Conocido en la Historia como el Papa Luna o el antipapa Benedicto XIII, tuvo la vida más triste de un aragonés, que había sido llamado por vocación y mediante elección por cónclave a ser cabeza de la Iglesia, y que pasó a la historia por su cabezonería y terquedad, características de su aragonesismo diría yo, pero que acabaría sus días aislado, sin respaldo del poder civil, padeciendo varios intentos de envenenamiento, en el castillo roquero de Peñíscola donde se había refugiado.
Una vez más queremos recordar su historia: Pedro Martínez de Luna y Gotor vino al mundo el 25 de noviembre de 1328 en el castillo familiar de Illueca (Zaragoza). De gran inteligencia y sabiduría dirigió su vida hacia la carrera eclesiástica prosperando en ella y llegando a ser la persona mas influyente en el Compromiso de Caspe en el que se solventó la sucesión de la Corona de Aragón y se elevó al trono a D. Fernando de Antequera, que reinaría como Fernando I de Aragón.
Se encontró con la Iglesia que se estaba resquebrajando como institución debido a un conflicto con el Estado, entre el rey francés Felipe V el Hermoso y el papa Bonifacio VII que acabaría con el pontífice arrestado en Agnani y la imposición por parte del rey de un papa francés, Clemente V, quien trasladaría la Santa Sede de Roma a Aviñón, comenzando de esta forma la grave crisis que se activaría con la muerte del papa Gregorio X y la reunión en Roma de los cardenales italianos y elegir papa a Urbano VI, pero fue rechazado este Cónclave al faltar los cardenales de Avinón que declaraban nula la elección dando así origen a un cisma de cuarenta años, con el nombramiento de Clemente VII que buscaría el apoyo de Pedro Martínez de Luna, quien creyó oportuno unir al catolicismo mediante la abdicación de los dos papas en disputa, pero este proyecto fue rechazado por Clemente VII y a su muerte, con 20 sufragios de los 21 cardenales, era elegido Pedro Martinez de Luna pontífice con el nombre de Benedicto XIII.
En un tiempo convulso, con la Cristiandad dividida, comenzó una nueva fase de crisis para la Iglesia, pues Pedro de Luna consideró que era el único pontífice elegido Papa por cardenales anteriores al Cisma y en esa legitimidad persistió, ganando la estima general y junto a las diócesis contrarias a Roma, como Tournai, Lieja, Utrecht, y hasta países como Alemania, Hungría y Polonia, al igual que en Italia, Savona, Albenga, Génova y toda Liguria que pasaron a su obediencia.
Austero, grave y comedido, generoso y aún pródigo, pronto ganó fama de temible polemista, político sagaz, hábil diplomático, que llegó a la silla de San Pedro precedido de universal reputación, con una terquedad inigualable que puso de manifiesto cuando las casas reales quisieron solventar el problema de los tres papas, pues los tres sostenían que eran legítimos: Juan XXIII, Gregorio XII y Benedicto XIII, quien se negó a renunciar y buscando el poder civil acabar con el Cisma, el rey aragonés don Fernando de Aragón lo citó en Morella (Castellón) para intentar convencerlo.
Allí se juntó con Vicente Ferrer en julio de 1414, pero el Papa Luna se negó rotundamente a renunciar a su condición de papa. Posteriormente, con la ayuda del rey aragonés, el emperador Segismunto se entrevistó con el Papa Luna en Perpiñán (Francia) pero obtuvo el mismo resultado, la negación del aragonés. Tanto el emperador como el rey de Aragón decidieron, exasperados de su terquedad, hacerle el vacío. Se eligió por consenso un nuevo pontífice, Martin V, y con él se dio por resuelto el Cisma de Occidente, optando por dejar al Papa Luna con su obstinación insistiendo en que era el único papa legítimo, desde su aislamiento de Peñíscola frente al mar.
Durante su Pontificado y toda su vida, no dejó de mirar a su tierra aragonesa, como se constata en su numeroso Bulario, donde encontramos una atención extrema hacia los problemas y necesidades del Alto Aragón, pues entre los periodos correspondientes a La Curia de Aviñón (1394-1403) y La Curia Itinerante (1404-1411) fueron 680 disposiciones papales para esta provincia, como también lo fueron 465 disposiciones durante La Curia de Peñíscola (1412-1423) no quedando lugar, monasterio, templo o ermita sin su atención.
Acusado de cismático, hereje y nigromante en la sesión 37, del 27 de julio de 1417 del Concilio de Pisa, nos dejó un singular mensaje, en su libro “Consolaciones de la vida humana”,
“Espera en Dios e faz buenas obras. Et si buenas obras facieres a honor de Dios e en ellas perseverares, serás salvo”.
Ante la próxima reunión del presidente del Gobierno de Aragón con su Santidad el Papa Francisco, debemos recordar los aragoneses a don Pedro de Luna, Benedicto XIII, y pedir una vez más que levante la excomunión que nos pesa como una losa a todos aragoneses que admiramos su genio, figura y actos, y que su nombre sea incluido en las relaciones de Pontífices como le corresponde.