La alquimia en el entorno de la universidad de Huesca en el siglo XVI

Los triángulos los encontramos en Huesca allí donde se reunían los que practicaban la alquimia

Sergio Paúl
Studiosi Pro Universitate Sertoriana
17 de Octubre de 2022
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Iglesia de Santo Domingo y San Martín. A la izquierda, el símbolo.
Iglesia de Santo Domingo y San Martín. A la izquierda, el símbolo.

Los estudios realizados sobre la Facultad de Artes (Filosofía) de la Universidad Huesca que se ocupan del periodo que va de finales del siglo XV y del XVI han tildado a la Universidad como profundamente aristotélica  y de carácter eminentemente teórico más que práctico y poco amante de las ciencias naturales.

En este artículo veremos que Huesca distó mucho de ser únicamente aristotélica y tan sólo ocupada de disertaciones sobre lógica y teología con leve barniz humanista, sino que podemos aseverar sin ningún lugar a duda que su interés por todo lo que era filosofía natural y sus diferentes campos de estudios fue enorme, especialmente en todo aquello que hace referencia a la magia natural, cábala, astrología, brujería y alquimia.

No es que apareciera en el Renacimiento una ciencia en el actual sentido de la palabra sino una sabiduría acerca del mundo y de las fuerzas que lo rigen, siguiendo el modelo del saber artesanal de la época donde la experiencia es simple y pura acumulación de datos. La ciencia del siglo XVI no es más que una recopilación de objetos raros de anticuario, una especie de cajón en el que se amontonan todo tipo de experiencias sin buscar ningún tipo de sistematización. Las llamadas ciencias en el Renacimiento son numerosísimas y por ello alguien como Mersenne cuando las clasifica cita a la magia natural, la nigromancia, la quiromancia, la geomancia, la fisiognomía, la astrología judiciaria, la alquimia, la mecánica, la medicina, la cábala y la teología, lo que nos da una idea clara de en qué ámbito nos movemos al escribir sobre estos temas.

La Universidad de Huesca participará de ese intento de dominar el mundo natural a través de la alquimia —que a pesar de que muchas veces se identifica con la primitiva química—, lo cierto es que es sensiblemente diferente ya que el alquimista ve la naturaleza como una red de simpatías y antipatías que rigen la vida en el mundo natural, localizándolas incluso en el mismo reino mineral tan relacionado con la alquimia desde siempre. Los elementos del laboratorio alquímico no son tan sólo minerales como en el laboratorio químico sino verdaderos seres animados dotados de fuerza vital, de simpatías o antipatías, de allí que su obra se halle marcada por una significación transcendente que otorga a cada elemento un valor espiritual.

Es difícil el estudio de la alquimia debido a su carácter polémico desde sus inicios con grandes detractores y defensores, intentos por cristianizarla e incluso de controlarla por parte de los poderosos por su capacidad de “alterar los metales preciosos”, lo que llevó a muchos alquimistas a ser juzgados como el caso de Fray Juan de Santana del convento de Santa Engracia de Zaragoza o acabar entre rejas.

Con esto queremos afirmar que sólo son indicios lo que podemos rastrear en lo referente a la alquimia y más en una ciudad como Huesca. Figuras como Juan Vicencio de Lastanosa con un encendido interés por la alquimia y con una buena librería con volúmenes sobre la misma y que llegó a tener un alquimista, Don Nadal Baronio, hospedado en su casa durante tres años, el cual logró prodigios respecto a la salud de las personas de Huesca con su “oro potable” -como recuerda en sus investigaciones Miguel López Pérez-, no pueden ser entendidas sin tener una tradición de estudio anterior que ya existía en la Universidad Sertoriana de Huesca en el siglo XVI.

Es a través de los libros que encontramos en los Colegios Mayores y en los conventos que nutrían de profesores y alumnos a la Universidad que podemos rastrear esa tradición alquímica oscense en sus dos vías principales.

Dejando de lado la alquimia de los impostores y falsificadores de moneda como decía Stanyhurst en su “El toque de la alquimia” dirigida a Felipe II, son básicamente dos las vías de la alquimia y las dos están presentes en la Huesca del siglo XVI. Por un lado, la alquimia “práctica” vinculada a profesiones que trabajan con la destilación y el horno, (plateros, boticarios, tintoreros) es la rama de la alquimia conocida como “espagiria” el arte de destilar y de separar sustancias con fogones, matraces y alambiques a partir de sustancias animales, minerales o vegetales y exponer las sustancias sutiles así obtenidas a las influencias de los astros.

Respecto a la primeria vía, la de la alquimia “práctica y artesana”, encontramos en Huesca obras de una de las primeras figuras que puede considerarse como precursor tanto de la alquimia, la magia y la ciencia renacentista, Alberto Magno. Las obras en las que se ocupa de estos temas son variadísimas y precisamente encontramos en Huesca un ejemplar de 1494 del De Animalibus en el Colegio Mayor de Santiago y una Physica de 1494 en el Colegio de los Jesuitas. Tampoco podemos olvidar la existencia de libros minero-alquímicos como el de Georgius Agricola, De Ortu et causis subterranorum, presente en la biblioteca de la Universidad en su edición de 1546 o también la obra de otro médico como Agrícola, el italiano Mattioli, especialista en métodos espagíricos o ciencia de la destilación, con su edición de 1583 del Commentariorum in VI libros Pedacii Dioscorideis Anazarbei, de medica materia (García 1976) y que al parecer perteneció a un tal «Joannis Juste Doctoris».

