El historiador Fran Lucas Herrero ha cumplido su objetivo y hasta casi su compromiso de difundir "la magia" del Camino de Santiago Aragonés con la publicación In Itinerae Stellae, un libro que sintetiza en 200 páginas la pasión de este autor zaragozano por este tramo y, en general, por toda la Ruta Jacobea.
En un acto celebrado en la librería Santos Ochoa, ha explicado que se inició en el Camino de Santiago hace 16 años y "por curiosidad". Primero, recorrió el tramo de Sarria a Santiago, de 115 kilómetros, y quedó absolutamente hechizado.
"Un día acabas agotado, con ampollas y rozaduras, y al día siguiente, a las 6:00 o las 7:00, estás en forma para seguir. Eso es la magia y hoy, 16 años después, me sigue pasando. Te gusta, disfrutas y no sabes por qué. Yo siento la energía, y como yo caminan millones y millones de personas, con sus ilusiones y sus sueños. Y cuando lo has terminado, solo piensas en volver".
Asegura que las seis etapas le encantaron, "es lo más perfecto que puede tener el Camino, porque lo vives con una intensidad enorme", y a los pocos meses hizo el camino francés, más de 20 días para completar los 790 kilómetros desde Roncesvalles a Santiago. Y poco a poco fue caminándolos todos y en sus diversas variantes, excepto la Vía de la Plata, que comienza en Sevilla.
En verano de 2022, le tocó el turno al Camino Primitivo y una asociación cultural contactó con él para pedirle que escribiera un libro sobre el Camino Aragonés. "Este tramo -afirma con absoluta pasión-, tiene la belleza de los paisajes, porque cuando empiezas en Somport, el escenario es inimaginable, no se puede comparar con ningún otro inicio".
El itinerario sigue por el Valle del Aragón "y las altas cumbres que te ven y te rodean", y la ruta avanza descendente, desbordando belleza. "Te vas encontrando con sitios emblemáticos como Canfranc Estación, las ruinas del Hospital Santa Cristina, al lado de Candanchú, Canfranc P, Villanúa, Castiello. Tienes ahí un montón de historia tremenda. Y qué puedo decir cuando llegas a Jaca, con su catedral y la Ciudadela. Además, la ciudad es bonita y se come bien".
Pero el entusiasmo de su relato alcanza las cotas más altas, cuando se refiere "a la mayor belleza que te puedes encontrar, no solo en Aragón, sino en toda España", que es su "ojito derecho": el Monasterio Viejo de San Juan de la Peña. "Yo abrazo las piedras cuando llego allí. Tiene una energía que se nota y se palpa en el ambiente".
Cita otros puntos importantes del trazado, como Santa Cruz de la Serós, Santa Cilia, Artieda y Ruesta, que quedó despoblado por la construcción del embalse de Yesa. "Si tienes suerte y el pantano está bajo, ves los restos romanos de las termas de Tiermas. Después, sigues por Undués hasta tierras navarras y por ahí sigue el Camino".
Y de toda esta maravilla, Fran Lucas Herrero ha creado “In Itinerae Stellae: Caminando por el Camino de Santiago Aragonés”, basado en el rigor y la experiencia, donde habla también de cómo se vivía antaño y cómo discurre ahora la aventura del Camino. "Los peregrinos de antes eran unas almas benditas. Lanzarse a hacer el camino hace 10 siglos parece inimaginable. Hay unas estadísticas que dicen que entre el 25 y el 30% de los peregrinos no salían vivos. Había muchos bandoleros, asaltos y muchas enfermedades. Sin embargo, también se curaban muchos cuando llegaban a Santiago. En el centro de Europa comían mucho pan de centeno y se contaminaban, y cuando llegaban aquí comían pan de trigo que les sentaba mucho mejor. A día de hoy tenemos todas las comodidades, todo lo llevamos en la mochila, pero existe un sentimiento común de ilusión".
Al autor la resulta complicado explicar ese impulso que le lleva a hacer el Camino una y otra vez. "Por la magia, la ilusión, lo bien que te sientes... Es algo que llevas dentro y que te engancha o no te engancha. Hay gente que lo ha hecho una vez solo y hay gente que no lo ha terminado y lo ha aborrecido. Pero tienes que ponerte las zapatillas y empezar a caminarlo para sentir esa energía. Al segundo o tercer día, ya puedes saber si lo harás o si te quieres volver a casa".
Anécdotas tiene muchas, así como situaciones curiosas como encontrarse con gente, pasar horas y horas, caminando juntos y tomando alguna cerveza, y comunicándose, a pesar de no hablar el mismo idioma. "Pero lo más bonito es despertarte cada día por la mañana, antes del amanecer, ponerte en marcha, saber que te quedan unas horas por delante para caminar y disfrutar, antes de cerrar los ojos para volver al día siguiente a repetirlo".
Asegura que 200 páginas son pocas para expresar todo lo que siente. "Habría necesitado 500", proclama, y pide apoyo para este Camino aragonés, tanto de la sociedad como de las instituciones. "Hay que valorar un poco más lo que tenemos aquí. Sólo hacen falta tres o cuatro días para descubrir tanta belleza"