Faltaban partos en la literatura

Juan Marques.
Crítico de libros
28 de Enero de 2024
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Sara Ferrer, autora de Dual. Faltaban partos en la literatura
Sara Ferrer, autora de Dual. Faltaban partos en la literatura

La escritora aragonesa Sara Ferrer Carcavilla (Zaragoza, 1982) debuta con Dual (MilMadres, 2023), una novela muy notable que comienza de una forma impactante y atrevida y que termina dando cuenta de una inesperada plenitud.

Sara Ferrer Carcavilla

Dual

Zaragoza, MilMadres, 2023

96 páginas. 20 euros

Si la crítica literaria sirve para algo no es tanto porque recomiende (o no) la compra y lectura de determinadas novedades editoriales como por la capacidad que debería tener para detectar fenómenos transversales en la literatura, o tendencias, o sucesos…, y para celebrarlos o denunciarlas, según el caso. Los libros, por lo general, se defienden o se desacreditan solos, y cualquier lector competente puede intuir, al entrar en una librería, por dónde anda lo que le interesa. Pero hay en la periferia de lo literario hay también subtramas que normalmente se escapan a quienes no se ganan su vida rastreándolas, y ahí es donde el crítico un poco atento puede ser relativamente útil, rebelarse ante su elevada “prescindibilidad” social.

Digo todo lo anterior para amortiguar un poco lo que viene, porque es indiscutible que en los últimos años el tema del feminismo, o la reivindicación general de las mujeres, es una tendencia editorial, como hace quince años lo fue la Guerra Civil, o hace diez la autoficción, o hace cinco la nature writing... No afirmo que esto de hoy sea una “moda”, pues entiendo que es una palabra irritante, por inadecuada, al hablar de algo tan universal e intemporal como lo femenino, pero al ser demandado con tanta insistencia en los últimos tiempos, moviliza rápidamente a las editoriales, que recuperan textos al respecto, o que reclaman a sus autores en plantilla que se pongan a complacer ese clamor, o que premian con prioridad textos que discurran en ese sentido.

Esto no es algo que yo opine, sino algo que se comprueba (y que sabe cualquiera que curiosee en los escaparates de las librerías), no es un juicio sino una constatación, no algo que crea sino algo que veo. Y tampoco me importa añadir que esta tendencia editorial me parece muy bien, por ser una reparación histórica, por venir a compensar un desequilibrio o una asimetría o incluso unos huecos y silencios que sin duda existían, lo cual no ha de hacer que nos callemos cuando un libro “bienintencionado” sea malo, o que evitemos distinciones severas entre las escritoras buenas y las limitadas, o entre los libros que “obedecen” esa tendencia con trabajo, talento y cosas que decir, y los que lo hacen de una forma oportunista, interesada, apresurada, torpe... Entre lo que, en fin, tiene alma y verdad, y lo que no. Es algo que también ocurrió con lo de la Guerra Civil: demasiados autores dieron por supuesto que con atacar el fascismo y exaltar sin documentarse mucho a quienes perdieron en 1939 estaba todo hecho, cuando es más bien al contrario: conviene esmerarse especialmente a la hora de explicar bien las obviedades.

Este tema global del feminismo está conociendo, claro, sus subtemas, como lo son los argumentos que podríamos etiquetar como “mujeres en peligro”, lo relativo a “lo trans”, el abuso un tanto alarmante de “las corporalidades” o, por fin, el de “las maternidades”, una línea que va ganando más y más presencia. No es un tema nuevo, por descontado (y por definición…), pero sí algo que de repente ha provocado una avalancha de papel y tinta, entre la cual, naturalmente hay de todo, desde obras maestras a patochadas intolerables. Lo cierto, con todo, es que faltaban partos en la literatura. Los había, sí, pero insuficientes, y es algo que la literatura no se podía permitir, si su cometido, por decirlo con solemnidad, es el de dar cuenta de toda la aventura humana, en todos sus aspectos. Así que sí: faltaban partos en los libros, nos faltaba esa manera esencial de dar a luz.

