La Universidad de Huesca o Sertoriana quedó suprimida por Decreto el 17/9/1845, el cual establecía (art. 67) que “Las [universidades] de Canarias, Huesca y Toledo se convertirán en institutos de segunda enseñanza”. El cierre formal se produjo el 9/10/1845, cuando el Rector Jorge Sichar hizo entrega del edificio de la Universidad y de sus bienes al Jefe Político Provincial quien tomó posesión en nombre del Gobierno.
Apenas hubo resistencia por parte del Ayuntamiento porque por entonces gobernaba España con mano de hierro el General Ramón Mª Narváez, con un control absoluto de las instituciones. Tampoco los catedráticos y el propio Rector hicieron gran cosa, más pendientes de sus destinos a otras universidades que de defender la suya propia.
La supresión fue conducida con reserva, seguramente para evitar desórdenes. La tristeza subsiguiente de los oscenses y la vergüenza de los profesores fue expresada por Javier Claver, antiguo catedrático de Derecho de Huesca, en la Lección inaugural de la Universidad de Zaragoza, a donde había sido trasladado, y que pronunció el 1/10/1847:
“…Y cuando estas verdes y deliciosas riberas del caudaloso Ebro con dulces y alegres cantos repetían el eco de su victoria académica [Universidad de Zaragoza], la antigua corte [Huesca] del invencible Alonso [Alfonso el Batallador] vestida de luto, hecha pedazos la joya más preciosa de su adorno, con profundos sollozos y alaridos decía el postrer adiós a sus mentores venerandos, que alejándose de su patria dejaban en pos de sí las más sinceras y copiosas lágrimas de sus conciudadanos…”.
En cambio, los profesores no catedráticos mantuvieron una posición más digna, pues fueron ellos sobre todo los que intentaron revertir la supresión in extremis, aunque infructuosamente. Además tuvieron un gran peso como docentes en el naciente Instituto Provincial, heredero de bienes y de tradiciones de la Universidad. Ellos mantuvieron la herencia pedagógica y la transmitieron al Instituto, como reconocía el geógrafo Pascual Madoz, antiguo alumno de la Universidad de Huesca (Diccionario geográfico…, IX, 1847):
“Hoy el instituto de segunda enseñanza ha sustituido a la universidad, y los jóvenes profesores que regentan las escuelas, se hallan encargados de mantener el lustre y la reputación tan justamente adquirida por la Sertoriana”.
No parece casualidad que estos docentes (antes catedráticos sustitutos de la Universidad) formaran en el Instituto a Joaquín Costa, Santiago Ramón y Cajal y Rafael Salillas, cimiento del Regeneracionismo español, junto a Lucas Mallada. Cajal deja constancia en sus memorias de la influencia de León Abadías, su profesor de Dibujo, de Cosme Blasco, de Retórica y Poética, y de Serafín Casas, de Física y Química, sin olvidar la protección de Vicente Ventura. Pero quizá lo más sustancial es que supieron ser magnánimos con aquel por entonces mal estudiante (tanto por sus insuficientes resultados académicos como por su comportamiento pugnaz) y confiaron en sus potencialidades.
El Instituto fue igualmente un foco de rebelión, y así de su seno y de algunas personas ilustradas de Huesca surgieron al menos dos intentos de restauración de la Universidad, al calor de los estallidos revolucionarios de 1854 y 1869. No se conformaba la población con que les quitaran subprepticiamente la condición universitaria, tras mantener su prestigioso Estudio General durante siglos.
Durante el Bienio liberal el argumento fundamental en el que se apoyaron los revolucionarios de Huesca para restaurar su Academia fue que la herencia de la Universidad se había mantenido intacta en el Instituto Provincial. Y, en efecto, valiosas heredades y numerosas casas en Huesca y en pueblos de la diócesis eran de su propiedad.
Tal vez porque era crucial asegurar la propiedad de los edificios universitarios (el octógono hoy Museo Provincial y los colegios de Santiago y San Vicente) para restaurar de la Universidad, el Instituto se preocupó de legalizar en esos momentos su posesión; y así lo hizo la directiva el 29/8/1866 en el Registro de la Propiedad de Huesca, siendo secretario del centro de secundaria el célebre Carlos Soler y Arqués, autor de Huesca monumental y De Madrid a Panticosa. De nuevo el IES Ramón y Cajal, el 20/6/1947, reafirmó su propiedad sobre este edificio y el Colegio de Santiago en el Registro de la Propiedad de Huesca, siendo director del centro Álvaro García Velázquez; visto que las autoridades mantenían abandonado el octógono pedagógico, tras haber sido ocupado durante la Guerra Civil.
Desde el momento de la creación del Museo Provincial, este reconoció la propiedad de los cuadros del Paraninfo, entre ellos el de Veyán de Francisco de Goya, bajo cartela con el rótulo “Depósito del Instituto Provincial”. En ese orden de cosas, cuando la superioridad desplazó el Instituto al inmueble actual (1951), la directiva trasladó al nuevo edificio cuantas piezas consideró oportuno; y, en especial, todo el programa pictórico del Consejo que hoy luce espléndidamente en el Claustro de enseñanza secundaria.
Respecto a la ceremonia del Tota Pulchra, no es irrelevante que esta antigua costumbre universitaria solo se haya conservado en Huesca. La razón no es que en el IES Ramón y Cajal sean más inmaculistas que en otros puestos, sino porque esta ceremonia ha sido siempre un recuerdo de la universidad desaparecida, en mi opinión.
Una vez instalada la Universidad de Zaragoza en Huesca, ha habido intentos de que se le traspasase la herencia, mas el Instituto no la ha enajenado (como no podía ser menos). Un ejemplo de su consciencia de heredero se dio el 8/12/1974. Los docentes del IES (que salen en representación de la Universidad de Huesca en el acto del Tota Puchra) se encontraron en la puerta de la Catedral con los profesores del recién creado Colegio Universitario de Huesca vestidos con sus trajes universitarios. Según razonó el director de dicho Colegio, les correspondía ahora a ellos protagonizar el Tota Pulchra, puesto que en Huesca ya había de nuevo universidad; a lo que el Director del Instituto le respondió que “la sustitución solo sería aceptable cuando se restaurara la Universidad Sertoriana en lo que había sido, o sea, universidad propia, independiente de Zaragoza” (según testimonio del profesor Macario Olivera).
De nuevo, se suscitó que el Instituto les cediera los bienes; con motivo de conmemorar el Ayuntamiento y el Colegio universitario el 150 aniversario del final de la Universidad de Huesca. La respuesta del Instituto en esta segunda ocasión fue muy parecida a la de 1974; por más que las circunstancias históricas eran bien distintas, la raíz era la misma (Diario del Altoaragón (4/11/1995):
“En el aniversario de la Universidad de Huesca no estará el “Ramón y Cajal”: […] los directivos del Instituto explicaron que no se iban a realizar tales concesiones por entender que la vigencia del legado permanece, ya que sigue sin existir la Universidad de Huesca”.
Las universidades de Huesca y Zaragoza fueron dos entidades distintas, con parecido prestigio y en competencia fratricida. El 9 de octubre de 1845 es una fecha clave para los oscenses. Si esta Universidad fue clausurada en ese día en un acto frío y formal, su recuerdo además ha ido languideciendo en los 175 años subsiguientes. Pero seguirá viviendo si la recordamos y la valoramos. Saquemos a la luz sus méritos, logros y aportaciones. Aragón no será más porque quede sepultada la memoria de una Universidad prestigiosa que fue sacrificada por intereses centralistas.