"Los chicos tuertos" de Rocío Lardinois, la Primavera Árabe que se convirtió en invierno

La autora presentó su primera novela en la librería Anónima junto al vicepresidente de Amnistía Internacional España, José Manuel Mur

10 de Octubre de 2024
"Los chicos tuertos", de Rocío Lardinois

"Cuando llegué a Egipto no suponía que iba a escribir una novela", revela Rocío Lardinois, pero el golpe de Estado de 2013 dio un vuelco a su manera de estar en el mundo. “El 14 de agosto hubo una masacre terrible en El Cairo de manifestantes. Mi barrio se convirtió en zona de guerra y pude ver cómo francotiradores de las fuerzas especiales se apostaban en la azotea de una escuela y disparaban a los manifestantes. También veíamos helicópteros volando tan bajo que casi podíamos ver las caras de los soldados", narró Lardinois este jueves en la librería Anónima de Huesca, en la presentación del libro Los chicos tuertos (Alianza editorial).

Acompañada por José Manuel Mur, vicepresidente de Amnistía Internacional España, y tras la bienvenida de José María Aniés, propietario de la librería, la autora relató el origen de su obra, galardonada con el XXIV Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. Un gran cartel con el lema "Un nuevo Egipto con derechos humanos" recibió a la escritora.

Rocío Lardinois, doctora en estudios árabes e islámicos, colaboraba con Amnistía Internacional, donde escribía sobre las violaciones de derechos humanos en Egipto y sobre su situación política, temas que compaginaba con su trabajo habitual como consultora internacional en Formación Profesional

La escritora comentó que fue ese trágico episodio de 2013 confesó la autora, cuando empezó a intuir que no podría quedarse mucho más tiempo en Egipto, la tierra por la que dejó su trabajo en una institución europea. "Llevaba desde principios de 2011 y me quedé un año  y medio más, pero ya tenía la idea de que algún día, al volver a Europa, daría testimonio", explicó. 

La denominada Primavera Árabe, que empezó como una revolución, acabó derivando en lo que la autora describió como "el invierno de un golpe de Estado".

Rocío Lardinois, José Manuel Mur y José María Aniés. Foto Myriam Martínez

La autora habló emocionada sobre el proceso de creación de la portada. “Me emociona ver a este chico”, confesó, al referirse al joven que aparece en la imagen. La tradición de Alianza Editorial en esta colección es incluir el rostro del autor o autora en la portada, pero Lardinois decidió cambiar esa convención. "Para mí, este libro está muy por encima de mí. Les dije que no quería que apareciera mi cara, sino que fuera más bien un motivo egipcio. Y me salieron con esta preciosa cubierta", explicó.

Uno de los detalles que más la impacta es la contraportada, en la que se ve una manifestación desdibujada. “Da la impresión de que este chico la está besando”, apuntó.

Lardinois también compartió el origen del título, Los chicos tuertos, un nombre que inicialmente causó preocupación en la editorial. “Al principio, a Alianza le dio bastante miedo, pero luego se casaron con él. Es un episodio muy desconocido de la Primavera Árabe. Fue en noviembre de 2011, nueve meses después de la dimisión de Hosni Mubarak, cuando estalló una revuelta en la plaza Tahrir, que luego se extendió a una calle llamada Mohamed Mahmoud", relató la autora.

Por casualidad, Lardinois se encontraba en El Cairo ese día y pudo presenciar el inicio de las revueltas. “No estaba preparada para tanta brutalidad. Me impresionó la violencia del Estado, pero también la enorme manifestación que apoyaba a los jóvenes. Fue la última vez que vimos a una multitud respaldando a esos jóvenes”, recordó.

En un momento dado, la plaza se abrió para dar paso a motocicletas que trasladaban a los heridos, todos con la cara ensangrentada, pues las fuerzas de seguridad disparaban con balas de goma, apuntando a los ojos de los manifestantes.

Desde muy temprano en la creación de la novela, Lardinois quiso vincularla con lo que había sucedido en esa calle. “Al principio, era más bien la obsesión de mi personaje mayor, el profesor que había estado en las revueltas tomando fotografías y que no quería que se olvidara lo que sucedió allí. Me costó varios años decidir que mi protagonista, Alí, también sería tuerto. Me dolía mucho, no me atrevía a dar ese paso”, confesó la autora.

