¡Hada de la lotería, que deslumbras con tus oros, al pueblo de pan y toros! Así le dedicaba hace cien años su glosa Emilio Carrere a la inveterada costumbre española de confiar en el azar el porvenir o futuro. Y es que hacerse rico por medio de la lotería era el deseo de la mayor parte de los españoles. No se hablaba de otra cosa con mayor ilusión. Todo el mundo pensaba en el “Gordo de Navidad”. Eran días en los que, las más vitales e importantes cuestiones, tanto políticas como económicas y generales, se posponían y consideraban como secundarias.
Hasta que llegaba el día del sorteo, todo eran esperanzas y grandes proyectos ilusorios. Miraban los oscenses y remiraban las largas listas después de ver los primeros premios pintados en aquella fachada de “El Diario de Huesca” pero todo era inútil: una vez más, la mala suerte, la mala suerte, se repetían antes de dar paso a una esperanza nueva ¡otra vez será! Mientras, había alguien que recordaba que la Lotería era un buen tributo que los españoles se imponían voluntariamente, es decir, una nueva contribución que se pagaba al Estado, pero que, como era voluntaria y a ella no obligaban, nadie podía quejarse como sucedía con otros tributos que se exigían legal y forzosamente.
Así fue que hace 100 años, al igual que ahora, hubo quien decía que jugar a la Lotería, era pagar un “momio”; y en un porcentaje elevado que los jugadores eran unos “primos”. Claro que, no tenían en cuenta la ilusión durante algo más de un mes, depositada en un número que se esperaba ver agraciado. En suma, era también costumbre iniciar la ilusión de la espera, con el mero hecho de la compra del décimo, elección del número y desmenuzar la perspectiva del premio futuro con las participaciones.
Del viejo archivo de El Diario de Huesca, extraemos los boletos de hace 100 años que fueron comprados en la administración principal de loterías nº 1 del Coso Alto 23, la misma administración de Huesca de hoy, para compartirlos con la gran familia compuesta por trabajadores y colaboradores, que tenían a su vez la ilusión que reflejaba Carrere en su glosa. ¡Hada de la Lotería, desparrama tu tesoro en la yacija del pobre!