de conferencias que da comienzo con esta charla y que continuará todos los miércoles. A continuación, el presidente de la Asociación Española Contra el Cáncer en Huesca y vicepresidente nacional, José Manuel Ramón y Cajal, ha sido el encargado de presentar al ponente, resaltando su excepcional trayectoria científica y humana.

En su introducción, Ramón y Cajal ha subrayado la dificultad y, al mismo tiempo, el privilegio de presentar a un científico de la talla de López Otín, cuya labor ha sido crucial en la comprensión de enfermedades como el cáncer y el envejecimiento. Ha destacado su compromiso con la divulgación y su capacidad para acercar la ciencia al público general, así como su visión holística de la medicina, que integra el bienestar emocional como un pilar fundamental de la salud. Además, ha hecho hincapié en la metáfora de la libélula como símbolo del equilibrio y la perseverancia, conceptos esenciales en la obra del investigador.
El evento ha contado con la presencia de diversas personalidades del ámbito académico, sociosanitario y político, entre ellos el vicepresidente de la Diputación de Huesca, Ricardo Oliván, y la vicerrectora del Campus de Huesca, Marta Liesa.
Durante la presentación, el sabiñaniguense ha descrito La levedad de las libélulas como "un libro de viajes al centro de la vida". En sus páginas, el autor reflexiona sobre dos de sus "palabras favoritas": la vida y la salud, aunque ha advertido que ambas son "tan frágiles como el viaje de una libélula al sol".

Hasta el momento, el autor había escrito obras como La vida en cuatro letras, El sueño del tiempo y Egoístas, inmortales y viajeras, en las que abordaba el tema de la enfermedad. Sin embargo, el autor consideró que "había llegado el momento de pensar en el otro lado de la ecuación: la salud". Para ello, necesitaba tranquilidad y la encontró en París, donde halló un universo revelador en las aguas de un pequeño remanso, de las que emergían historias casi increíbles cada día. "La observación es suficiente para descubrir mundos nuevos", ha asegurado.
En una de esas jornadas, escuchó el zumbido de una libélula y observó su vuelo. Reflexionó sobre su corta vida de apenas dos meses y encontró en esa fragilidad una metáfora sobre lo que somos y sobre la salud, "que es un término que no sólo abarca mucho más que la ausencia de enfermedad", sino también "silencio, armonía y sabiduría del cuerpo; una forma de cultura y respeto a nuestra vida y a la de los demás".

Consciente de que había llegado el momento de convertir la palabra en materia, comenzó a trabajar junto a Guido Kroemer para desentrañar las claves científicas de la salud.
Para escribir La levedad de las libélulas, necesitaba un guía y decidió inspirarse en Leonardo da Vinci, quien creó "el más bello icono de la salud y la armonía", el Hombre de Vitruvio. Su recorrido intelectual plasmado en el libro lo llevó a Atenas, luego a Epidauro, donde se veneraba el silencio, al igual que unas esculturas de Jaume Plensa en Mallorca.
Ha recordado las enseñanzas de Hipócrates, quien atribuía la enfermedad a un desequilibrio de los humores, y la teoría de Claude Bernard, que definía la salud como la sabiduría del cuerpo y destacaba la importancia de mantener su estabilidad interna.
Un viaje a México le hizo comprender que la salud es el resultado de la equidad, lo que le llevó a repetirse cada mañana: "Viva la vida", ya que, en este mundo de "imperfección social, biológica y emocional", no hay otra expresión más adecuada.
Ha recordado que en el mundo hay 17.000 tipos de enfermedades, que en 2024 se diagnosticaron 22 millones de nuevos casos de cáncer, y que el envejecimiento afecta a 8.200 millones de personas. "Nuestra evolución cultural no ha sabido adaptarse a nuestra evolución biológica", ha advertido, subrayando que estas transformaciones en nuestra manera de vivir están aumentando nuestra fragilidad.

Para abordar esta problemática, organizó un ficticio congreso en Bruselas sobre el estado de salud de la humanidad, al que asistieron científicos de distintas épocas que realizaron importantes descubrimientos. Entre todos ellos, y muy a su pesar, sólo un español: Santiago Ramón y Cajal.
En el tramo final de su conferencia, López-Otín ha rechazado la persistente idea de algunos "gurús" de que el hombre será inmortal en 2045 y ha abogado por "abrazar la salud y la vida mientras se pueda". Después, ha trasladado al público una evocadora imagen del final del viaje emprendido al principio de su intervención y del propio libro La levedad de las libélulas, con Leonardo da Vinci y Leonhard Euler alejándose en un globo, mientras sonaba la canción Cualquier noche puede salir el sol.
"La verdad está en la humana capacidad de responder a la adversidad", ha reflexionado López-Otín, y el mejor ejemplo fue Sammy Basso, a quien conoció cuando tenía doce años y solo le quedaba medio año de vida.

Sammy padecía progeria, un envejecimiento precoz causado por la mutación de un gen entre 3.000 millones. Gracias a los avances en el laboratorio del científico altoaragonés, Sammy logró alcanzar la mayoría de edad, estudiar Biología Molecular y ser el número uno de su promoción, además de hacerse un hueco importante en la vida de Lóperz-Otín.
Falleció hace tres meses, con una edad biológica de aproximadamente 120 años. "La sutil evanescencia de la imperfección. Pero, ¿dónde está la imperfección? Sammy fue una de las personas más perfectas que he conocido en mi vida. Enseñemos a las máquinas, pero no nos olvidemos de seguir educando a las personas", ha pedido el serrablés.
El acto ha concluido con la firma de ejemplares, gracias a la presencia de la librería Anónima.