El cambio de paradigma en la terapéutica médica con Francisco Carbonell, doctor por la Universidad de Huesca

A finales del siglo XVIII, su contribución fue decisiva en la evolución de la Medicina y de la Farmacia hacia cánones de modernidad

Mariano Rodríguez Torrente
Studiosi Pro Universitate Sertoriana
01 de Octubre de 2023
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Rosetón de Francisco Carbonell en la sede de la Real Academia de las   Ciencias y las Artes de Barcelona
Rosetón de Francisco Carbonell en la sede de la Real Academia de las Ciencias y las Artes de Barcelona

El Renacimiento (siglo XVI) había consistido en un resurgimiento de las formas plásticas clásicas pero también de las antiguas sabidurías. Ello, que supuso un enorme enriquecimiento en el mundo del arte, provocó en estas, sin embargo, inmovilidad, estancamiento del saber, dogmatismo y, en consecuencia, anquilosamiento de la Universidad  y, por ende, de las Facultades de Medicina.

El Barroco (siglo XVII y primera mitad del XVIII) representó el movimiento en ambos aspectos y, en el caso del conocimiento, la depuración de los dogmas haciendo aflorar la objetividad que permitió, ahora sí, valorar en toda su dimensión las aportaciones transformadoras que no habían sido consideradas en el siglo XVI y el despegue en el inicio del camino hacia la medicina científica cuya aceleración solo habrá de producirse a partir de la segunda mitad del S. XIX.

Fue el precedente de la "Ilustración", movimiento intelectual surgido a mediados del siglo XVIII y principios del XIX, así llamado por su propósito de disipar la oscuridad de la ignorancia a la luz de los conocimientos. Es éste, pues, un periodo de mudanza en el que las Facultades de Medicina van a ir modificando sus planes de estudio basados hasta entonces preferentemente en las enseñanzas de Galeno  (siglo II  d.C.) -que habrían de permanecer hasta finales del XVIII- por la nueva medicina empírica. Un momento en el que no se había producido todavía una segregación definitiva de los diferentes saberes (Filosofía, Medicina, Botánica, Farmacia, Química... eran a menudo cultivadas por la misma persona) y en el que el idioma científico dominante era todavía el Latín.

En este contexto es en el que, tras el enorme enriquecimiento que había experimentado la  botánica médica con el descubrimiento de nuevas especies traídas de América que la reafirmaron como el principal recurso terapéutico de la época, surge la nueva farmacología química. Sólo posteriormente en el siglo XIX se llegará al aislamiento de los principios activos y posteriormente a su síntesis.

En este entorno aparece la figura del doctor Francisco Carbonell i Bravo (1768-1837), considerado como uno de los personajes fundamentales de la ciencia española de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Natural de Barcelona e hijo de un conocido boticario de la ciudad, cursó sus primeros estudios de Humanidades en el Seminario de aquella ciudad para trasladarse con posterioridad a Palma de Mallorca con el fin de continuarlos en su Universidad Literaria en la que obtuvo el Doctorado en Filosofía. Cuatro años después del regreso a su ciudad natal, en los que compatibilizó los estudios teóricos de Farmacia con las prácticas en la botica familiar, fue aceptado por el Colegio de Boticarios de Barcelona obteniendo el título en 1789. En su afán por acumular conocimientos se traslada a Madrid durante un año en el que entró en contacto con personalidades científicas de la nueva Ilustración, instruyéndose en materias como la Botánica, la Mineralogía, la Química y la Física experimental. Sin embargo, no acaban aquí las ansias de saber del joven Carbonell, que en el curso 1791-92 se traslada a Huesca donde se matricula en la Facultad de Medicina de su Universidad Sertoriana en la que obtendrá el grado de doctor en Medicina en 1795, centro universitario con el que, según sus biógrafos, mantendrá siempre muy estrecha relación.

