Podemos calificar de lánguida la vida educativa entre 1900 y 1923, que se vería demás empobrecida y entorpecida a partir de esta última fecha con la llegada del régimen de excepción primorriverista. La Dictadura significaría una involución evidente en el ámbito de la escuela pública y, por ende, un intento de privilegiar la enseñanza privada y/ o religiosa. Pero lo que marcaría con mayor significación la política educativa del Directorio sería su radical intento de control sobre los enseñantes. La escuela debería ser, así, un evidente aparato ideológico del Estado, sin tapujos. Los Inspectores de Primera Enseñanza deberían cumplir de este modo un papel esencial como vigilantes de la línea imperante. Una Real Orden fechada el día 12 de febrero de 1924 en este sentido era expresiva.
No es de extrañar que tras la desaparición de “El Liceo Artístico y Literario”, (1840-45); el “Liceo Oscense”; la “Sociedad Económica de Amigos del País de Huesca”,(1840); y el “Ateneo Oscense”, (1866), fueran muchas las personas que sintieran la apremiante necesidad de la implantación de la “Sociedad Oscense de Cultura”, porque al fin y al cabo, desde la clausura de la Universidad hasta 1900, habían sido 4.200 los alumnos que habían estudiado en el Instituto Provincial, sucediéndose entre el profesorado oscense contactos y comentarios de como volver a recuperar la inquietud cultural que había sido el germen de progreso y base de los conocimientos de personalidades destacadas.
En la Diputación Provincial auspiciada por el alcalde de la ciudad, don Manuel Ángel Ferrer, eran convocadas por el delegado gubernativo don Ricardo Marzo los señores directores del Instituto y Escuelas Normales, además de profesores de los citados centros de enseñanza, al objeto de intercambiar impresiones acerca de la necesidad cada vez más apremiante de constituir una Asociación Cultural que, con sus actuaciones contribuyera a fomentar las Ciencias y las Artes, a difundir la enseñanza y muy especialmente a ilustrar a la opinión en cuantos problemas la realidad planteara, procurando siempre el engrandecimiento de la Patria y del Alto Aragón.
El viernes 8 de febrero de 1924, después de un cambio de impresiones entre los presentes, conformes en todo con la idea, se acordaba por unanimidad designar una junta organizadora que, en el espacio más breve de tiempo posible, redactara las bases por las que había de regirse la mencionada Asociación y llevara a la práctica el pensamiento iniciado. Fueron designados a tal efecto, Benigno Baratech, Ricardo del Arco, Avelina Tovar, Eulogia Gómez, Miguel Mingarro, José Mateos, presididos por Ricardo Marzo, delegado gubernativo de este partido judicial. Terminando el acto con unas palabras del sñor Ferrer, quien como alcalde de la ciudad se asociaba al pensamiento y ofrecía su cooperación a esta empresa.
La Comisión organizadora de la Sociedad Oscense de Cultura cinco días después lanzaba una circular dirigida a cuantas personas pudiera interesar la implantación de esta sociedad o simpatizar con la idea. En ella se incluían los 20 artículos que conformaban su ideario, donde quedaba claro ya en sus dos primeros artículos que tendría por misión favorecer el cultivo de la Ciencia y el fomento de las Letras y las Artes, siendo atención preferente para la Asociación el fomento de los intereses del Alto Aragón en el orden intelectual. Al objeto de optimizar trabajos y actividades, se estructuraron seis áreas de trabajo: 1ª Ciencias sociológicas; 2ª Ciencias naturales; 3ª Literatura e Historia; 4ª Artes plásticas; 5ª Música; 6ª Turismo y Deporte. Cada sección era dirigida por un presidente, dos vicepresidentes y un secretario.
Se celebró su primera asamblea el día 28 de febrero y, tras la intervención de los señores Mur, Baratech, Sánchez de Castro, Mateos, Galdeano, Banzo y algunos más, quedaba una amplia comisión de trabajo a la que se añadieron José Artero, Manuel Banzo, Enrique de las Cuevas, Felicitas Duch, Bruno Farina, Raimundo Lalaguna y Luis Gil, quienes en pocos días recibirían el apoyo de los jóvenes investigadores Joaquín Sánchez Tovar, Pepe Cardús Llanas y Federico Balaguer entre otros, dando origen a numerosas actividades, conferencias y trabajos, que serán reflejados en la Prensa Oscense.
Tras el impás obligatorio impuesto por la situación política que vive España durante 1936-1939, sumado a las leyes dictadas acerca de toda asociación y en especial a las de tipo cultural, volvieron a provocar un vacío importante en el ámbito cultural altoaragonés, hasta que llegado 1949, Virgilio Valenzuela Foved decidió aglutinar nuevamente a las personas interesadas en temas culturales y fundar el Instituto de Estudios Oscenses, que en pocos meses de actividad, logra el reconocimiento del ministro de Educación Nacional y presidente del CSIC y mas cercano, el reconocimiento público del Consejo Provincial del Movimiento, que no era fácil de obtener en aquellas fechas.
Miles y miles de trabajos, de horas y esfuerzos dedicados a la cultura altoaragonesa y a la defensa de los intereses territoriales y sociales, para llegar a unos momentos en los que los numerosos cambios obrados en el país, especialmente en cuanto a conceptos de expresión, traerán la reconversión necesaria que era dirigida desde Diputación Provincial de Huesca para darle el concepto provincialista, así, en el otoño de 1985 pasa con nuevos Estatutos a ser Instituto de Estudios Altoaragoneses, desde donde se viene trabajando como vemos se hizo hace 100 años, en pro de la cultura.