Sin embargo, una vez que aceptó esa realidad para su personaje, Alí cobró vida de una manera inesperada: “Se convirtió en un joven mucho más vivo que el que tenía antes en la novela. Un joven con muchos sueños, entre ellos, el de buscar la libertad a través de la música”.

La generación que trajo consigo la Primavera Árabe ha sufrido enormemente. “Los que trajeron la primavera entran y salen de prisión. Uno de ellos es Alaa Abdel Fattah, que debería haber salido ya de la cárcel porque cumplió su condena hace una semana, pero le han impuesto dos años más", detalló la escritora. 

Añadió que no son solo las figuras destacadas las que siguen sufriendo esta represión, sino también jóvenes anónimos que participaron en las revueltas y que, por ejemplo, no pueden terminar sus estudios universitarios porque las universidades están bajo el control de la seguridad nacional.

Rocío Lardinois, firmando ejemplares al finalizar el acto. Foto Myriam Martínez

“Para los activistas que yo conozco, esa primavera aún sigue siendo una esperanza, aunque también una fuente de dolor, porque la represión no es pasado, es presente”, afirmó.

Lardinois recordó una frase que le dijo un activista que formó parte de los movimientos que lanzaron las manifestaciones: “Mis hijos no lo verán, tal vez mis nietos”. Este activista, de solo 23 años, ya vislumbraba un cambio generacional en su lucha. “Yo, como europea, me situaba en lo inmediato. Pensaba que con las revueltas habría presión internacional y veríamos un cambio político. Pero ellos, muchos de ellos, se situaban en un futuro, estaban sembrando para los que vinieran después”, reflexionó Lardinois.

En la novela hay una estructura cíclica por esas primaveras que vienen y van y por rendir un homenaje a aquellas personas que ahora son mayores, pero que también tuvieron el mismo sueño de los jóvenes de 2011. La idea de tener un personaje mayor y uno joven surge para mantener un diálogo constante entre generaciones, a veces incluso en una lucha de poder. 

Lardinois reflexionó sobre la situación actual de Egipto: “No sé si en el futuro habrá una nueva primavera, no tengo una bola de cristal, pero la situación es muy difícil. La situación económica es muy complicada”. Recordó su última visita a El Cairo, que fue antes de la publicación del libro. “Fue un poco para despedirme de la ciudad, pero nunca consigo despedirme de El Cairo. Creo que en algún momento no podré regresar”, confesó, visiblemente emocionada.

Durante su estancia, Lardinois se sorprendió por el “empobrecimiento brutal de los cairotas, sobre todo en el Viejo Cairo”. También destacó las violaciones a los derechos humanos, que son una preocupación constante. “En relación con el Norte del Sinaí, se han producido desalojos forzados de barrios enteros en El Cairo. La ciudad de los muertos y barrios que están muy cerca del Nilo son algunos de ellos. La situación es "una mezcla de esperanza y dolor", reflejando la realidad compleja que viven los ciudadanos.

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Al abordar la situación política en Egipto, mencionó que, "los partidarios del general tienen una perspectiva difícil". Refiriéndose a los eventos que llevaron al derrocamiento de Mubarak, Lardinois explicó que, "los Hermanos Musulmanes ganaron las elecciones y estuvieron un año en el poder, pero claro, un año es solo un año. Después, hubo más revueltas, y fue cuando el Ejército dio un golpe de Estado".

La autora continuó, señalando la falta de margen para que los Hermanos Musulmanes pudieran implementar sus políticas. “La gente tenía miedo del tema islámico y no acababa de entender por qué en tan poco tiempo no hubo un margen suficiente. La crisis económica ya estaba presente”, dijo. "De hecho, algunos indicadores mejoraron durante ese año, pero no se notó".

“En ese periodo, y ahora, nada ha sucedido en Egipto que no quisiera el Ejército”, afirmó Lardinois. La caída de Mubarak se debió a que parte de la cúpula militar quería que sucediera, especialmente porque no querían que su hijo le sucediera. “Los Hermanos Musulmanes ganaron unas elecciones, es cierto, pero los datos tardaron días en publicarse. Hubo una negociación entre ellos y el Ejército que permitió la formación de un Gobierno”.

