Titiriteros de Binéfar y Teatro Olimpia, la función social y el valor de la marca

El próximo objetivo para la Casa de Abizanda, poner en marcha una biblioteca

18 de Noviembre de 2022
Ideandando: Paco Paricio, Pilar Amorós, Chema Paraled, Manuel Pérez y Jesús Arbués. Foto Myriam Martínez

A finales de los años 80, había una "efervescencia de democracia" en España y hasta en los pueblos más pequeñitos surgían asociaciones culturales. "No había campañas institucionales, pero sí mucha pasión por hacer títeres, estar con la gente y recoger la cultura popular, que es lo que ha inspirado nuestros espectáculos". Así se remonta a los orígenes de los Titiriteros de Binéfar Pilar Amorós, fundadora de la carismática compañía con Paco Paricio, en 1978.

Pronto comenzaron a sumar funciones profesionales, por lo que, en 1986, decidieron colgar las batas de maestros para dedicarse a un proyecto que sigue siendo su vida. "Fue muy difícil para nuestras familias, por el sueldo que dejábamos y por ser titiriteros, una profesión denostada", explicó este jueves Pilar Amorós, en una mesa redonda celebrada en el 8º Foro de empresa y autoempleo en el sector de la cultura "Ideandando", en la que también intervinieron el presidente de la Fundación Anselmo Pié-Teatro Olimpia, Manuel Pérez, el citado Paco Paricio, y en las labores de interpelación, el presentador de 'Tempero' en Aragón TV, Chema Paraled y el director de Viridiana, Jesús Arbués.

"Nos contrataban asociaciones vecinales, sindicatos, comisiones de fiestas y le vimos posibilidades. En una universidad de Valladolid, lo que más les sorprendía era que fuésemos maestros de plaza y lo dejáramos para ser titiriteros, pero yo a eso no le doy ningún mérito", agregó Paricio.

Siguió explicando que Titiriteros son muy "reacios a los encargos a medida", aunque alguno han hecho, como Camino de estrellas (1999), a petición de la Diputación de Huesca. "La diversificación viene de nuestro proceso, de la historia. No empezamos en grandes teatros, pero vamos a ir a dos en Valencia para hacer teatros para escolares y también a Valladolid. Hay un momento que dejamos de hacer comuniones y bodas, de trabajar en colegios, y aspiramos a los teatros. Pero siempre hemos apostado por nuestro propio arte, nuestras propias producciones. Los libros y discos los vendemos al acabar los espectáculos, aunque son muy difíciles de rentabilizar. Y la diversificación la completamos con la Casa de Títeres de Abizanda.

En 1991, comenzaron a viajar mucho al extranjero y desde entonces han girado por América y Europa y ofrecen un amplio abanico de propuestas, a nivel económico y de temática, además de pequeño formato de sala o calle, grandes animaciones de música, pasacalles y prácticamente pueden cubrir cualquier necesidad.

Manolo Pérez, presidente de la Fundación Anselmo Pie desde 1988, ha logrado que el Teatro Olimpia sea otro referente cultural de la provincia de Huesca, aunque repetidamente quiso dejar claro el mérito que tiene Rubén Moreno, el director de este espacio, y su equipo en dicho logro. "Tenéis una programación interesante  y sois sede del Festival Internacional de Cine", destacó Jesús Arbués.

Chema Paraled, Manolo Pérez y Jesús Arbués. Foto Myriam Martínez

"El teatro a veces ha sido deficitario y hemos tenido que llegar con nuestros propios medios, porque esto es una fundación privada, pero cada vez son más estables los gastos y los ingresos", comentó Pérez.

El Olimpia también cumple fines sociales y por ello Unicef le concedió su Medalla de Honor. "El respaldo institucional es cero, pero ahora hay una colaboración muy buena con el Ayuntamiento a nivel de programación. Llegamos a crear unas becas de teatro, pero aquello se diluyó porque no estábamos bien económicamente", explicó.

Se mostró satisfecho con la respuesta del público, aunque observó que no es fácil llenar la sala porque la oferta cultural de Huesca, para sus 55.000 habitantes, es muy importante. "Hay gente que va a todo, pero a veces es complicado y eso que las entradas no son caras. Ahora estamos trabajando para que la gente vuelva al teatro después de la pandemia".

LA CASA DE ABIZANDA

La Casa de Abizanda es el esponente más tangible de la pasión de Pilar y Paco por hacer títeres en el mundo rural. "Decimos que somos de pueblo y llevamos el apellido allí donde vamos. Antes, nos decían siempre que nos cambiásemos de nombre. El tipo de público que nos viene a ver es un público familiar al que le gusta la naturaleza y los espectáculos. Queríamos hacer algo y no estar mucho tiempo de un lado para otro. Casualmente vimos que se vendía una casa, la zona es hermosa y está relativamente cerca de Binéfar", indicó Paricio. 

"La casa era una ruina, ruina total, pero Paco dijo: esto es un teatro -agregó Pilar-. Y la compramos en 1999, la rehabilitamos y en 2004 hicimos la primera función para darla a conocer al pueblo y a la hora de empezar pensábamos: ¿vendrá alguien?, porque aquello era una utopía. Nos acogieron con los brazos abiertos. Ahora es un flujo de familias y de niños".

Lo hicieron sin ayudas, ahora reconocen que el Gobierno de Aragón y el Ministerio de Cultura lo hacen. Han recuperado ya tres casas: el museo, el teatro y la residencia de artistas. Su próximo objetivo es cear una biblioteca donde poder recoger todo lo que han ido acumulando estos años.

Tenían que llevar dos años jubilados pero siguen adelante. "Se habla mucho de empresas y rentabilidad, pero se habla poco de la función social. Nosotros tenemos 12 trabajadores fijos, de 5 a 7 a media jornada y los que colaboran con nuestros libros y discos. Todo eso hay que ponerlo en valor, pero la cultura por si misma es una caricia hermosa, un espabílate ante lo que la vida te va a traer y un guárdate el afecto y la cultura popular", refirió Paco, recordando un juego que le hacía su abuela que, según dijo, quieren "perpetuar".

Jesús Arbués destacó que tanto en los Titiriteros de Binéfar como en el Teatro Olimpia se advierte un valor de marca y contó una anécdota. En la Casa de Abizanda, tras la función, a los niños se les da la opción de elegir la cabeza de un cabezudo para que se la puedan poner un rato. En una de esas ocasiones, uno de ellos no quiso y Paco se aproximó a él y se hicieron amigos. Cuando las cabezas ya estaban recogidas, el pequeño decidió que sí quería probar la experiencia, para bochorno de su padre que consideraba que se había pasado el momento. Al final cedió y le pidió a Paco que le sacara una, pero el titiritero le ofreció todas, para que el niño pudiera elegir como habían hecho antes su compañeros.

"Es el valor de la marca, el valor de hacer las cosas de manera distinta", apostilló Arbués