La relación de Baltasar Gracián con la Universidad de Huesca no es un tema que se haya estudiado, al igual que ocurre con otros muchos aspectos de la Universidad de Huesca. Sin embargo es un asunto de interés, dado que aquel escribió sus obras en Huesca y es una de las cumbres de la literatura universal. Al respecto, de cara a los lectores de El Diario de Huesca, me he propuesto hoy ofrecer unas notas explicativas del estado de la cuestión. Tuve oportunidad de llegar a algunas certezas al respecto mientras estudiaba la vida y la obra del poeta oscense Manuel de Salinas, amigo y colaborador del genio barroco.
En los años de la estancia Gracián en Huesca (1636-1639 y 1645-1650), esta era célebre y altamente valorada por su Universidad. Las obras del jesuita fueron impulsadas por Juan Vicencio Lastanosa, quien vivía en el Coso, enfrente a la Compañía de Jesús. Le publicó sus obras universales. A caballo del éxito de Gracián, Lastanosa se granjeó así fama como mecenas, al tiempo que conseguía dar a conocer su casa, la cual había constituido en Museo. Es muy probable que él mismo, o también sus descendientes, se encargaran de difundir este dicho: “Quien va a Huesca y no ve casa de Lastanosa no ve cosa”.
El gracianismo contemporáneo nace con el Baltasar Gracían de Adolph Coster, publicado en 1913, el cual no se difundió en España hasta 1947 y gracias a la traducción de Ricardo del Arco. El hispanista francés apenas dice nada de la Universidad, pues al tratar la etapa oscense de Gracián se centra en el mecenazgo de Vicencio Juan de Lastanosa.
El auge de las investigaciones sobre Baltasar Gracián se produce en el hispanismo entre finales del siglo XX y principios del XXI, y sobre todo con ocasión del cuarto centenario del nacimiento del escritor, 2001. Otro centenario, el del nacimiento de Lastanosa, da lugar a tres congresos, en 2006 (13-15/12), 2007 (24/4y 3/6) y 2007 (29/5-2/6). En las tres primeros hubo aportaciones mías sobre el rico ambiente literario de Huesca a causa de la Universidad, lo cual hizo posible el tándem Gracián-Lastanosa (pueden leerse en las publicaciones correspondientes de los tres primeros congresos). Es cierto que se avanzó en el conocimiento de los admirables Baltasar Gracián y Vicencio Juan de Latanosa, pero a falta de insertarlos en el rico ambiente universitario del que emanaron.
Por más que Ricardo del Arco, Antonio Durán, Ricardo del Arco y Federico Balaguer primero, y luego Laureano Menéndez de la Puente, Javier Arlegui, José Antonio Gracia, Laura Alins, y Chema Lahoz, sin olvidar a Macario Olivera y Carlos Garcés, hayan hecho aportaciones muy importantes, no se consigue remediar el injusto olvido de la Sertoriana, tanto en el nivel académico como en el gran público. Por eso es imprescindible la labor que nos hemos propuesto los Studiosi pro Universitate Sertoriana, asociación que hemos creado para intentar remediar ambas lacras. Tan injustas. El prestigio de Huesca en el pasado no se debió a Gracián y Lastanosa. En vida de la Sertoriana Huesca era conocida como “La Salamanca de Aragón”, si bien en los tiempos recientes ha sido cercenada por el “Quien va a Huesca y no ve la casa de Lastanosa, no ve cosa”.
Pero ello, y muchísimo más, brotaba del fermento cultural de la Sertoriana. No se entenderá bien el origen de las obras de Gracián y de las colecciones de Lastanosa sin conocer la solidez intelectual de una ciudad donde se desarrollaban todas las ramas del saber al más alto nivel académico. Huesca no llegaba a la estimación de Salamanca, por supuesto, pero estaba situada entre las diez universidades capitales de España.
Respecto a Gracián y la Universidad, es evidente que su destino a Huesca tuvo que ver con el interés de los jesuitas por acrecentar su prestigio y sus posibilidades de influencia en la Universidad Sertoriana. La Compañía había conseguido hacerse con la enseñanza de las humanidades en otras universidades españolas, como Alcalá o Zaragoza, pero en Huesca no lo conseguían por más que lo intentaban una y otra vez.
Gracián era un jesuita joven y brillante. Sus dotes de escritor iban a ser muy valoradas en una ciudad muy culta que quería prestigiar sus prensas. Súmese su elocuencia en el púlpito, que favorecería a la iglesia de la Compañía en una ciudad con un altísimo nivel oratorio, dada la competencia de los numerosos colegios-convento. Además se esperaría de él que, a causa de su genio e ingenio, aglutinaría lo más selecto de la población, que constituía élite no solo cultural sino política. Y así ocurrió en buena medida.
Aunque tampoco la Compañía consiguió Gracián mediante que la Universidad le transfiriera la enseñanza de la Gramática renunciando a su latinidad. De hecho el escritor universal muestra en sus obras gran admiración por la Universidad de Huesca, por el Colegio Mayor de Santiago y por los santos oscenses, y agradecimiento a los amigos que le habían apoyado en El Héroe, El Discreto, Oráculo manual, Agudeza y arte de ingenio y El Criticón. Todos ellos antiguos estudiantes, profesores, rectores o maestrescuela de la Sertoriana.
En torno al liderazgo literario de Lastanosa-Gracián, se reunieron su hermano Juan Orencio, su primo Manuel de Salinas, y otros más como Gabriel Hernández, catedrático agustino, o el historiador carmelita Jerónimo de San José, algunos de los muchos intelectuales destacados que acudían a Huesca al llamado de todas las ramas del saber. La sobresaliente cultura subyacente en la ciudad fue puesta a disposición del genio literario y, sin duda, en las obras de Gracián bulle aquella Atenas oscense, sui generis ¿e irrepetible?