IASA y la cosechadora española, "la hazaña" de Fernando Albajar y su "visionario" mecánico, Eleazar Arrie

Miguel Ángel Rubio Sánchez presenta este lunes su libro en el Instituto de Estudios Altoaragoneses

14 de Mayo de 2023
Miguel Ángel Rubio Sánchez. Foto Myriam Martínez

IASA y la cosechadora española (Editorial Pirineo) es el título que narra "la hazana" de Fernando Albajar, sus hermanos y la imprescindible concurrencia de Eleazar Arrieta de fabricar en Huesca, en 1958, la primera cosechadora cien por cien nacional. 

En esta historia, insuficientemente divulgada, ha buceado el autor del libro, Miguel Ángel Rubio Sánchez, que este lunes, 15 de mayo, lo va a presentar en el Instituto de Estudios Altoaragoneses, a las 19:30, acompañado del antropólogo, productor y realizador de documentales etnográficos, Eugenio Monesma.

Rubio Sánchez, tal y como lo dibuja Carmen María López López en el prefacio del libro, es un amante devoto de las máquinas agrícolas de antaño. Ella lo delinea como una persona que se afana en rescatar del olvido no sólo los momentos épicos y álgidos de aquellos hombres que se atrevieron a materializar sus sueños en realidades tangibles (tractores y cosechadoras), sino que, además, late en él una actitud que lo incardina a preservar un legado histórico y cultural del que considera que somos herederos y estamos llamados a cultivar y salvaguardar.

El autor concibe la investigación como un deber cívico para arrojar los hechos ensombrecidos al curso del presente y "reparar los muy deliberados olvidos que el curso de la historia ha acometido sobre el pretérito".

Así, ha rescatado "el milagro epifánico" que supuso IASA para poder confeccionar su décimo libro, en el que, según Carmen María López, se combinan su amor a este ideario y su formación (Doctor en Filología): “Derivado de sus conocimientos filológicos, y a raíz del proceso de restauración del tractor de su abuelo y los que le siguieron, en el libro que el lector tiene ahora entre sus manos, Miguel Ángel Rubio construye una arqueología industrial de IASA y la cosechadora española. Errarían quienes vieran aquí un distanciamiento de su previo quehacer filológico (al contrario, la filología se diluye en la escritura de este genuino ensayo), pues prevalece en él el mismo perfil analítico-ensayístico, el gusto descriptivo, la dimensión narrativa y la destilación poética de su obra previa".

La elaboración de este libro condujo a Miguel Ángel Rubio Sánchez a la capital altoaragonesa y lo que denomina "la hospitalidad oscense". 

Una de las cosechadoras de IASA. Foto José Manuel Caballero.

"Todavía estoy descubriendo Huesca, en las presentaciones, en el Día del Libro, en sus paisajes, en sus gentes, en su historia, en su arquitectura… Las primeras personas que conocí fue a los exoperarios de IASA y a Eugenio Monesma", explica.

IASA y la cosechadora española es un libro que el autor considera "de arqueología industrial", pero además es un intento por "reparar los muy deliberados olvidos que el presente acomete sobre el curso de la historia en el eje del pretérito. Una hazaña, si cabe de raigambre épica, en un contexto difícil, no puede caer en ese ciego y aciago olvido".

El autor concibe la investigación casi "como un deber cívico" y como argumento apela a Séneca, "que dijo aquello de que el discurso de la historia nunca ha de arrojar los hechos al olvido, sino que esta siempre ha de recuperarlos para dilucidarlos en el presente, aunque pasen muchos años".

Siguiendo esta premisa, quiere poner en el lugar que considera justo "la hazaña" que Fernando Albajar, con el apoyo de sus hermanos, llevó a cabo junto a su "visionario" mecánico, Eleazar Arrieta y su equipo de ingenieros, la fabricación de la primera cosechadora cien por cien nacional. Este hito histórico se produjo en el año 1958 con los dos primeros prototipos de la IASA serie P.

UNA EMPRESA PIONERA

Recuerda el autor, que las cosechadoras "fueron un producto afamado y se vendieron ya no sólo en la Comunidad de Aragón, donde triunfaron con vehemencia, sino en toda España, aunque con más ahínco en la zona septentrional". Además de las sedes que tuvieron en la región, también hubo otra en Burgos y la ya mencionada red de distribuidores por toda España.

Por otro lado, "el producto triunfó tanto y de tal modo" que llegaron a exportarlas a Portugal, Marruecos y Túnez. "Sirva como ejemplo el eslogan que utilizaban en la época con esa impronta patria: Vamos a llevar Huesca por España"

Miguel Ángel Rubio añade que también existe la certeza de que llegaron a fabricar unidades para el gobierno de EEUU, Gabón… y la última vertiente serían los proyectos de robótica a finales de los ochenta y principios de los noventa.