Ahora la literatura se ha llenado de embarazos, y de alumbramientos, y de abortos, y de niños, y sospecho que se avecinan muchísimos más… y es maravilloso. Hay una algarabía fenomenal, y por debajo de los llantos y las risas y las nanas y las succiones se escuchan novelas, poemas o ensayos estupendos, junto a algunos otros insoportables. Una escritora aragonesa, Sara Ferrer Carcavilla (Zaragoza, 1982) publica también ahora su primera novela y, por un lado, está claramente por encima de la media en cuanto a la calidad, y, por otro, trata el tema de las gestaciones pero de un modo bastante oblicuo, o por lo menos diferente.

Faulkner decía que toda novela debía contener, fuera como fuere, una elevación, una iluminación, una liberación… y eso que algo que, sin intención alguna de chafar la lectura, ocurre aquí, no cuando la protagonista descubre perpleja que, sin haberlo buscado, está embarazada, sino cuando culmina el proceso de su decisión (con el que también termina, muy in crescendo, su novela). Mejor dicho: si esto fuera una sinfonía comenzaría andante, e iría ganando ritmo presto a lo largo de todas las páginas, para finalizar en plan vivacissimo, no sólo por el ritmo, sino por el tono, por la belleza, por esa extraña plenitud que tan ansiosamente buscaba la protagonista, y (creo) la autora, y (supongo) cualquier lector normal, de esos a los que nos gusta disfrutar y no padecer cuando leemos.

Dual contiene desde su mismo título, poco atractivo (aunque justificado), algunos elementos discutibles, como esa hostil reunión laboral que leemos en el corazón de la novela, y que es demasiado peliculera, de tan inverosímil. Pero la melodía general es, aparte de literariamente notable (con momentos realmente brillantes, como la habilidad en los diálogos o el personaje del padre…), de las que atrapan, en el mejor sentido (no en el de tenerte en vilo, que también, sino en el de implicarte). Lo que le sucede a Norma, la protagonista, te importa, aunque no sea un personaje que consiga caer muy bien, por eso que alguien llamaría su extrema “intensidad”, sus altibajos excesivos, su desequilibrio anímico, sus comportamientos patológicos o impulsivos, su anhelo de no se sabe qué (no por supuesto lo sabe ella).

Pero personajes como Norma existen, todos conocemos a muchos posibles modelos reales, y esta novela aborda a su principal sujeto con empatía, inteligencia, complicidad, comprensión y hasta cariño. Se diría que el narrador omnisciente (o, por encima, la autora) quiere, más que retratarla, protegerla, y más que contar su peripecia, proponer casi una terapia. Tal vez suponga “deformación profesional” por parte de Sara Ferrer, que desde la fisioterapia se dedica a cuestiones de salud y de rehabilitaciones en su ciudad natal, pero es verdad que, más que una “novela de educación” es una “novela de curación” o, mucho mejor, una “novela de seguimiento”, una novela vigilante pero no invasiva, atenta pero no entrometida (como sí lo son algunos de los personajes secundarios), una novela que comienza de una forma casi desesperada y que termina de una manera inesperada.

Norma es alguien que, por motivos familiares que Ferrer explica muy bien, y por asuntos de infancia que sólo se insinúan, o que se cuentan a fogonazos, ha triunfado en lo laboral pero anda totalmente perdida, y aun aturdida, en lo personal, sentimentalmente apagada, totalmente estresada y desquiciada, profundamente sola en el fondo. Desinhibida en lo social y lo sexual, va dando tumbos, improvisa de un modo radical en el poco tiempo libre que tiene, y no es capaz de vislumbrar ni remotamente lo que quiere hacer con su vida, o al menos con lo que le queda de juventud. Es en ese momento tan poco meditado (y en ese periodo de su vida tan poco reflexivo) cuando el test de embarazo da positivo, y cuando comienza realmente la novela y termina estratégicamente esta reseña, que invita a adentrarse en una novela osada, desatada, incisiva, muy bien escrita y rabiosamente libre que va de lo salvaje a lo doméstico y que Sara Ferrer dedica a sus hijas, “que me vieron nacer”. Es un gustazo que podamos nosotros ver salir al mundo a una nueva escritora como ella, tan descarada y poderosa. Y no sólo es el test de embarazo de Norma: también esta primera novela de Ferrer “da positivo”.

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