La modernización del ferrocarril llegaba en aquel año de 1924 por medio de una serie de comodidades que se brindaban a los viajeros, así la dirección del “Canadian National Railway“ de America se proponía instalar en todos los trenes transcontinentales de este ferrocarril, aparatos “aerofónicos” y a tal efecto había ya dispuesto la construcción y montaje de dos potentes estaciones transmisoras: una en Montreal y otra en Ottawa, al Este y centro de Canadá, y se disponía a instalar otras en en el Oeste. Planificaba que en poco tiempo, los trenes transcontinentales de esta empresa estuvieran equipados con receptores aerofónicos que proporcionaran a los viajeros una distracción y un placer más en sus viajes y excursiones.
Con ocasión de un reciente viaje de Mr. Lloyd George por Canadá, la compañía de ferrocarril montó en su obsequio una estación receptora en el coche en el que viajaba, desde Montreal a Winnipep, y dio muy buenos resultados, recibiéndose con claridad las noticias y conciertos que se transmitían. Por este motivo el “Canadian National Raiway” “se proponía instalar la aerofonía en todos sus trenes.
Paralelamente, también en Inglaterra algunas Compañías de ferrocarriles trataban de instalar este adelanto en sus trenes, siendo la revista “Railway Gazette”, la que anunciaba que la compañía del “Great Western Railway” había realizado igualmente pruebas satisfactorias de ese medio de comunicación en sus trenes rápidos, y lo había hecho por medio de aparatos receptores en comunicación con estaciones transmisoras del país.
Las pruebas fueron realizadas en uno de los furgones del expreso de Paddington a Birmingham, se instaló un aparato receptor de seis válvulas, y tan pronto como el tren inició la marcha, se estableció la comunicación con la estación aerofónica de Londres, manteniéndose la comunicación durante el viaje con toda perfección. A las 40 millas de distancia y corriendo el tren a una velocidad de 80 millas por hora, los sonidos de la bocina sobresalían al ruido del tren, sin que este ruido fuera obstáculo alguno para la percepción con claridad de la rerepción, por lo que se obtuvo un resultado excelente, pues la música se oyó con claridad y sin impedimento del ruido del tren.
De este interés de los dos países grandes convencidos y propulsores del ferrocarril, surgiría una auténtica pugna por dar toda clase de comodidades a sus usuarios o viajeros, y en los primeros días de 1924 se ensayaba la exhibición de películas en trenes en marcha, siendo la Compañía del “London and North Eastern Railway” quien ponía en práctica el dar esta clase de espectáculos en sus líneas, y a tal efecto, dispuso convenientemente un coche salón grande y lo agregó a la cola del tren expreso de Londres a Escocia, para este viaje de ensayo, en uno de los extremos del coche se dispuso el lienzo o pantalla, en el otro, la máquina cinematográfica y en el centro se colocaron varias hileras de butacas, donde se instalaron relajados hasta 30 personas o viajeros.
A pesar del movimiento del coche, que por ser el último del tren era más sensible, las películas que se proyectaron tuvieron una aceptación admirable, cierto es, que a la llegada del tren a York, se quitó el coche de la cola y fue agregado en cabeza al expreso de Londres, renovándose al regreso la exhibición de películas, obteniendo un resultado y aceptación excelente, demostrándose que era muy factible dar esta clase de espectáculos en los trenes.