El neoplatonismo renacentista, también denominado en ocasiones “neoplatonismo florentino,” recuperó a los neoplatónicos del siglo III, especialmente Plotino y Porfirio, en un intento de crear una síntesis entre el cristianismo y la filosofía de Platón e incluso con diferentes doctrinas orientales, buscando romper las limitaciones de un Aristóteles que parecía agotado, tanto a la hora de explicar el mundo natural como las verdades teológicas y el mismo concepto de Dios.
Elementos platónicos se conocían en Huesca desde época muy temprana de modo indirecto. Para constatar tal idea, simplemente hay que ver la gran presencia de obras de San Agustín, del que hallamos noventa y seis obras concernientes a nuestro periodo de estudio, la primera de 1501, la afamada Annotationes in tomum VII. Augustini Hipponensis Episcopi.
De otro autor con influencia platónicas como fue Boecio, encontramos seis obras, la primera De Consolatione (1505) y del neoplatónico Plotino, traducido e interpretado por Ficino, localizamos asimismo tres obras más, destacando el De rebus philosophicis libri LIIII in Enneades sex distributi (1559).
En resumen podemos afirmar que elementos platónicos filtrados por diversos autores encontramos algunas muestras en Huesca, pero siempre de un modo reducido si lo comparamos con Aristóteles, lo que en el caso español destruye el mito de que el Renacimiento fue de Platón y el medievo de Aristóteles, algo que está demostrado que no fue así, ya que Platón era conocido en la Edad Media de manera abundante y el siglo aristotélico por excelencia de hecho fue el siglo XVI, hasta en Italia tal y como defendía Antonio García Bravo en su Aristóteles en la España del XVI.
De todos modos. en el programa de estudios de la Universidad Sertoriana, tras proceder a analizar los estatutos y las Sumas de los Consejos, no encontramos ninguna referencia a Platón y quizás por ello sólo hallamos ocho obras en las que se menciona a este autor en la ciudad de Huesca, tras repasar las bibliotecas de la Universidad, conventos y monasterios de ciudad y provincia. Por lo tanto, si no era necesario para alcanzar los grados universitarios, tampoco existía ningún elemento incentivador para la compra de libros de estos autores neoplatónicos. Esta situación, unida a que a través de Ficino y Mirandolla, el neoplatonismo se acercó a la magia y astrología e incluso a la cábala, hizo que fuera visto con sospecha desde un principio. Tan sólo en la poesía y dentro de los místicos españoles alcanzo una cierta difusión.
Como indicábamos, pocas son las obras que están en la Universidad o sus Colegios en que se ocupen de Platón. Las dos primeras que lo hacen son una obra de 1490, donde se repasa la vida de filósofos de la antigüedad y que no tiene autor conocido, mientras que la otra es un simple compendio de obras griegas, que además de recoger la Ética a Nicómaco de Aristóteles, tiene entre sus páginas el diálogo platónico Timeo, y una comparación de la moral aristotélica y platónica de Crisostomo Lavelli. Fue editada por Joachim Periom en 1545.
El resto de obras son comentarios a las obras platónicas de un gran neoplatónico renacentista como fue Massilio Ficino, en el que destaca sobremanera su conocida obra Diuini Platonis opera Omnia, de la que encontramos un ejemplar de 1557 en el Colegio de los Jesuitas y otro de 1567 en la Universidad.
Del mismo Massilio Ficino, máximo exponente de la Academia Florentina, vemos otras obras como son Sententiae pulcherrimas cum multarum rerum definitionibus (1561) y Opera et quae hactenus extitêre et quae in lucem nunc primum prodiere Omnia (1561), ambas sitas en el colegio de los jesuitas —al parecer dicha orden albergaba un gran interés por las ideas de Platón— además de localizar asimismo en la Universidad un ejemplar de su Opera et quae hactenus extitêre et quae in lucem nunc primùm prodiêre omnia omnium artium et scientiarum refertissima (1576).
Tanto en los comentarios a las obras de Platón como en sus propias obras, Ficino abre el camino a una nueva espiritualidad, más auténtica, en una línea diferente de la erasmista, que dará un fuerte empuje a los movimientos místicos españoles y que enlaza incluso con los saberes herméticos provenientes de Egipto, los pitagóricos, Zoroastro e incluso la tradición mosaica. Es el más atrevido de los neoplatónicos, sustituyendo a San Agustín por Platón, en su defensa de la tradición medieval cristiana.
De otros neoplatónicos renacentistas destacados que tienen alguna presencia en el ámbito académico oscense, cabría nombrar a Nicolás de Cusa, al cual sólo lo vemos aparecer como autor secundario de una obra de narraciones de santos bíblicos editada por Denis Le Chartreux en 1551.
Respecto al neoplatonismo español podríamos nombrar la presencia de Fray Luis de León y en especial de Pedro Malón de Echaide, docente en la Universidad Sertoriana, los dos claramente neoplatónicos. Recogieron buena parte del pitagorismo que tienen las ideas de Platón y la plasmaron en el desarrollo que hicieron de la cábala cristiana que ambos desarrollaron.
Si observamos las fechas de edición de los libros de los neoplatónicos españoles y de los de fuera del país, comprobamos cómo las obras de Platón y los neoplatónicos que se compraron en la ciudad de Huesca, en cuanto a las fechas, coinciden con todo el movimiento de obras cabalísticas realizadas por Fray Luis de León, Arias Montano y el profesor de la Sertoriana Pedro Malón de Echaide.
Da la sensación de que estas reminiscencias platónicas se hubieran diluido dentro de la cábala cristiana, la cual es absorbida y rebasada por la mística a partir de 1610, y esto sería el último escalón de una serie en la que se sucederían platonismo, cábala cristiana y mística. Todas ellas supusieron un intento de renovación espiritual y del modo de adquirir el conocimiento sin romper con la Iglesia, una vez cercenada la vía humanística erasmista. Huesca, y, esto es bien significativo, posee precisamente abundancia de obras a partir de 1605.
El neoplatonismo, al igual que astrología, magia natural y alquimia habían buscado una renovación de la filosofía natural acorde con los designios de la Iglesia, en un momento en que las investigaciones precientíficas en la España católica, empezaban a tener muchos problemas con la Iglesia y por ello acabaron siendo modas efímeras que sólo encontraron alguna salida en la mística española.
Hemos podido comprobar que Platón se conoce en Huesca prácticamente ya desde el medievo y que, aunque su desarrollo es mayor en el Renacimiento, el neoplatonismo no es un rasgo distintivo de la filosofía oscense del siglo XVI. La influencia del neoplatonismo quedaría bastante restringida a la cábala cristiana y al parecer estaría ausente de los cursos de Artes de la Universidad.