La guerra es terrible y cruel, terreno del horror y la desesperanza, y en ese escenario transcurre un universo creado por Paula Carbonell e Isidro Ferrer en el libro No (Editorial A Buen Paso), donde con una sencillez que conmueve profundamente, relatan la historia de dos hermanos atrapados en la irracionalidad de un acontecimiento tan cruel, que nos muestran con sus ojos un mundo fragmentado y dolorido.
Carbonell y Ferrer deciden no mirar para otro lado y poner el foco en todo este drama. Con el apoyo de las ilustraciones minimalistas y simbólicas del ilustrador, en un cuidadoso equilibrio entre texto e imagen, cada página nos recuerda el vacío, la incertidumbre y la desesperanza que sienten los pequeños protagonistas e invita a una reflexión profunda sobre la guerra y las víctimas más vulnerables.
Este miércoles, en la librería Anónima de Huesca, se ha celebrado la presentación de esta obra, donde han intervenido el propio Ferrer, la editora Arianna Squilloni y la profesora Rosa Tabernero, ya que la escritora no ha podido asistir.
La publicación ha recorrido un largo camino hasta hacerse realidad. Cuando Isidro Ferrer recibió el texto por primera vez, lo encontró “lleno de posibilidades”, pero en ese momento no se sintió preparado para asumir el proyecto de forma inmediata. Por eso, el libro ha necesitado 16 años para madurar y convertirse en lo que es.
A pesar de los años transcurridos, Ferrer nunca se llegó a desvincular del texto de Paula Carbonell. “Ella ha tenido la paciencia de esperar durante todo este tiempo”, señala.
“Ese texto ha estado conmigo, me ha acompañado, casi se ha solidificado y ha germinado de distintas maneras. En mi cabeza se ha ido construyendo de distintas formas, también ha ido yendo en distintas direcciones gráficas”, ha detallado.
Admite que el momento definitivo que lo llevó a asumir el trabajo de manera "casi delirante" fue la situación actual en Gaza. “El genocidio que está sucediendo en Gaza, lo que está pasando con la población civil, y principalmente con mujeres y niños, cómo está actuando el ejército israelí de manera indiscriminada, haciendo padecer de forma injusta, innecesaria y cruel a los palestinos”, detalla Ferrer.
El Premio Nacional de Diseño e Ilustración confiesa que "este libro se convirtió en un acto necesario, casi de rebeldía", lo que lo llevó a trabajar en él de una forma "muy inmersiva y visceral". Ferrer enfatiza que el libro está profundamente ligado a las tragedias contemporáneas: “Está muy apegado al drama contemporáneo que está sucediendo Bueno, pues en todas las guerras, quienes más lo sufren son normalmente los civiles y quienes lo padecen de una forma estremecedoramente singular.
Isidro Ferrer apunta que este libro recupera su formación escénica y puede considerarse una evolución de un trabajo anterior como es Frankenstein, o el Prometeo moderno (Editorial Universidad de Cantabria). "Mi objetivo fue construir un relato gráfico que fuera muy teatral, casi operístico, en el que la luz se convirtiera en un factor determinante como componente dramático y que aportara mucha fuerza".
Como el director de escena polaco Tadeus Kantor, su objetivo es conmover, antes que narrar, para lo que utiliza recursos visuales plásticos. "La madera no es lo esencial como materia, lo esencial en este trabajo es la luz y la atmósfera -detalla-. Yo he trabajado con la luz para para construir un espacio muy opresivo, hermético y que genere en el espectador la angustia de quienes lo están habitando".
Hay un trabajo muy cuidado en el diseño de los personajes, que Isidro Ferrer mueve por el escenario como si fuesen dos actores. No tienen rostro ni brazos y esa sensación de invalidez que transmiten contribuye a potenciar el drama, al que colabora también el cromatismo. Hay mucho análisis detrás, sobre cómo va a actuar la luz sobre ellos.
EL AGUJERO Y LA ESCALERA
Hay dos símbolos fundamentales en el libro, donde hay un despojamiento de todo lo superfluo: la escalera como esperanza y el agujero como fatalidad. El primer objeto permite vislumbrar una posibilidad de escapada, de huida, de progresar, de poder alcanzar lo que está en lo alto. "Arriba está todo lo bueno y abajo, lo malo; arriba está el cielo y abajo, el infierno; arriba está la luz, abajo están las sombras".
Lo opuesto es el agujero. Ferrer lo describe como el destino trágico que amenaza con tragarse a los protagonistas. "Comienza siendo diminuto y se va haciendo más grande en cada escena, hasta llenar el espacio". Este crecimiento simboliza la inexorable expansión del conflicto y el sufrimiento que rodea a los niños en la guerra, ajenos al control de su propio destino.
En un momento crucial de la historia, la escalera, que hasta entonces había sido una vía de escape, se rompe. "Ya no hay posibilidad de huida, lo único que queda es el agujero, que engulle a uno de los niños", añade, resaltando el dramatismo del desenlace. Estos dos símbolos —la escalera como esperanza y el agujero como fatalidad— representan la lucha entre el deseo de escapar de la guerra y la tragedia inevitable que acecha a los más vulnerables.
Con esta puesta en escena, Isidro Ferrer quiere evidenciar ese drama silencioso que resulta devastador. "Hablar de guerra no es un acto de esperanza, implica comprometerse activamente con el sufrimiento y mostrarlo -recalca-, pero somos incapaces de hacer nada contra ello, van ya por encima de los 45.000 muertos, o sea, la ciudad de Huesca entera. Y el posicionamiento frente a la guerra o contra el genocidio que está perpetrando el Gobierno de Israel no implica no ser absolutamente crítico con Hamás. En este terreno, es la población civil la que sufre las consecuencias".
Han pasado 16 años desde que el texto llegó a las manos de Isidro Ferrer, por fin decidió abrazarlo con fuerza y ahora lo ha soltado. "Me queda la tranquilidad o la satisfacción de haber expresado mi mi repulsa. Es un libro muy complicado y Ariana ha hecho un esfuerzo como editora y ha sido valiente. Pero a mí me resultaba muy necesario en este momento", indica.
Admite, eso sí, que el proceso creativo ha tenido momentos muy duros. "Hay una carrera emocional contrapuesta que me llevaba justamente al al terreno contrario del disfrute, que es lo que suele acompañar mis trabajos".
"Ha sido un un proceso complicado, pero haberlo podido resolver también me produce, entre comillas, cierta satisfacción", conccluye.