Fue Plinio (Caius Plinius Secundus) quien en su obra “Naturae Historiarum XXXVII Libri”, aconsejaba que se debía conocer tan alta y divina ciencia como es el conocimiento de las estrellas, pero con la rusticidad de los labradores; pues ciertamente son ellos quienes, sin conocimientos profundos de la astrología, sin preocuparse del porqué y cómo, han seguido y siguen el mensaje de las estrellas y de la naturaleza acompasando su ciclo de labores terrenas con los movimientos de los astros. Así fue cómo en esta obra acabada en el año 77 del siglo I que dedicó a Tito, lanzaba este sabio un aviso importante para los labradores: “que en todas, o en las más de las cosas que de multiplicación se espera, sí como en el sembrar, plantas, injerir, y otras semejantes, todas cuantas pudiere, las lleve a cabo en creciente de luna, y especialmente en principio de dicho creciente, porque la luna tiene dos cuartos de aumento de crecer, y otros dos de disminución, y en los primeros ayuda a criar, y en los otro dos segundos a consumir, y el primer cuarto abunda en caliente y húmedo, con lo cual las simientes y plantas mas hunden y crecen, que con lo caliente y seco, como es el segundo cuarto; y después, en los dos cuartos de disminución es fría y húmeda, y esto es más necesario aun en las simientes, que no en los árboles, porque si se arrancan en fin de menguante de luna, y de día, que es la tarde, prenden muy bien, al gozar de toda la creciente para crecer. Mas esto no es igual en las simientes, pues muchas simientes que en menguante se siembran, perecen y se pierden, y si salen no son tan buenas, ni provechosas”. En esto de sembrar en creciente de luna concuerdan muchos autores, que además aconsejan plantar árboles en nueve y trece de luna.
A través de los tiempos, numerosos labradores siguen el consejo de Paladio, que en los lugares acuosos, fríos, o húmedos la sementera sea temprana; y en los calientes, enjutos y secos algo mas tardía. Claro está que siempre tuvieron especial cuidado de que no fuera prolongada la sementera que llegase hasta diciembre, al cual han llamado “Bruma” y quiere decir hielo, porque lo sembrado antes de este mes, cuando más tarda son siete días, y la de después apenas cuarenta días. Para ello, cuentan los labradores con inequívocas señales en el cielo que marcan para cuando han de comenzar la sementera.
Fue Virgilio quien fijó para el trigo y la cebada, además de otras semejantes simientes, que después de puestas las “Virgilias” llamadas en castellano “Cabrillas” y en Aragón “As Fillas” , y no antes que se pongan, lo cual hacen a mediados de octubre. Sobre estas señales para sembrar decía Columela: “Espera el ocaso de las hijas de Atlante”, porque se ocultarán a los treinta y un días después del equinoccio de otoño que es por lo común, el nono día antes de las calendas de octubre, por lo que se debe entender que hay cuarenta y seis días para la siembra del trigo, contados a partir desde el ocaso de las llamadas “Cabrillas, Virgilias, o Fillas” que se verifica antes del nono día de las calendas de noviembre, hasta el solsticio de invierno. Pues los labradores prudentes observan el no arar, ni podar, árbol o vid, quince días antes, y otros tantos después de este solsticio”. Sobre las “Virgilias”, en Aragón llamadas “As fillas”, diremos que son el conjunto de las siete “pléyades” o estrellas de la constelación de “Taurus”, conocidas como las siete hermanas, por ser las hijas de “Atlante y Pléyome”, cuyos nombres son: Maya, Celeno, Alcíone, Electra, Taígete, Estérope y Mérope, y precisamente, el mismo Columella decía que esta señal para algunos labradores podía resultar dificultosa de entender y conocer, sobre todo, contando que es cosa natural y que según el curso del cielo, y la posición y sitio de la tierra de labor, depende el que a unas partes nazcan, y se pongan antes que a otros, y que cuando a unas se ponen, nazcan a otras, porque ningún signo, ni planeta, ni estrella en su tiempo nace, ni se pone a todo el mundo, sino a unos antes, y a otros mas tarde; y se aguardará por esto a sembrar cuando las “Virgilias” se ponen. Pues para algunas regiones sería tardío y para otros temprano.
En cuanto a las circunstancias más favorables para las siembras, siempre han coincidido los agricultores, no sin razón, que para lograr un buen germinar es conveniente que la tierra se encuentre algo húmeda, pero no tanto para que esté barro, en una palabra, que si se encuentra muy mojada, resulta conveniente retardar la sementera y aguardar a que evapore o empape la tierra; en cuanto a la región aragonesa, la siembra a comienzos de septiembre, es fácil que tenga que aguardar bastante tiempo la llegada de la lluvia, mientras que una siembra a principios de octubre, regularmente se beneficia de ella, no obstante, siempre se nos ha dicho, que los mejor era seguir el consejo popular que está preñado de enseñanzas: “El trigo en polvo y la cebada en lodo”, es decir, el trigo en seco, antes de la legada de la lluvia y la cebada después de ella. Esto está en relación a la simiente en seco sembrada, que estará mejor guardada bajo tierra, que en granero, al conservar más el humor y tempero, para cuando al llegar la lluvia, decían los mayores, que así luego salía lo sembrado tan grande como si de algunos días antes hubiera nacido.
Así mismo, la siembra tardía, esa sementera de semillas tremesinas o de marzo, que durante siglos ha sacado a los agricultores de apuros, unas veces por haberse pasado el otoño sin poder sembrar, y la ha llevado a cabo antes del equinoccio de primavera, otras por sembrar en parajes muy fríos, de nieves, o en zonas donde el estío es húmedo y sin calores, sembrando trigo “Candeal” o bien, cebada “Galacia”, cuidando de en tiempos lluviosos, porque se realiza siguiendo otro dicho popular o proverbio agrario que recogimos en varias zonas del Altoaragón y que aún hoy, hemos escuchado: “As millores sementeras, tardanas de primabera, se ferán n’a realiyá, con a capeza cubierta” ; queriendo decir, que es mejor si el labrador tiene que cubrir su cabeza ante una boira, niebla húmeda, el rocío, o una pequeña lluvia que cae sobre la superficie.