Fallece con 72 años Fernando Alvira Lizano, el ojo que pinceló la cámara para sublimar la fotografía

El fotógrafo oscense se convierte en un mito de los retratos del patrimonio paisajístico, arquitectónico y artístico

17 de Enero de 2025
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Fernando Alvira Lizano
Fernando Alvira Lizano

Fernando Alvira Lizano se ha llevado esta mañana al cielo que sea algunas de las muchas cámaras que ha utilizado en esta singladura terrenal en la que ha dejado bellas estampas, espejos del interior del alma, resplandores de los espíritus de las personas y retratos de la personalidad eterna de las ciudades y fundamentalmente de la suya: de Huesca. Con 72 años, la enfermedad le ha tomado de la mano y enviado a otra esfera en la que es de suponer que ya estará afinando los objetivos, manejando los diafragmas y con el dedo preparado para disparar... como disparan los fotógrafos, con el ojo que penetra y que proyecta.

Asegura su amigo Vicente García Plana que Fernando Alvira era un obrero silencioso. A través de su arte humilde, lanzaba su personalidad que recogían los rostros, las facciones, los ladrillos, los verdes de la naturaleza y los ocres de la esencia urbana. Como artista, no le incomodó ser agente independiente (lo que la pulsión anglicista viene a denominar "free lance") tanto en Heraldo de Aragón como en la Agencia Efe.

Porque no sólo del pan vive el hombre ni resiste consumiendo el aire, por supuesto entregó su riquísima trayectoria profesional a industrias y empresas, a la publicidad y, de paso, también es de esos tocados por la varita divina capaces de ganarse la vida por la belleza de sus creaciones en torno a las creaciones -valga la redundancia- naturales, monumentales y humanas.

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El de fotógrafo es un oficio que se ha adaptado de manera que, de los orígenes de Fernando Alvira Lizano a la actualidad, el cambio ha sido tal que no lo conoce ni la madre -o el padre- que lo parió. Se abrió camino el joven vocacional en medio de la alquimia, de los líquidos, de los cuartos oscuros, de la mecánica y de la química y la física, de las películas en negativo, de su transformación en positivos con gafas específicas para apreciar la existencia -o no- de imperfecciones que pudieran ser corregidas... e incluso repetidas.

Explica su a la vez admirador Vicente que "la calle curte y enseña. Fernando era un testigo silencioso, su carácter respetuoso y amable casi tímido le daba cierta cobertura de camuflaje entre la gente que clamaba en las manifestaciones o arengaba en los mitines. Para estas ocasiones elegía una cámara Kodak Retina con una funda de cuero y correa para el cuello que según él le daba un aire de medio tonto despistado que pasaba por allí de viaje de novios y entonces hacia sus fotografías sin que nadie lo tuviera en cuenta como periodista". Una perpetua lucha de clases particular que ha perdido pujanza porque hoy casi nadie vive la pulcritud y la dignidad en el desempeño.

Donde más a gusto enseñoreaba su capacidad de creación era fotografiando el patrimonio paisajístico, arquitectónico y artístico. Cientos de publicaciones en prensa especializada, libros de enorme calado de la editorial Mediterráneo, Lundwerg, Everest, el Ministerio de Cultura, y por supuesto la DPH que editó el impresionante catálogo de la exposición Signos. Le coronó como una referencia de culto a nivel nacional sin que su ego se alimentara. Hombre polifacético de enorme habilidad manual llegó a construirse sus propias cámaras de fotos partiendo de cero cuando el mercado no ofrecía opciones adecuadas a sus cábalas, en la ciudad cabalística (Malón de Echaide mediante) que es Huesca.

Fernando Alvira Lizano.
Fernando Alvira Lizano.

Además de publicaciones como El Círculo Oscense, 100 años de historia, La Iglesia Oscense de Santo Domingo y otros títulos que embellecen la dimensión fotogénica de Huesca, fue sobresaliente su colección de reportajes para Turespaña con fondos sore arte y arquitectura mudéjar, pintura mural medieval, pueblos y paisajes de Aragón. En esta faceta, imprescindible el orden escrupuloso y la capacidad documentalista. Su contribución a la capital fue coronada por "Huesca, fotografía de la ciudad" y "Huesca, 1981-1992. Los Años de la inocencia, esperanza y cambio" (prologado por Julio Alvira Banzo, mimados hasta el extremo por Editorial Pirineo.

Coleccionista de todo tipo de minerales, monedas y sellos, músico aficionado, lector de historia… "Nunca se retiró del todo. En los últimos años trabajó para sacar adelante cinco libros con la Editorial Pirineo, no ha llegado a tiempo de ver el último que está todavía en imprenta con un maravilloso prólogo de Anton Castro que desborda ternura y sensibilidad. Tampoco verá la exposición que Fundación Ibercaja prepara para este mes de mayo".

El epitafio de este obituario lo pone Vicente García Plana. "Un hombre sencillo con la única idea de superarse a sí mismo en un arte que le conmovía, sin afán de protagonismo, su discreción era bien conocida, centraba todo su interés en atrapar la luz que nos acompaña. Fue un maestro con eterna alma de aprendiz y quizá por ese espíritu de continua renovación y una dedicación tan constante tenemos hoy su inmenso archivo fotográfico. Un archivo que recoge nuestro tiempo, nuestro paisaje y nuestro patrimonio cultural con una profesionalidad y una sensibilidad que Fernando Alvira supo amasar para darle sentido a una vida plena. Ojalá encuentre algo de luz allá donde ha ido. Ojalá campe infatigable".

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