Lardinois agregó que su opinión se basa en su experiencia personal en Egipto: “Se permitió que los Hermanos Musulmanes asumieran el Gobierno con la intención clara de acabar con ellos”. Reconoció que, “desde el primer día empezaron las revueltas. Es verdad que los Hermanos Musulmanes fueron autoritarios, pero, ¿quién no lo era? Aprender a dialogar cuesta mucho; nosotros no siempre lo logramos”.

Además, la autora subrayó que los Hermanos Musulmanes no tenían experiencia política ni habían definido un programa claro. “Cometieron errores difíciles de perdonar, como cuando Mohamed Mursi, a los pocos meses de estar en el Gobierno, anunció que revisaría los acuerdos de Camp David. Eso es un tema intocable”, enfatizó.

Los personajes del libro están inspirado en personas reales de la sociedad egipcia. Foto Myriam Martínez

Explicó que uno de los motivos por los que Mursi quería renegociar esos acuerdos era que Egipto estaba obligado a vender a Israel un volumen determinado de gas cada año, pero Israel era quien determinaba el precio. “En aquel entonces, Egipto tenía una crisis energética y la sigue teniendo. Durante el Gobierno de los Hermanos Musulmanes, nos cortaban la electricidad tres o cuatro veces al día, y nunca era a una hora concreta. Era a las 11:23 H, lo que hacía imposible planificar”, concluyó.

La autora quiso que su novela tuviera una perspectiva egipcia auténtica. “Puede parecer arrogante que una europea escriba desde esta perspectiva, pero estuve muy inmersa en la cultura egipcia”, comentó. El Cairo no es exótico para sus personajes, sino su hogar, la ciudad en la que han vivido toda su vida. Por eso, las pirámides y otros elementos turísticos no tienen presencia.

En cuanto al escenario, Lardinois decidió situar la historia en los barrios de las revueltas posteriores al golpe de Estado de 2013. “Mis personajes pasan casi toda la novela cruzando puentes”, dijo, añadiendo que este símbolo representaba las dos caras de la ciudad: un Cairo que aún se manifestaba y otro que permanecía estático. “Quería que mis personajes experimentaran esa dualidad”.

Además, mencionó que, aunque tuvo la tentación de incluir escenas del Cairo antiguo, esas partes fueron eliminadas. “No quería que El Cairo fuera solo una localización, sino un personaje”, afirmó. Su enfoque se centró en capturar la atmósfera del golpe de Estado, reflejando la vida a través de las experiencias de los ciudadanos, como los clientes de un café o las personas en un check point, en lugar de enfocarse en los lugares turísticos. “Por eso no aparecen las pirámides en la novela”, concluyó.

En la novela, los personajes, aunque son de ficción, reflejan la realidad de El Cairo en aquel momento. Ali, la periodista europea y otros personajes, como el profesor, están inspirados en personas reales de la sociedad egipcia. La autora recuerda que un egipcio le dijo que el profesor era muy representativo de su país, lo que ella consideró un gran halago. El profesor encarna la duplicidad típica de quienes viven bajo una dictadura, mostrando una ambigüedad en sus opiniones y pensamientos, que revela solo en su hogar.

Los temas delicados en la novela se tratan de manera velada, como la masacre de agosto, mencionada de forma indirecta, reflejando la dificultad de los egipcios para hablar abiertamente sobre ciertos acontecimientos. Ali evoluciona a lo largo de la historia; inicialmente era un activista del movimiento 6 de abril, pero se transforma en un joven que, como muchos otros, sueña con un nuevo Egipto, destacando su humanidad y aspiraciones.

La autora siente que todos sus personajes llevan algo de ella. Ali, en particular, simboliza la esperanza de un futuro mejor en Egipto, mientras que el profesor se convierte en un personaje con el que la autora se identifica profundamente, ya que ha pasado años construyendo su historia.

En la novela, las mujeres desempeñan un papel fundamental en las manifestaciones, no solo como organizadoras, sino también como participantes desde el inicio. Sin embargo, afrontaron intentos de ser excluidas del espacio político mediante violencia sexual, lo que buscaba desalentarlas y alejarlas de la lucha. A pesar de su crucial implicación, cuando llegó el momento de definir el futuro de Egipto tras las elecciones parlamentarias en noviembre de 2011, sus voces fueron desestimadas, indicándoles que no era el momento para sus demandas.