Tan solo un año después de abandonar esta Facultad (1796), Carbonell publica en Latín su obra fundamental, "Pharmaciae elementa chemiae recentoris fundamentis innixa" (elementos de Farmacia basados en los fundamentos de la química moderna), fruto de su preocupación por la introducción de la química en la farmacia y su aplicación a la terapéutica médica. El libro, que tuvo una importante repercusión, fue reeditado en numerosas ocasiones en los próximos años y traducido al castellano, al francés y al italiano. Sobre esta obra escribe su biógrafo Bellegín (1864):

"Considerar la farmacia como una ciencia aplicada a la medicina, apoyada en otras ciencias auxiliares especialmente la química, exponer y perfeccionar la doctrina de los procedimientos farmacéuticos según los mejores autores conocidos hasta entonces, iniciar los principios de la clasificación de las sustancias medicamentosas y disponer de todo ello de una manera breve y sencilla, es a no dudar, escribir la obra fundamental, más metódica, comprensible, útil y perfecta que se había escrito hasta entonces. Es en definitiva prologar en nuestro país la farmacia del próximo siglo XIX".

Laboratorio de Farmacia del siglo XVIII
Laboratorio de Farmacia del siglo XVIII

En 1801 Carbonell revalidó su doctorado en Medicina en la Universidad de Montpellier con la disertación "De chemiae ad Medicinam applicationis usu et abusu disceptatio” (Discusión sobre el uso y abuso de la aplicación de la química a la medicina), continuación de la publicación anterior y con un parecido éxito. En su Plan de Estudios de 1801, la Universidad Sertoriana establece estas obras como texto oficial para el estudio de la asignatura de Farmacia incluida en el tercer año de su grado de Medicina. No fue la única, el libro se adoptó como texto en la mayoría de las facultades de Farmacia españolas y en algunas de las francesas.

Vuelto a su ciudad natal y terminado su periodo formativo, el doctor Carbonell dedica su actividad profesional a la práctica de la Medicina, siendo miembro activo de la Academia de Medicina de Barcelona durante 40 años y formando parte durante varios periodos del Protomedicato (Tribunal que por entonces controlaba la actividad de las profesiones sanitarias: concesión de licencias tras examen, control del intrusismo, enjuiciamiento de las malas prácticas...).

Convencido de que se trataba de un saber que iba a permitir el progreso en el campo de los remedios e indispensable para curar enfermedades, compatibiliza esta actividad profesional con la enseñanza de la Química en varias Instituciones docentes de la ciudad condal y en 1822 accede a la Cátedra de Química de la Universidad de Barcelona. Tal era el entusiasmo y el empeño que ponía en su tarea docente e investigadora que, como consecuencia de una explosión ocurrida en el laboratorio durante la realización de un experimento, perdió uno de sus ojos, ejemplo de las penalidades, incluso personales, que con frecuencia asumen los pioneros.

También su actividad académica resultó exitosa. Tan es así que cosechó un buen número de discípulos que desarrollaron brillantes carreras científicas en los años venideros siendo el más destacado el menorquino Mateu Orfila, Catedrático de Medicina Legal y Decano de la Facultad de Medicina de París, considerado en la actualidad  el padre de la Toxicología científica moderna.

El doctor Carbonell gozó en vida de un importante prestigio social y profesional recibiendo numerosas distinciones honoríficas entre las que destacan el nombramiento de Médico Honorario de la familia real de Carlos IV, de Boticario Honorífico de Fernando VII y de miembro titular de la Academia Francesa de las Ciencias. Aún hoy, después de casi dos siglos, permanece su recuerdo en los monumentos levantados en su memoria en diversas Instituciones Académicas.

Finalmente, en 1837, y tras varios episodios de accidentes cerebrovasculares, fallece a los 69 años de edad el que había sido joven estudiante sertoriano, tras una vida dedicada al cultivo de la ciencia y dejando como herencia la espita de la transformación de la terapéutica desde la botánica a la química en el ámbito nacional.

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