UN INVENTO COMPLEJO

La creación de una cosechadora es algo sumamente complejo, remarca el autor, es el fruto de una historia de invenciones que se unen para conformar un mecanismo integral. "Hablamos de una máquina que es segadora, acarreadora, desgranadora, trilladora, aventadora, picadora y esparcidora. Tuvo que ocurrir en el tiempo el milagro de que Fernando Albajar, con el apoyo de sus hermanos y desde un punto de vista empresarial, uniesen su talento, para sortear ese trance, al de Eleazar Arrieta, que sería el estratega desde un punto de vista mecánico, en coalición con los ingenieros de la empresa".

Lo hicieron en un contexto adverso, casi sin medios, eran maestros del hierro transformados ahora en ingenieros mecánicos… "Para ello, fue fundamental la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, así como la posición de geográfica de Huesca, y el bloqueo al que fuimos sometidos tras la segunda contienda mundial, ya que esos obreros que habían hecho de servicio mecánico de las trilladoras estáticas y de otra suerte de implementos, que había llegado a España desde principios de siglo, ahora, por menesterosa necesidad, se vieron obligados a dar el salto a la gestación de sus propias patentes y máquinas para superarse. Metamorfosearon sus conocimientos y crecieron", explica.

Además, en el caso de IASA, no sólo diseñaron cosechadoras, sino que también fabricaron grúas de gran tonelaje, desde principios de los años setenta, armamento militar, como el Lanzacohetes militar Teruel, municionadores, carros para transportes de misiles y estaban trabajando, ya desde finales de los ochenta, en proyectos de robótica aplicados a la recolección de cítricos e injertos de rosal, cuando internet comenzaba timoratamente el preludio de lo que sería su andadura actual.

"La introducción del libro se plantea como un delineado o acercamiento a la figura de los visionarios que en cada uno de los países europeos crearon este prodigio mecánico", apunta.

Las cosechadoras IASA están en funcionamiento, aunque los grandes agricultores la mayoría realiza las labores de la recolección del grano con otro tipo de máquinas más modernas, acordes con los tiempos, con los sistemas y bastante más caras y complejas. No obstante, en pequeñas y medianas explotaciones sí que las conservan, aunque sólo sea para limpiar el grano. Son muy eficientes en ese aspecto.

"Otras se las están llevando a terceros países, a modo de esquilma de nuestro patrimonio histórico industrial, repudiado por unos gobiernos, invidentes y abstraídos en prejuicios, que no valoran los prodigios que ha construido el devenir de su historia y su sello identitario", denuncia.

Portada del libro IASA y la cosechadora española, de Miguel Ángel Rubio.

CAÍDA Y LEGADO

El escritor dedica dos capítulos a la fase de caída y disolución de la empresa, en los que no interviene un único factor. En primer lugar, la entrada en la CEE con el libre comercio propicio el desmantelamiento del tejido industrial patrio, el sistema de subvenciones en agricultura que permitiría la adquisición y renovación de equipos agrícolas advino ya después del cierre de IASA, hubo una serie de años con climatología adversa, que perjudicó la producción de grano y  la adquisición de equipos.

Afirma Miguel Ángel Rubio, que "en un contexto difícil, la férrea labor sindical se mostró inflexible y obstinada".

"Eso nos llevaría al cierre y mucho talento, por consiguiente, se perdió y quedó en manos y tierra de nadie para que ahora lloremos su denodado olvido.  Todo esto motivó la caída del mercado de las cosechadoras", agrega.

Otro de los hechos determinantes es que las ventas de los equipos militares, así como de los equipos industriales, fueron in decrescendo y, de manera paralela, la administración, con sus interrogantes, empezó a incumplir los pagos con que nutría a la empresa en los proyectos de investigación.

Eso dejó al complejo fabril con el crédito al descubierto y llegó un punto inevitable y animadverso en el que "fue imposible, a pesar de otros esfuerzos de la DGA y de la familia Albajar, salvar el sudor de toda una vida y la ilusión metamorfoseada en substancia con que habían nutrido el proyecto".

UN ANTES Y UN DESPUÉS

El autor asegura que el libro ha marcado un antes y un después en su vida.  "No puedo expresar con palabras los testimonios de gratitud, apoyo y calor humano que estoy recibiendo de manera dadivosa", y comenta las numerosas reacciones que está recibiendo de los lectores.

"Eso es lo realmente grande; ellos son los que hicieron historia; yo sólo la he traído otra vez al presente, para que no se olvide y para que las generaciones venideras, como asevera Helio Catalán en el prólogo, puedan entrever que un día pudimos ser otros y únicos".

Entre sus satisfacciones destaca también el haber podido conocer a Eugenio Monesma, que fue, en su día, operario de ventas en IASA y que le facilitó numerosos contactos.