El 17 de marzo se celebra el Día del Cómic en toda España, para apoyar y dar visibilidad a este género en colaboración con agentes culturales e instituciones comprometidas con su difusión. Se eligió esta fecha, como señaló Alicia Rey, coordinadora de las bibliotecas municipales de Huesca, porque coincide con la publicación de El TBO, una revista que marcó la infancia de muchas personas y que sirvió como puerta de entrada a la lectura para varias generaciones.
Y para celebrarlo, la Ramón J. Sender de Huesca recibió a la escritora aragonesa Irene Vallejo y la adaptación gráfica de El infinito en un Junco (Debate), un ensayo que editó Siruela y que va ya por la 53 edición.
Cristina Hombrados no pudo acompañarle en las labores de presentación por una indisposición -aunque fue muy nombrada y se le mandaron mensajes de cariño- y cogió el testigo Arantza Añaños. Completando la logística se encontraba el librero José María Aniés (Anónima), que agotó todos los ejemplares que había llevado a este espacio. El salón de actos se llenó al completo y el editor de cabecera de Irene Vallejo, Alfonso Castán (Contraseña) protagonizó una breve intervención, al igual que el ilustrador del libro, Tyto Alba, en este caso a través de un vídeo.
Irene Vallejo contó, entre el público, con la compañía de varios miembros de su familia oscense por la rama materna. Comenzó su intervención recordando que todo el camino previo a El infinito en un junco se fomentó, sobre todo, en bibliotecas, institutos, colegios y ferias del libro muy pequeñas de Zaragoza y Huesca. "Fue aquí donde tuve mi primer público lector, mis primeros apoyos", señaló.

En toda esa experiencia de "viajes por el mundo de la cultura de trinchera", encontró la inspiración, "en el ejemplo de todas esas personas, muchas bibliotecarias, que trabajan en los lugares más pequeños, remotos o difíciles, manteniendo viva esa llama que parece frágil, que cualquier soplo de viento podría apagar, pero que a lo largo de la historia ha demostrado ser extraordinariamente tenaz".
"Esa llama ha permitido que las historias, las palabras, los poemas, las canciones y la memoria colectiva sobrevivan a lo largo del tiempo, a pesar de todos los peligros y la hostilidad", agregó.
Vallejo reconoció que la adaptación gráfica de El infinito en un junco, "la última estación" del recorrido del libro -de momento- es muy especial. "La idea de convertir un ensayo en un cómic podía parecer un poco insensata o temeraria. Cuando la editorial me propuso esta idea, pensé: “¿Van a querer embarcarse en este viaje conmigo y probar suerte?”.
Trabajó junto a una guionista de cómic para adaptar el texto del libro a un formato adecuado y le alegró mucho que la editorial Debate se animara a dar el paso y aceptara su propuesta de contar con Tyto Alba, a quien tuvo en mente desde el principio. "Para mí, ha sido un gran aprendizaje".
¿Pero por qué trasladarlo al cómic? La primera razón que esgrimió es que, desde niña, fue una gran lectora de este género. Le fascinaban los tebeos y descubrió muchos de sus primeros clásicos y lecturas esenciales a través de ellos. Recuerda con claridad una adaptación de Romeo y Julieta en viñetas, y sus padres conservaban ejemplares de los tebeos que leían en su infancia: Mortadelo y Filemón, Carpanta y otros.

Considera que a los cómics no se les ha reconocido el papel que tienen en la iniciación lectora. "Me pareció hermoso que El infinito en un junco, un libro sobre los orígenes de la lectura y los libros, también fuera un homenaje al cómic, ese 'hermanito pequeño' de la literatura", y agregó que los jeroglíficos egipcios, los manuscritos medievales con miniaturas o incluso las pinturas rupestres pueden considerarse sus precursores.
Reivindicar esa historia del cómic y demostrar su valor como vehículo de conocimiento le pareció fundamental, porque, como ha demostrado, un ensayo puede adaptarse al cómic, y este, a su vez, posee "la suficiente dignidad literaria" para transmitir ideas, conocimiento y reflexión.
Destacó, asimismo, su capacidad para acercar la lectura a nuevos públicos y como herramienta valiosa para quienes están aprendiendo un idioma, gracias al poder de la imagen.
DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
Por todo ello, le entusiasma que El infinito en un junco pueda habitar también este formato y que, a través de "noveno arte", transporte a los lectores a la Biblioteca de Alejandría, a los campos de batalla de Alejandro Magno, a las primeras librerías y talleres de copistas, a las hogueras donde se quemaron libros y a tantos otros momentos clave en la historia del saber.
La Biblioteca de Alejandría, como recordó, es el eje central de El infinito en un junco. Para ella, el camino que va desde esa biblioteca hasta Internet representa la gran aventura humana del conocimiento. "Puede parecer que las bibliotecas son lugares tranquilos y silenciosos, pero su historia está llena de turbulencias, aventuras, peligros y amenazas", advirtió.
Irene Vallejo explicó que, desde la antigüedad, el conocimiento había sido custodiado por monarcas, sacerdotes y aristócratas, reservado solo para unos pocos. Sin embargo, consideraba que la lucha por sacar los libros de esos círculos privilegiados y hacerlos accesibles para todos había sido una de las mayores epopeyas de la humanidad. La Biblioteca de Alejandría, aunque no fue la primera, sentó un precedente al abrirse a quienes sabían leer y escribir, sin importar su origen o estatus.
A lo largo de la historia, se ha luchado para democratizar el acceso al conocimiento, y esa batalla merecía ser contada "con la misma emoción que las grandes gestas", añadió la escritora, que ya en sus años universitarios sintió una profunda fascinación por el origen de los libros y la lucha por preservar las historias frente al paso del tiempo.
La humanidad ha combatido el olvido a lo largo de los siglos mediante la invención de alfabetos y sistemas de escritura, con el propósito de que las historias sobrevivieran, y le pareció extraordinario el esfuerzo colectivo por proteger el saber y transmitirlo de generación en generación.

LA CAPACIDAD DEL CÓMIC
Gracias al talento de Tyto Alba, dijio, pudieron reconstruir visualmente la Biblioteca de Alejandría, las bibliotecas romanas, los copistas y los lectores de la antigüedad, llevando esta historia a un nuevo medio.
Según Vallejo, el cómic ofrece una forma única de recorrer la historia del conocimiento con una gran fuerza visual y emocional. Para ella, este proyecto representa un homenaje tanto a quienes han protegido los libros a lo largo del tiempo como a la literatura misma, la lectura y aquellas personas que, desde bibliotecas y escuelas, siguen manteniendo viva la pasión por los libros.
El ilustrador realizó un trabajo muy minucioso. Le pedía constantemente documentación para recrear cada detalle: "A lo mejor estaba en Japón o en China y me llegaba un WhatsApp de Tyto que me decía: ¿Oye, pero cómo eran los zapatos de los romanos?", porque no creía que en verano llevaran sandalias.
"Y así, en medio de mil cosas, revisando los zapatos de los romanos –sonrió–. Por un lado, el dibujo es muy, muy detallista. Tienes que pintar todas esas cosas, que en un libro no hace falta que especifiques, pero en el dibujo tiene que estar ahí: cómo eran las mesas, cómo eran las sillas, cómo eran los suelos...".
Mencionó que Alba investigaba constantemente para recrear con precisión el mundo representado en el cómic. Le pedía fotos de su madre en la época en la que le leía cuentos, imágenes de su colegio y de la biblioteca del parque. Además, estaba muy interesado en cómo eran las bibliotecas de la antigüedad: cómo se almacenaban los rollos, cómo se editaban y cómo se organizaban en las estanterías. Durante dos años de trabajo, Vallejo viajaba con frecuencia, por lo que debía responder a estas consultas desde distintos lugares del mundo.
Tanto ella como su familia quedaron reflejados en algunos episodios. Relató la emoción que sintió su hijo, Pedro, al verse convertido en un personaje del cómic. "Al día siguiente se fue al colegio y les dijo a todos sus compañeros: Tengo otra vida dentro de un cómic. Eso le hizo muy feliz y a mi madre, también, que decía: 'De todas las cosas que han pasado con este libro, quizá esta es la más inesperada'".
Irene Vallejo dedicó varias palabras más a la trayectoria del ilustrador, que curiosamente no había oído hablar de la archifamosa obra de la autora, cuando le propusieron este trabajo. "Le dije que El infinito en un junco es un libro vanguardista porque juega con una estructura diferente y con una manera de contar que no es la tradicional en un ensayo. Le animé a jugar con la narrativa y a arriesgarse. Y realmente hay páginas muy especiales: algunas se oscurecen como si se iluminaran con una linterna, otras recuerdan a esas enciclopedias infantiles con ilustraciones y figuras numeradas. También hay juegos gráficos, desde viñetas cuadriculadas hasta otras donde la sangre gotea y chorrea por el texto.
