A España el café llega muy tardío, podemos asegurar que lo hace en el siglo XVIII de la mano de los Borbones, quienes auspician a los comerciantes italianos que ya son conocedores expertos del café saludable para que se establezcan en España. Así pues el primer café abrió en el año 1764 de la mano de los italianos Hermanos Gippini quienes fundaron la Fonda de San Sebastián en la madrileña calle de Atocha de Madrid, donde, alrededor de las tazas de café Nicolás Fernández de Moratín celebraba la tertulia literaria más importante de aquel entonces. De aquellas fechas data la instalación en la ciudad de Huesca del café de los hermanos Matossi que perdurará en el tiempo pasando años después a otras titularidades, no obstante , fueron bastantes los establecimientos de bebidas o bares que cambiaron las mesas donde se solía comer o jugar a las cartas, por primitivos veladores en los que hacer pequeñas tertulias entorno a un café caliente, pues era mantenido en fuego lento por el tabernero, a ellos acudían los estudiantes que cambiaron su hábito del vino como complemento de la charrada por el café.
A fines del siglo XVIII concretamente en 1796 el médico y cirujano Antonio Lavedán publicaba un libro titulado “Tratado de los usos, abusos, propiedades y virtudes del tabaco, café, té y chocolate”. Esta publicación surgía en unos momentos en los cuales la bebida caliente nacional era todavía el chocolate, y considerando que podía desplazar su consumo en aras del café, contempló al café más como medicina que como bebida que se podía tomar por placer. Ese mismo año, se publica la segunda edición del “Tratado Physico Medico de las virtudes, qualidades, provechos, uso y abuso del Café” de Arias, Gómez, Maestro de filosofía, bachiller en Medicina y Profesor de matemáticas que ve la luz en Madrid, dos obras que indudablemente venían a complementar los conocimientos sobre el café pero también a crear ciertas dudas e inquietudes sobre su uso que se estaba generalizando, pues a decir de los estudiantes era necesario para estar “despierto y lúcido” para aprender los necesarios conocimientos de sus estudios.
Desconocemos con qué intención comenzaron a correr no sólo en nuestra ciudad, sino por el resto de España, panfletos y aseveraciones acerca de la aparición de lombrices intestinales debido por el consumo de café, junto a la noticia de la necesidad de hacer sangrías, lo cual desató la respuesta de varios médicos y catedráticos de la Universidad Sertoriana, entablándose unas discusiones entre cafeístas y detractores, quedando acallada con el trabajo del Doctor Francisco Salvá y Campillo, ”Aviso al público sobre las sangrías y purgas de precaución”.
Era don Francisco Salvá y Campillo natural de Barcelona, que estudió tres años en la Universidad de Valencia, necesarios para sujetarse a “claustro pleno” de la facultad médica de la Universidad de Huesca, a donde vino a tomar sus grados, logrando la aprobación de todos los examinadores, logrando el grado de Bachiller en medicina en 1771. Hizo después oposición a una cátedra vacante en esta Universidad, fue a tomar el grado de doctor a la Universidad de Toulouse y volvió a Huesca, sujetándose nuevamente a examen e incorporando en ella su doctorado con una completa aprobación.
La entrada en el siglo XIX trajo consigo la carestía de café más un precio alto, que desde luego no estaba al alcance de los estudiantes, pero vino a mitigar este problema, la aparición del número 319 del “Semanario de Agricultura y Artes dedicado a los Párrocos” de fecha 10 de febrero de 1803, donde en un prolongado e interesante artículo titulado “Del cultivo de las achicorias amargas, y del modo de usarlas como café”, completaba desde la siembra , su preparación tostado y molido, para llegar a la ebullición en un puchero y su posterior colado y servido. Siempre quedaba el consuelo de recordar al gran Físico Hipocrates y su noción particular de las diferentes disposiciones de la naturaleza, quien hablando de la cebada decía, que tenía la virtud de ser refrigerante y desecante, siendo este el motivo porque los médicos mandaban su cocimiento con tanta prontitud y pasión.
Sería necesario llegar al año 1878 cuando “El Diario de Huesca” correspondiente al día 5 de enero insertaba una amplia historia en tres páginas de las Variedades del Café para información de todos los oscenses.