Del quinqué a la bombilla, en la Huesca de 1890

En 1899 la “Sociedad Electricista Oscense” adquiría unos acumuladores con objeto de extender el servicio de alumbrado público, se pasaba del quinqué a la bombilla

Cronista de la Comarca de La Hoya de Huesca. Académico de la Real de San Luis
18 de Agosto de 2024
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Primera palomilla en la plaza de la Catedral. Del quinqué a la bombilla, en la Huesca de 1890
Primera palomilla en la plaza de la Catedral. Del quinqué a la bombilla, en la Huesca de 1890

Puede considerarse como el paso inicial para el cambio de alumbrado, es decir, de las velas y quinqués de aceite o petróleo a la lámpara eléctrica, el día 1º de mayo de 1890, día en que oficialmente fueron firmados los contratos entre el industrial D. Leopoldo Navarro y los abonados que se habían adherido al nuevo sistema de alumbrado que les llevaría a tener en sus casas y establecimientos la luz de incandescencia, tras la colocación de palomillas y tendidos.

Para celebrar este acto en el que tomó parte el Ayuntamiento oscense también con su contrato, por iniciativa de la alcaldía se dispuso en lo mas alto de la fuente monumental de la plaza de Zaragoza un potente arco voltaico que con su gran iluminación cautivaba a los oscenses. El Excelentísimo Ayuntamiento proyectaba colocar cinco focos para iluminar los dos Cosos: uno se emplazaría en el alto en su confluencia con la calle de San Jorge y plaza de Lizana; otro, en la confluencia de la Ronda del Ángel (actual Miguel Servet) con la costanilla de Lastanosa; otro en la confluencia del Mercado y porches de Vega Armijo; igualmente, con las calles de Ramiro el Monje y San Lorenzo y por último en la confluencia de Mozárabes, Lanuza y Sancho Ramirez.

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Estas iluminarias viales de incandescencia, mediante arco voltaico, serían inauguradas oficialmente en el mes de junio, coincidiendo con la festividad de San Juan, pero, vistos los resultados, no es de extrañar que un mes más tarde, vecinos de las calles de Quinto Sertorio, Dormer, Costanilla de Santiago, plaza de la Catedral y otras adyacentes se dirigieran al Concejo exponiendo mediante escrito al señor alcalde, sus deseos que consideraban eran los de la mayoría de vecinos de aquel barrio, para que se procediera a la colocación de un “foco de luz eléctrica” en la plaza de la Catedral, punto importante y muy frecuentano y donde afluían gran número de calles. Apoyaron su petición en base a  la importancia del sitio en que se deseaba la colocación de la luz eléctrica porque además, era paso obligado para las gentes que tenían que dirigirse a los importantes edificios enclavados en ese barrio, como eran la Casa Consistorial, el Instituto de Enseñanza, Hospital, Seminario y los Cuarteles de Guardia Civil y de Caballería.

Con la colocación de la palomilla con lámpara y pantalla en la esquina de la Casa Consistorial, se daba cumplimiento a esta petición, pero también se iniciaba con ella la iluminación de lo que andando el tiempo sería llamado el Casco Histórico. Claro que esta innovación tenía que provocar los deseos de otras zonas, como así fue, pues un gran número de vecinos del extremo del Coso Bajo y plaza de Santo Domingo se manifestaron respecto a la conveniencia de colocación en esta plaza de otro foco de luz eléctrica , aduciendo que sería una gran mejora para la ciudad y que además consideraban la menos costosa y más fácil de instalar, por la proximidad del cable general de alumbrado que estaba en el cruce de la hoy calle de San  Martín.

Dos años después, en diciembre de 1892 el alcalde don Luis Fuentes y el Síndico señor Cadena, como representantes del Concejo Oscense, firmaban con la Sociedad “La Electricista Oscense”, compuesta por los señores Batalla, Palacio y Compañía, el contrato de lo que sería alumbrado público compuesto por un sistema mixto de once arcos voltaicos, de 2000 bujías de intensidad lumínica cada uno, además de 170 focos incandescentes de 16 bujías a instalar en los puntos que el Ayuntamiento designara y que deberían de lucir por lo menos 200 horas al año con lo cual aseguraba de alguna forma la iluminación de la ciudad, no completamente, pues un año después, en diciembre de 1893 la “Electricista Oscense” se lamentaba y disculpaba de que no hubiera podido iluminar los paseos y avenidas de las afueras por un retraso del material necesario que se esperaba.

En 1899 la “Sociedad Electricista Oscense” adquiría unos acumuladores con objeto de extender el servicio de alumbrado público y muy especialmente al objeto de prolongar durante toda la noche el servicio de iluminación que hasta entonces se hacía solamente hasta las doce de la noche.

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