Vallejo recordó que para Alba fue una oportunidad, porque siempre había querido dibujar romanos y pudo recrearse en las escenas de legiones, batallas y otros momentos épicos. Además, alternó el blanco y negro con el color, y aplicó estéticas distintas. Algunas imágenes presentan un tono caricaturesco y humorístico, mientras que otras son más artísticas. En definitiva, es un trabajo muy vivo, con múltiples técnicas y juegos cromáticos: collage, fotografías incorporadas y dibujos muy diversos. "Tuvo total libertad para hacer un ensayo gráfico vanguardista, y creo que disfrutó mucho de esa posibilidad de jugar y arriesgarse".
Cada vez que terminaba un dibujo, se lo enviaba a la escritora: "¿Se nota quién es?". Ella indicó que, a veces era fácil, en el caso de Borges o Bob Dylan, pero otras veces costaba más. "Si no acertaba, volvía a enviarme otro dibujo del mismo personaje hasta lograrlo".
LA TRADICIÓN ORAL
Aunque la tradición oral parece algo olvidada, sigue presente en distintos espacios. Vallejo mencionó que en la biblioteca cuentan muchos cuentos a niños y niñas, y observan cómo disfrutan. Además, señaló que la oralidad sigue viva en las aulas, la radio, los podcast y los audiolibros, los cuales han permitido acceder a la literatura de una manera diferente.
Resaltó la importancia de leer en voz alta a los niños, un ejercicio fundamental para su desarrollo, que es ayudaba a ampliar su vocabulario, fortalecer su imaginación y mejorar su capacidad de expresión. Leer en casa entre 15 y 20 minutos diarios influye en su comprensión del relato y en su sensibilidad, indicó.
También cuestionó por qué solo los niños deberían disfrutar de la lectura en voz alta. Reflexionó sobre la posibilidad de que los adultos también pidieran a alguien que les leyera un poema, un cuento o un fragmento de un libro. Consideró que esta práctica puede ser una forma especial y fascinante de relacionarse con los demás.
Por otro lado, se refirió al club de lectura de su biblioteca, dirigido a niños y niñas de entre 5 y 8 años, que expresan sus opiniones con sorprendente criterio, planteando preguntas y reflexiones que permiten descubrir sus pensamientos y preocupaciones. Subrayó que la creatividad se desarrolla desde la infancia y que el dominio del lenguaje es una herramienta clave en cualquier profesión.

Sostuvo, por otro lado, que a pesar de que se lleva anunciando la muerte del libro de papel desde hace tiempo, las estadísticas indican lo contrario. "Existe un pesimismo constante en la cultura, como si siempre estuviera en crisis -se lamentó-. Sócrates decía que la escritura acabaría con la memoria, porque ya no guardaríamos el conocimiento en nuestra mente, sino en los libros. Luego, con la imprenta, se temía que la proliferación de textos dificultara distinguir los buenos de los mediocres. Y ahora, con Internet, se dice que la memoria se está perdiendo, pero la lectura no ha hecho más que crecer y extenderse, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX".
Irene Vallejo destacó que, a pesar de los temores sobre el futuro del libro, nunca ha habido tantas editoriales, bibliotecas y lectores. Recordó que los clubes de lectura, en constante crecimiento, demuestran que el interés por los libros sigue vivo. Lo más notable, remarcó, es que han surgido de manera espontánea, sin imposición institucional, permitiendo que lectores compartan y enriquezcan sus interpretaciones.
Mencionó su vínculo personal con las bibliotecas, inspirado en su madre, quien siempre quiso ser bibliotecaria. "Mamá, tú sí fuiste bibliotecaria, porque me creaste una biblioteca a mí". También reivindicó la figura de las bibliotecarias, a menudo mal representadas en el cine -Qué bello es vivir-, y recordó ejemplos de mujeres que llevaron libros a lugares remotos con valentía y compromiso.
Finalmente, celebró el legado de María Moliner en su 125 aniversario y concluyó con un mensaje optimista: "Así que, reivindiquemos las bibliotecas y sigamos siendo apasionados de la lectura, porque los libros no están desapareciendo: están más vivos que nunca".