Símbolo en la Iglesia de Santo Domingo y San Martín.
Símbolo en la Iglesia de Santo Domingo y San Martín.

Si pasamos ya directamente a la segunda vía, tenemos la alquimia estricta, metafísica y mística, en ocasiones esotérica, donde se buscaba la piedra filosofal, el autoconocimiento de sí mismo y de los mecanismos que hacen funcionar el mundo y que fue fundamentalmente cultivada por médicos. De esta alquimia “metafísica” encontramos en Huesca vestigios como la obra Gebri Arabis en una edición de 1598 que se encontraba en el Colegio de San Francisco. Tenemos así mismo presentes en Huesca obras como la de Girolamo Fracastoro que en su De simpatía et antipathia utiliza la doctrina de Empédocles sobre la atracción entre las cosas semejantes y la repugnancia entre las desemejantes, para lo que recurre a la doctrina atomista . Esta obra se encuentra en dos compilaciones que se efectuaron tras su muerte con el título de Opera Omnia, la primera preservada en la biblioteca de la Universidad es de la temprana edición de 1555 y la segunda que se hallaba en el Colegio de los Jesuitas de la más tardía que se imprimió en 1574.

También en la biblioteca de la Universidad encontramos un auténtico best-seller del siglo XVI,  Il secreti della Signora Isabella Cortese, en una edición veneciana de 1584, ciudad donde se redactó el libro al parecer y que consta de tres partes en las que se habla de cosméticos, cremas, tintes y trucos para la casa y una cuarta donde habla de fórmulas alquímicas alternativas que contrastan con las de la alquimia tradicional.

Otra obra curiosa, lateralmente vinculada con la alquimia, sería el De furtivis literarum notis vulgo de Ziferis de Giovanni Bautista de la Porta, mago, autor de comedias, cultivador de la óptica y de los secretos, cuya obra se guardaba en el Convento de San Francisco. La peculiaridad de esta obra radica en que se usaba tanto como libro de criptografía como de alquimia ya que se ocupa de los Ziferis literis, «documentos cifrados», que para Della Porta eran el instrumento desde tiempo de los antiguos egipcios para transmitir de forma velada lo que sólo debía conocer el destinatario. Dentro de estos libros mezcla de alquimia y criptografía encontramos el Polygraphiae libri sex de Johannes Trithemius, autor interesado en alquimia, cábala y conocimiento esotérico y que es considerado como la segunda parte de la controvertida Esteganografia. En la biblioteca de la Universidad oscense se encuentra la edición de 1571 de esta obra, única de esta tirada que se encuentra en España y que resulta un práctico manual para codificar mensajes pero bajo un nombre o cita religiosa. Señalar por último que esta obra se encontraba también en la biblioteca de la familia Lastanosa

Sobre quiénes podían ser los practicantes de esta alquimia en Huesca es de suponer que la mayor parte de ellos correspondiera a miembros de la cofradía de médicos, cirujanos y boticarios de Huesca como ocurría en la mayor parte de Europa y que fue estudiada por Cristina Pérez Galán datando su constitución en 1480, época de la implantación del humanismo en la ciudad y de la apertura a las protociencias renacentistas.

Especialmente interesantes son algunas de las limitaciones que estas cofradías realizaban a los boticarios a los que se hacían inspecciones periódicas para “evitar fraudes y malas prácticas en los preparados, como indica Pérez Galán en su “La cofradía de médicos, cirujanos y boticarios de Huesca”. Señalar que este control de los boticarios, aparte de por los riesgos a la salud pública de medicinas en mal estado o desconocidas, tenía también el objetivo de controlar su labor por ser muchas veces los “sopladores”, los alquimistas prácticos que proveían de sustancias a los auténticos “alquimistas místicos” generalmente médicos.

La cofradía de los profesionales de la salud se reunían en la Iglesia de Santo Domingo, parroquial de los dominicos -como dominico fue el considerado primer alquimista europeo por muchos, Alberto Magno-, donde fueron enterrados en numerosas ocasiones ilustres médicos de la localidad oscense.

Allí encontramos unos elementos decorativos que dejan a la vista de “los que poseen el conocimiento verdadero” pistas para saber de la alquimia en la ciudad de Huesca. En la fachada de Santo Domingo aparecen algunos elementos ornamentales peculiares como un triángulo inscrito dentro de un triángulo invertido. El triángulo invertido representa en lenguaje alquímico uno de los cuatro elementos, el agua y lo femenino, y el triángulo inscrito con el vértice hacia arriba, lo masculino, mientras que el fuego, la unión de ambos símbolos, suponía la fusión de lo terrenal y lo espiritual. Dicho símbolo fue utilizado igualmente por los masones, siendo el triángulo con el vértice para arriba el compás y el triángulo invertido la escuadra; y con un significado similar en algunos puntos al que dichos triángulos tenían para los alquimistas, los encontramos en Huesca allí donde se reunían los que practicaban la alquimia.

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