La autora subraya que muchas mujeres continúan luchando en Egipto, aunque a menudo no reciben el reconocimiento que merecen. Existe un número significativo de presas políticas que, al igual que los hombres encarcelados, sufren severas consecuencias, incluyendo la separación de sus familias, lo que incrementa su sufrimiento. La autora siente que es importante dar más visibilidad a estas mujeres y su dolor, ya que su lucha es significativa y aún no ha recibido la atención adecuada.

El tema de la huida de Egipto está presente en la novela, reflejando la realidad de muchos jóvenes que se han visto obligados a abandonar su país debido a la situación política. Si bien no tiene cifras exactas, menciona que una gran parte de la joven oposición egipcia se ha refugiado en Europa, especialmente en países como Alemania, Bélgica y Francia, mientras que el número de exiliados en España es menor. Muchos de estos jóvenes, que fueron fundamentales en las revueltas, se sienten desilusionados y han optado por un exilio interior, regresando a aldeas pobres para llevar una vida más sencilla.

La autora reflexiona sobre la situación política en Egipto, señalando que a pesar de las elecciones recientes, donde el presidente actual obtuvo más del 90% de los votos, no hay cambios significativos en el panorama. Menciona la esperanza que representaban dos candidatos: Ahmed Tantawi, un joven de 40 años, y Gamila Ibrahim, una ex presentadora de televisión que ha trabajado en barrios desfavorecidos de El Cairo. Sin embargo, se enfrentaron a grandes obstáculos para poder presentarse. Tantawi fue condenado a un año de prisión y cinco años de inhabilitación, lo que evidencia la represión que sufren los opositores en el país. La autora resalta que muchos candidatos están actualmente en prisión.

Su deseo es un Egipto con más derechos humanos, pero lamenta la falta de presión internacional para que se respeten estos derechos básicos. La crisis económica actual, que se ha intensificado, podría llevar a nuevas revueltas. Aunque no cree que haya una nueva "primavera" similar a la de 2011, considera que podrían surgir protestas motivadas por la pobreza y el hambre. Al respecto, se refirió específicamente el aumento en el precio de los cereales, que ha subido más del 50%, lo que afecta profundamente la dieta básica de la población, que depende del pan.

Lardinois fue recibida con esta pancarta en la Librería Anónima. Foto Myriam Martínez

AMINSTÍA INTERNACIONAL

José Manuel Mur, tras presentar a la autora, explicó que Amnistía Internacional es una organización global que lucha por los derechos humanos en todo el mundo y que también apoya a las personas que defienden estos derechos, especialmente en situaciones donde luchar por ellos es difícil y peligroso. La entidad cuenta con el apoyo de más de 10 millones de socios a nivel mundial, y en España, son alrededor de 100.000 personas las que sostienen a la organización tanto económica como moralmente, ya que no recibe subvenciones, con el fin de mantener su independencia.

Para Amnistía Internacional hay múltiples preocupaciones con respecto a Egipto, las cuales se reflejan en sus informes y documentos. Entre ellas, destacó la represión de la libertad de expresión, que incluye el cierre y bloqueo de páginas web y medios de comunicación que, aunque no sean opositores directos al régimen, puedan mostrar opiniones ligeramente diferentes.

También mencionó las listas de personas y organizaciones consideradas terroristas, en las que se incluye a opositores al régimen. Asimismo, denunció la represión de la disidencia, que se manifiesta en detenciones arbitrarias, procesos judiciales injustos, desapariciones forzadas y torturas, todo ello bajo un ambiente de impunidad total.

Mur expuso algunos casos concretos para ilustrar la gravedad de la situación, mencionando, entre otros, a Mohamed Mohammod Abdel, quien murió en una comisaría tras cuatro días de detención, víctima de golpes brutales y descargas eléctricas por parte de la policía. 

Finalmente, Mur señaló otros problemas importantes en Egipto, como el uso de la pena de muerte, la situación de los derechos de las personas LGTBI, y la situación en el norte del Sinaí, una zona en conflicto donde se producen revueltas y desplazamientos forzosos de la población local. Invitó a todos los interesados en obtener más información sobre Egipto a leer el informe anual de Amnistía Internacional, que está disponible en la página web de la organización, y que dedica ocho páginas exclusivamente a la situación en Egipto.