Cierto día de hace algunos años caí en trance viendo bailar lindy hop en el Festival de Fonz entre palacios y fuentes renacentistas. Pensaba en aquella Huesca provincia de la Restauración de Costa en que la nobleza de Tamarite, de Ayerbe o de Fonz tanto pintaban, cunas de gobernantes cuya Calle Mayor se llega a llamar de los caballeros en estas antiguas ciudades venidas a menos. Llenas de patrimonio que no se alcanza a poderse conservar.
Ese aire algo decadente se percibe un algo en Graus, en Peralta de la Sal o Sariñena. Localidades más pujantes por donde pasa el ferrocarril, por las que no se impidió que pasara, son hoy las oscenses que suenan.
Recibiendo otros lugares como Ansó, Alquézar o L’Ainsa el galardón de papel cartón de pueblos más bonitos pero en los que tres cuartas partes del año son decorados vacíos y es difícil hacerles la contabilidad en noviembre o pensar si cabe una carnicería o panadería más, o si es que sobra.
Las familias nobiliarias y de la alta burguesía del este oscense de los Carpi, Ric o Moncasi, los Argensola de Barbastro y Bardaxí de Ribagorza, pintaron todo en política antes de que Javier de Burgos programara una provincia entorno y con el nombre la ciudad de Huesca. Fueron caciques pero, a la vez, muchos ilustrados como se constata en sus bibliotecas particulares.
Territorio en que solamente Alto Aragón hubiera tenido consenso como denominación y cuya capitalidad pudo estar en Barbastro, la ciudad a la que se trasladó el obispado de Roda no resultó agraciada como eje de los Pirineos Centrales sur como se llamaría esta provincia en Francia. Su alejamiento excesivo de Jaca, cabeza primera de Aragón, del Camino de Santiago y del románico de San Pedro el Viejo, San Juan de la Peña y Loarre la lastraron. Y al este de Cotefablo son escasos los crismones, los símbolos solares de la dinastía Aragón.
Ello no obsta, Ramón Acín aparte, para que mis oscenses favoritos sean mayormente los y las orientales. Encuentro rasgos de linaje comunes, de silencio distanciado con mirada vibrante, en Maurín y Samblancat, como en Pau Donés, Sender o hasta en Javier Moracho y Conchita Martínez. Cómo no en Fleta. Acracia con humildad, genio aragonés pero moderado y contenido, abobado con mucha capacidad de trabajo y emprendimiento, pesando la condición de frontera.
La cercanía de Cataluña y Francia pero aún más la lejanía de la influencia del Valle Central del Ebro como responsabilidad positiva para destacar aparcando quejas y lamentos. Esas cualidades entreveradas que se reconocen en el falso pero tan aragonés en amagar apretando Durán Lleida.
Viajeros, emprendedores por embaucadores, de genio vivo costista, ninguno supera en visión, trayectoria y ambición al ilustrado con familia foncina Félix de Azara. Todos somos hijos de su curiosidad insaciable.
Geógrafo y naturalista, codificador de especies en el trópico del Chaco del río Paraná compartido hasta por cuatro países, fue un científico pero mucho más y por ello no ha pasado a la posteridad como hubiera merecido. Que es a la altura de Ramón y Cajal, Linneo o Darwin.
Aun con su legado de importancia regional en Sudamérica, no es conocido. Juega la liga de haber quedado relegado a ser considerado como de talla científica semejante al zufariense Odón de Buen o a la del botánico especialista en plantas de páramo bajo aragonés Francisco Loscos. Su obra está por descubrir, cuando fue un maestro del castellano científico y así lo hubiera reconocido la academia francesa de la letras.
Sin embargo su originalidad como científico está siendo revisada al alza y considerada con el alcance precursor e innovador que sus estudios contienen. En la línea innovadora de las aportaciones de Nikola Tesla, es conocido que no pudo aprovecharse de la clasificación de especies de Linneo o Buffon, y para cuando las conoció ya había codificado un sinnúmero de pájaros o plantas del gran Paraguay, dicho en sentido geográfico amplio. Sin querer y en un contexto humanista en que también fijó su mirada en la lengua y costumbres de las diversas tribus guaraníes.
La importancia de sus obras y escritos, su caudal en orden y desorden de río de plata, la influencia que sus peripecias tuvieron en el viaje de Darwin con escala en las Islas Galápagos y la suya filosófica en Nietsche, son capitales para el surgimiento del positivismo y las investigaciones y doctrinas deterministas.
Además, Azara es un avión sin escalas, un vuelo directo, entre Monflorite y Buenos Aires. Como el cuarto espacio zaragozano tiene relación específica con Uruguay por ser origen de su libertador Artigas, la Diputación Provincial de Huesca y sus premios están labrando en siembra directa una propia con los países del Mercosur de la cuenca del Paraná.
La Fundación de Historia Natural “Azara” de Argentina ha recibido galardón en los fantásticos premios de la DPH que alcanzan nada menos que un cuarto de siglo, portan su nombre y se han entregado esta semana.
Sus bases disponen que sean otorgados a proyectos empresariales, educativos, culturales e incluso documentales que ahonden en la conservación del patrimonio paisajístico y natural, especialmente el oscense.
Como el mismo se halla fuertemente humanizado, ejemplo de lo cual es la conservación de prados y limpieza de los montes, el eje y preocupación de este ejercicio es el de la conservación de la cabaña extensiva ganadera.
Volviendo a la fundación argentina premiada no solo por su nombre, su página es una fuente inagotable de conocimiento científico.
En la misma aparecen imágenes y documentales acerca de Félix de Azara, una foto de su palacio natalicio de Barbuñales e información acerca de sus fecundas investigaciones y publicaciones, sus actividades educativas acerca del patrimonio natural y cultural en retroceso de América Latina.
Es un goce para los sentidos llegar a abarcar en poco espacio de tiempo el conocimiento que a Azara le costó toda una fecunda y paciente vida y solo llegó a vislumbrar.
La curiosidad temática de su catálogo es inagotable pues contiene referencias en las especialidades de astronomía y vulcanología, de rabiosa necesidad porque los Andes forman parte del círculo de fuego del Pacífico. Además de en astrología inversa del Cono Sur, estudio de las particularidades de los restos de dinosaurios y restos de mamíferos del Pleistoceno encontrados en Argentina o tremendos e interesantísimos atlas de historia natural y situación presente del Delta del Paraná, Patagonia y reservas de cetáceos del Golfo de San Jorge.
Una biblioteca aragonesa que recogiera estos ejemplares, obras inspiradas por Azara, y conseguir que llegaran al menos una decena de de su “Revista de Historia Natural” de calidad semejante a la cultural “Turia” debería significar este reconocimiento.
De vuelta, que el Pirineo y su patrimonio natural y botánico y publicaciones como las del Instituto de Estudios del Alto Aragón, Instituto Pirenaico de Ecología jacetano o Prames lleguen y se divulguen desde esta sede bonaerense, fruto de la relación nacida.
Oyendo la banda sonora de “La Misión” de Morricone, que seguro hubiera emocionado al profesor Félix de Barbuñales.