El teatro en Huesca no ha merecido apenas atención, salvando los trabajos que ha publicado el autor de este artículo. No obstante, las propuestas teatrales desarrolladas en Huesca en torno a 1578, consideradas en su conjunto, constituyen una aportación excepcional y fueron útiles seguramente en los inicios del teatro español del Siglo de Oro, uno de los más potentes de todos los tiempos.
El elemento conector de las obras dramáticas aparecidas en Huesca en 1578 es la Merced, cuando el antiguo convento se transforma en Colegio de estudios. Convento prestigioso por su origen real y por su colaboración con la Universidad de Huesca, pasa a convertirse en el centro oficial de estudios superiores de la orden en la Corona de Aragón, agregado desde entonces a la Academia oscense.
La primera de estas obras oscenses es el Acto pastoril, intitulado lorentina, en el recibimiento y entrada de la reliquias del glorioso mártir san Lorente, en su propia patria y tierra, la ciudad de Huesca del joven mercedario ilicitano Jaime Torres, estudiante en Huesca. Esta pieza corta posiblemente se representó con motivo de la llegada a Huesca de una reliquia de San Lorenzo, el 8/8/1578. Esta pastorada teológica, junto a otras tres obras cortas de Torres, constituye un precedente reconocido del Auto Sacramental español. Forman parte del conjunto poético Divina y varia poesía, publicado en las recién estrenadas prensas oscenses de Juan Pérez de Valdivielso (1579).
En la impresión de la obra estuvo implicado el Maestro Mayor, otro valenciano, el alcoyano Juan Torregrosa. Torregrosa había sido contratado para elevar el nivel de las humanidades en la Universidad de Huesca, otorgándole las prerrogativas necesarias. Era un pedagogo sobresaliente. Poseía una biblioteca excepcional, especializada en gramática, lenguas y humanidades en general. Lo sabemos gracias a Laura Fontova, quien ha rescatado el inventario post mortem de sus libros. Se ha escrito que Jaime de Torres había influido en la poesía de los hermanos Argensola, pero, en todo caso, fue Torres y también Torregrosa.
La segunda propuesta teatral acuñada en Huesca por esas fechas son las tragedias de Lupercio Leonardo de Argensola. La Filis, La Alejandra y La Isabela, todas ellas tragedias, constituyeron una de las apuestas más más valiosas del teatro español en sus inicios. Las tres pudieron ser escritas en Huesca, donde los dos hermanos cursaban estudios de Filosofía y Derecho. En concreto en La Isabela la presencia de la ciudad y su entorno como tema y ambientación es palpable, como ya apuntó el erudito Balaguer; y es evidente, a poco que se la lea con atención, por la alusión a la abadía castillo de Montearagón y la cruzada reconquistadora desde las montañas altoaragonesas, entre otros aspectos.
Los hermanos Argensola se hallan además muy vinculados a la Virgen de la Merced y al Colegio oscense. Es más, es probable que su presencia en Huesca como estudiantes se explique, también, en parte, por su vinculación a la Merced.
Una tercera aportación oscense, muy distinta, pero no menos relevante que las anteriores, es el Entremés de Don Pantalón de Mondapozos de Martín Abarca de Bolea y Castro. Este joven oscense cuatro o cinco años mayor que los Argensola pertenecía a una familia de origen real. El Convento de la Merced fue una fundación de los reyes aragoneses. Los Abarca se enterraron en su interior. La hija de Martín fue la célebre poetisa Ana Francisca Abarca de Bolea. Este Entremés de tema escolar estaba siendo un éxito en los teatros precisamente en 1578. Gracias al Entremés de Mondapozos sabemos que Huesca era una de las plazas teatrales más importantes de España, junto a Salamanca, Valladolid y Lérida, tal como he probado en otro lugar (2020).
En este caso estamos hablando de teatro breve, entremeses, loas, jácaras, mojigangas y otras fórmulas que fueron fundamentales para imprimir viveza, popularidad y eficacia lingüística a la Comedia Nacional. Es una pieza muy divertida de tema universitario que sin duda hizo las delicias del público en el primitivo Corral de Comedias oscense del quinientos.
Por entonces el teatro popular y civil comenzaba a levantar verdadera pasión en España y es el fundamento del futuro esplendor. Hay un cuarto elemento, una cuarta propuesta teatral, que podría relacionarse con Huesca. Se trata del igualmente valenciano Francisco de Tárrega, que desarrolló su carrera jurídica y teológica en Huesca al tiempo que los Argensola. Puede tratarse de Francisco Agustín Tárrega que es clave en la formación de la Comedia Nacional, pues influyó en Lope de Vega cuando este fue desterrado a Valencia en 1578. José María Lahoz ha dado datos del Tárrega estudiante en Huesca que son compatibles con el futuro canónigo de Valencia mentor de Lope.
Mientras se comprueba este supuesto, he analizado su drama histórico La fundación de la orden de Nuestra Señora de la Merced por el rey don Jaime. Se observan similitudes en la ambientación con La Isabela de Lupercio Leonardo de Argensola que no parecen meras coincidencias, amén del recurrente tema mercedario.
Estas obras se representarían en diferentes lugares. El Entremés de Martín de Bolea en el primitivo corral o casa de comedias, incómodo pero vibrante. La Alejandra o La Isabela de Lupercio, de haberse representado, tal vez lo fue en el ámbito universitario. A este respecto no debe olvidarse que la capilla del Hospital de Nuestra Señora de la Esperanza (como ya señalé) funcionó a veces como lugar de representaciones escolares. En cuanto a la Lorentina de Torres, pudo ser la Plaza de la Catedral antesala de la recepción de las reliquias de San Lorenzo, cuando no la propia Seo.
Desgraciadamente se ha desmantelado la memoria de la Universidad de Huesca. Los espacios teatrales han desaparecido, en tiempos recientes por cierto. Hacia 1970 se desmanteló el Paraninfo y Teatro de la Universidad para convertirlo en Salón del Trono; en 1975 se demolió el Hospital de prácticas de la Universidad de Huesca y su capilla gótica para construir el Colegio Universitario; allá por 1985 el Corral de comedias de Huesca se destruyó para levantar un bloque de viviendas. Recentísimamente se han eliminado los restos del Colegio de la Merced de manera sistemática. Al menos queda el espacio de la Catedral.
Por nuestra parte sirva este artículo de recuerdo y homenaje –de nuevo- al Colegio de la Merced. No es inverosímil afirmar que los versos de La Isabela de Lupercio Leonardo pudieron ser declamados en alguno de los espacios teatrales citados. También pudo ser ante los estudiantes congregados en las instalaciones de la Merced, pues ellos se dedicaban a redimir cautivos y la obra habla del moro Muley convertido al cristianismo.
Felizmente la piqueta no puede destruir el eco oscense de aquella brillantez teatral que resuena en boca del protagonista masculino de La Isabela: (vv. 474-484). Argensola defiende a los conversos prestándoles su propio nombre:
Muley:
…Soy un hombre
a quien da la nueva ley
nuevo ser y nuevo nombre.
Muley fui, Lupercio vengo,
cristiano tan verdadero,
que solo de Muley tengo
serte fiel como primero,
y en lo demás desconvengo.
En Montearagón nací
con el agua del bautismo
que de Cristo recibí
por mano del abad mismo
que tiene su silla allí…